He descubierto con el dolor
que incluye la experiencia que aquellos días en los que no tengo novedades
suyas son incompletos, segmentos huecos plagados de paréntesis, corchetes y
llaves de angustia. Mi lágrima va hacia el precipicio, llega y besa, mi lágrima
es usted. De todos modos le ruego que no se exponga, el averno nos espera.
Bella, sublime, así la dibujo en mi ceguera. Sigo enfrentado con mis infiernos,
aún con la pereza de mi desesperanza, la esperaré…
El escritor y su gato compartiendo soledades
sábado, 26 de diciembre de 2015
jueves, 24 de diciembre de 2015
…amo a las mujeres de ojos callados y bocas enrojecidas.. y un blues
…amo a las mujeres de ojos callados y bocas
enrojecidas, ángeles que pierden sus tacos caminando por nuestro histórico y
absurdo empedrado burgués, más luego, ataviadas, regresan al bar a la espera de
esa flor nunca regalada y una redentora propuesta que jamás será anunciada…
Una de ellas me regaló hace poco unos versos que
escribió en las vísperas de su entierro. Se titula Romance sin Alcohol, son
apenas cinco versos que deseo compartir..
Un romance sin alcohol, una cita sin horario por un
tango maltratado que pinta a plegaria y dolor.
El amor sabe a privilegio y cuando el relato
amanece mis besos ya no merecen los acordes de tu voz…
Fui nostalgia y negación, fui un lienzo sin sudor y
fui opulencia entre pobres y carencia sin rubor…
No puedo partir mis muertos no dan licencia, raro
signo de la ausencia que no da cuenta de vos…
Atesoro mi no ser por ser una prevención, egoísmo
de la nada, besos y privación...
martes, 22 de diciembre de 2015
Intento sin Retorno, el boliche del Tin, y un Blues
El descanso era su amante imposible. Entre sábanas
empapadas y desencuentros, cigarrillos y calmantes, Marcelo Salgado no hallaba
el modo de conquistarla. Ninfa bocetada con carbones de idealismo y texturas
embebidas con elixires dotados de cualidades solo propicias dentro de paraísos
inexistentes. Las fórmulas utilizadas hasta la llegada de la solución final
estaban enmarcadas en las costumbres del resto de los mortales. Escribir a
media luz cartas de amor que jamás serán enviadas, leer magra y cansina poesía
antes de acostarse acompañado por música sacra, cenar en forma desmedida y
contundente con sobradas cantidades de vino y practicar actividades físicas
hasta el agotamiento. Nada surtía los efectos deseados. Marcelo no recordaba la
última vez que logró dormir en forma concreta y efectiva, estableciendo una
suerte de compromiso con su cuerpo, con su alma y con sus sueños. Los médicos
que visitó insistían con los usuales fármacos, inútiles medicamentos que
digería por obligación debido a su elevado costo.
Salgado hacía ocho años que estaba radicado en José A.
Guisasola, pueblo que a fines del siglo XX había caído en las generalidades de
la crisis de un mundo globalizado que poco y nada entendía que la gente debía
comer, educarse, trabajar, amar, sanarse y también descansar. Ubicado en el
sudoeste de la Provincia de Buenos Aires sufrió los avatares de la emigración,
el precio de los granos, la concentración de la riqueza y la escasez y el
olvido como políticas sociales.
En sus momentos libres, que eran muchos, Marcelo trataba
de diseñar estrategias de supervivencia, tácticas que exigían de alta
efectividad ya que sus días eran tan interminables como sus noches. La changa
formaba parte del espantoso paisaje cotidiano en donde algún arco iris
sortilegio ilustraba la postal muy de cuando en vez. Cuentan que durante el crepúsculo
del 20 de octubre de 1999, estando en el boliche del Valentín García, lugar del
que era habitué, comenzó a hojear una de esas revistas proclives a dar consejos
básicos sobre la vida. Esas publicaciones que nos desasnan sobre banalidades, desde
cómo armar un adorno navideño hasta cómo conciliar el sueño. Y allí se detuvo,
en ese inciso, su título determinante y taxativo no le daba ninguna opción, la
tentación hizo lo suyo ante lo evidente: Camine
hasta encontrarse con el sueño… sentenciaba el copete de nota
Valentín García, el Tin, me confesó que jamás volvió a ver a
Salgado. Aseguró con absoluta certeza que esa tarde-noche el hombre salió feliz
y entusiasmado del boliche en dirección al paraje El Zorro dejando sobre la
mesa lindera al ventanal que orienta al norte una medida de grapa a medio terminar, una carta de
amor anónima con marcados tonos en sepia en cuyo encabezamiento se podía intuir el nombre de una dama de la aldea y una revista de propuestas prácticas…
Autor GMS año 2005
martes, 15 de diciembre de 2015
Maestros del Blues MARK HUMMEL .. y un breve relato
…le cuento que lamentablemente sostengo esas caducas sensibilidades
del romanticismo Inglés, le hablo de Coleridge, de Bayron, de Keats, de
Shelley… y esa debilidad conmueve cualquier gesto adusto que pueda invocar. Me
refiero a la pasión, cosa que el amor incluye de manera taxativa. A esta altura
de mi vida me pasaba lo que a usted con relación al cuerpo. Digamos que veía la
cuestión como una etapa superada, acaso se debían alinear los astros de manera
evidente para que determinadas temperaturas volvieran a conmoverme. Cuando
usted me respondió a la inquietud entendí que no debo volver sobre el tema y
que el poeta tenía razón. Usted fue quien afectó mis planetas apenas la tuve
cerca, usted fue quien mágicamente hizo que camine por mis juveniles huellas
pasionales. Rastros que esconden dolorosas frustraciones. En ese sentido y como
consecuencia, me lastima enormemente no haber podido corresponderle de la misma
forma y que siga pensando que su cuerpo no necesita ser homenajeado. Sospecho
en mi intimidad que de haber tenido yo esas virtudes vehementes usted hubiera
sentido eso que tan bien me hace sentir internamente y que de buena manera me conduce
por caminos que creí nunca iba a volver a transitar, desear y ser deseado hasta
la enfermedad… Y le pido por favor que no se culpe por nada; usted nunca me
engañó, de manera que no debe entristecerse por ninguna razón. Es probable que
en breve el brillo de la pasión vuelva a recorrer su poética belleza, vaya si
lo merece, y que alguien inesperado, alguien que no soy yo, recorra su tersa
geografía con la plena seguridad de su dicha y satisfacción... por eso, señora
mía..
… pudo ser pasajera insolente de mis distancias más cercanas, y convidada
de honor de aquellas suntuosas cenas nunca terminadas. Y pudo, amor mío,
deslizarse con ropas de turista por mis vírgenes paisajes, creados y reservados
solo para la única, tallados para mi célebre invitada. Y si no insisto en la
empresa es para no blasfemar su recuerdo, prefiero esta cruel abdicación de
forma tal no retratarla indómita, esquiva e insolvente, haciendo el supremo
sacrificio, tratando de entender las suertes, los destinos y mi angustia por no
haberla podido embriagar…
… a desvelos de mis olvidos estimo que sus cielos se desvanecen, por propia
voluntad descreo de su falsa alegría transitoria. La observo apasionada y
lejana, acaso inexpresiva, sedosamente oculta tras rimas que no me pertenecen.
En necedades etéreas convivo con mis inseguridades, perdones y lágrimas y
soledades infinitas. La observo liviana, ligera, con las secuelas de un póstumo
amor, esas maltrechas poesías descansan a pedido de su olvido sobre siniestras hojas
amarillas. Me basta conocer sus descuidos, estar allí si es necesario y si
usted lo demanda, me basta intuirla, comprender que en sus rondas nocturnas no
estará sola…
.. porque fue vértigo y poesía, y fue callejón sin salida, y fue su cuerpo
decente quien provocó estas heridas. Me siento cruel y villano, un portador de
recuerdos, incipiente ser humano de nostalgias mal habidas. Quise por Dios que
me amara, sé de su esfuerzo y su lucha, entiendo que su hermosura a mi lado no
lucía. Pido perdón por el daño que inconsciente le causé, cegado por egoísmo
perdí mi vida y mi fe. Si mi distancia desea le juro que la ha ganado, solo
espero que sus ojos puedan hallar lo deseado..
… amor, siento mucho defraudarla, pero todavía no puedo. No exija que escuche
lo que aún no puedo olvidar. Si cada noche sueño nuestra cama, entre brumas y
sonidos de placer, entre sudores y extensiones inasibles. Mis manos inquietas
continúan bocetando las sombras de su cuerpo y las sobras del mío, y están
allí, a pesar de usted, en cada grieta del techo, en los suburbios, en los
rincones húmedos, sobre las paredes derruidas y en las alcantarillas robadas. Amor,
siento mucho defraudarla, pero todavía no puedo. Mi amistad sería una innoble y
malhumorada excusa, construida con materiales de dolor, incapaz de serle útil,
coloreada en blanco y negro, deshilachada y sombría. Lo siento, pero el amor no
ha llegado a licenciarme, y le pido perdón, el amor sigue siendo sujeto, verbo
y predicado, morada, abrigo y ausencia; verbigracia, insiste y promete…
jueves, 10 de diciembre de 2015
Egoísmo en el empedrado burgués - Relato
Egoísmo
en el empedrado burgués
Le propongo mi señora describirle los alcances del
egoísmo dentro de este ámbito. Creo que dicho inciso, hablando siempre dentro
de parámetros emocionales, es pensar que solo uno sufre la distancia, es no
intuir que el exilio involuntario hace del que se aleja un oscuro objeto en
dirección al olvido. La distancia es la misma y se sufre en ambos horizontes,
pero estos incluyen dos paisajes distintos. Los siniestros desvelos provocan
que las camas se mojen y se mojen las manos y se intuyan engaños y se quiera
desqueriendo y se ama desamando. El espejo suele ser un sabio delator de
inconsistencias, no lo dude, podemos engañar al mundo pero su cepo es
infranqueable muy a pesar de los brillos y maquillajes. Siempre están allí los
ojos, sendos delatores de nuestros íntimos quebrantos. Eso es lo que le sucede
al egoísmo por aquí. Habla cuando sus palabras importan más que su silencio y
cuando este toma cuerpo diseña barrotes, describe sombras y celdas imaginarias.
Los inventarios individuales de parabienes, amarillos y tediosos se hacen
presente y acusan pérdidas irreversibles, siempre a la espera de ese último
regreso. Pero no quiero que se confunda, por aquí también soy visitado por otras
mujeres, de todas las edades, que esperan también por aquel espectro que las
saque de su rutina. Este sitio y así es mi decisión, no posee exclusividad
genérica. Acaso no sean poetas de rimas sobre papel, pero nadie tiene
fundamentos para negar que llevan el más ardiente de los deseos poéticos en su
interior, el más codiciado néctar del amor, el don para complacer, al oscuro,
al olvidado, al erudito, al santo. Mayor acto de generosidad imposible, mi
señora. Puede ser un cortesano que de refinados aceites con trajes y linajes de
misa luego le regale una canción, puede ser un escritor necesitado de vértigo y
pasión al cual la hoja en blanco lo exacerba. Mujeres de ojos callados y bocas
enrojecidas, muchas veces maltratadas, malqueridas, susceptibles del embeleso,
con la premura del espanto y a la espera de un no regreso. Su tarea es fingirle
al desahuciado placer, en su sombra y en su ruina, y siempre atentas aguardando
por ese espectro que mansamente las secuestre de su infierno y de su soledad.
Siniestramente débiles a la hora de la estaca, mágicamente firmes a la hora del
canalla que impiadosamente aprovecha sus venturas para negociar una tarifa que
por piedad no debería ni siquiera conversar. Las mujeres de ojos callados y
bocas enrojecidas pierden sus tacos caminando por nuestro histórico y absurdo
empedrado burgués, más luego, ataviadas, regresan al bar a la espera de esa
flor nunca regalada y una redentora propuesta que jamás será anunciada…
Autor: G.M.S
miércoles, 2 de diciembre de 2015
Algunos placebos y un blues instrumental...
Si estoy destinado a formar
parte de su olvido
le solicito buenamente algunos
tiernos placebos.
Por ejemplo…
que sus ojos bajen persianas a
intervalos extensos
pero constantes y que atentos
a los míos
no le cedan un instante al
desvío.
Otro de ellos sería desafiar
al simulacro
y de ese modo me tome como el
amante de sus noches,
ese mismo que no soy, o soy,
pero solo en mi capricho y su silencio.
Poco importa que el café se
haya entibiado
si esta idílica falacia
envuelve mi cielo.
No le niego a su voluntad mi
dolor,
tampoco le pido que me ampare,
solo que sepa que estoy.
Me gustaría sobrevivir entre
sus sábanas,
morir y nacer,
y pedirle prestado a la muerte
cierto instante de lujuria,
y soñar con los que nunca fue,
sin alquimistas mediante,
nada original ni extramundano,
solo abrazarla, contenerla y
ceder…
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