…le cuento que lamentablemente sostengo esas caducas sensibilidades
del romanticismo Inglés, le hablo de Coleridge, de Bayron, de Keats, de
Shelley… y esa debilidad conmueve cualquier gesto adusto que pueda invocar. Me
refiero a la pasión, cosa que el amor incluye de manera taxativa. A esta altura
de mi vida me pasaba lo que a usted con relación al cuerpo. Digamos que veía la
cuestión como una etapa superada, acaso se debían alinear los astros de manera
evidente para que determinadas temperaturas volvieran a conmoverme. Cuando
usted me respondió a la inquietud entendí que no debo volver sobre el tema y
que el poeta tenía razón. Usted fue quien afectó mis planetas apenas la tuve
cerca, usted fue quien mágicamente hizo que camine por mis juveniles huellas
pasionales. Rastros que esconden dolorosas frustraciones. En ese sentido y como
consecuencia, me lastima enormemente no haber podido corresponderle de la misma
forma y que siga pensando que su cuerpo no necesita ser homenajeado. Sospecho
en mi intimidad que de haber tenido yo esas virtudes vehementes usted hubiera
sentido eso que tan bien me hace sentir internamente y que de buena manera me conduce
por caminos que creí nunca iba a volver a transitar, desear y ser deseado hasta
la enfermedad… Y le pido por favor que no se culpe por nada; usted nunca me
engañó, de manera que no debe entristecerse por ninguna razón. Es probable que
en breve el brillo de la pasión vuelva a recorrer su poética belleza, vaya si
lo merece, y que alguien inesperado, alguien que no soy yo, recorra su tersa
geografía con la plena seguridad de su dicha y satisfacción... por eso, señora
mía..
… pudo ser pasajera insolente de mis distancias más cercanas, y convidada
de honor de aquellas suntuosas cenas nunca terminadas. Y pudo, amor mío,
deslizarse con ropas de turista por mis vírgenes paisajes, creados y reservados
solo para la única, tallados para mi célebre invitada. Y si no insisto en la
empresa es para no blasfemar su recuerdo, prefiero esta cruel abdicación de
forma tal no retratarla indómita, esquiva e insolvente, haciendo el supremo
sacrificio, tratando de entender las suertes, los destinos y mi angustia por no
haberla podido embriagar…
… a desvelos de mis olvidos estimo que sus cielos se desvanecen, por propia
voluntad descreo de su falsa alegría transitoria. La observo apasionada y
lejana, acaso inexpresiva, sedosamente oculta tras rimas que no me pertenecen.
En necedades etéreas convivo con mis inseguridades, perdones y lágrimas y
soledades infinitas. La observo liviana, ligera, con las secuelas de un póstumo
amor, esas maltrechas poesías descansan a pedido de su olvido sobre siniestras hojas
amarillas. Me basta conocer sus descuidos, estar allí si es necesario y si
usted lo demanda, me basta intuirla, comprender que en sus rondas nocturnas no
estará sola…
.. porque fue vértigo y poesía, y fue callejón sin salida, y fue su cuerpo
decente quien provocó estas heridas. Me siento cruel y villano, un portador de
recuerdos, incipiente ser humano de nostalgias mal habidas. Quise por Dios que
me amara, sé de su esfuerzo y su lucha, entiendo que su hermosura a mi lado no
lucía. Pido perdón por el daño que inconsciente le causé, cegado por egoísmo
perdí mi vida y mi fe. Si mi distancia desea le juro que la ha ganado, solo
espero que sus ojos puedan hallar lo deseado..
… amor, siento mucho defraudarla, pero todavía no puedo. No exija que escuche
lo que aún no puedo olvidar. Si cada noche sueño nuestra cama, entre brumas y
sonidos de placer, entre sudores y extensiones inasibles. Mis manos inquietas
continúan bocetando las sombras de su cuerpo y las sobras del mío, y están
allí, a pesar de usted, en cada grieta del techo, en los suburbios, en los
rincones húmedos, sobre las paredes derruidas y en las alcantarillas robadas. Amor,
siento mucho defraudarla, pero todavía no puedo. Mi amistad sería una innoble y
malhumorada excusa, construida con materiales de dolor, incapaz de serle útil,
coloreada en blanco y negro, deshilachada y sombría. Lo siento, pero el amor no
ha llegado a licenciarme, y le pido perdón, el amor sigue siendo sujeto, verbo
y predicado, morada, abrigo y ausencia; verbigracia, insiste y promete…
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