El escritor y su gato compartiendo soledades

El escritor y su gato compartiendo soledades
Los infiernos del escritor

domingo, 26 de octubre de 2014

Cuando el Arte Explica: NO SE PUEDE COMPRAR TODO (Anónimo)




Un noble inmensamente rico decidió un buen día que debía contar entre su séquito con un rapsoda que compusiera y cantara himnos y alabanzas a su persona. Para ello, mandó contratar al mejor juglar que hubiera en todo el mundo. De regreso, los enviados contaron que, en efecto, habían hallado al mejor rapsoda del mundo, pero que éste era un hombre muy independiente que se negaba a trabajar para nadie. Pero el noble no se dio por satisfecho y decidió ir él mismo en su búsqueda.


Cuando llegó a su presencia, observó que el juglar, además de ser muy independiente, se encontraba en una situación de franca necesidad.



-Te ofrezco una bolsa llena de oro si consientes en servirme -le tentó el rico.


-Eso para ti es una limosna y yo no trabajo por limosnas -contestó el rapsoda.


-¿Y si te ofreciera el diez por ciento de mi fortuna?


-Eso sería una desproposición muy injusta, y yo no podría servir a nadie en esas condiciones de desigualdad.


El noble rico insistió:


-¿Y si te diera la mitad de mi fortuna accederías a servirme?


-Estando en igualdad de condiciones no tendría motivo para servirte.


-¿Y si te diera toda mi fortuna?


-Si yo tuviera todo ese dinero, no tendría ninguna necesidad de servir a nadie.


sábado, 18 de octubre de 2014

CUANDO EL ARTE EXPLICA: EL PRECIO DE LA FAMA de Slawomir Mrozek





En el Caribe había muchos piratas famosos, pero el Capitán Morgan era el más famoso de todos. Hasta que la fama del Capitán Pedro Caníbal empezó a igualar la suya. Entonces surgió entre ellos la rivalidad por ostentar el título de pirata más famoso. El que llevara a cabo las acciones más temerosas, crueles e inauditas se llevaría el título. El Capitán Morgan, protegido por las tinieblas de la noche, penetró en la inexpugnable fortaleza de Santa Rita la Mayor y, tomando preso a su comandante, se retiró antes del amanecer. Pero Pedro Caníbal raptó al Virrey al mismísimo mediodía y además prendió fuego a la ciudad.
El Capitán Morgan tomó al abordaje la goleta Azucena y colgó a toda la tripulación. Pero Pedro Caníbal no sólo decapitó a toda la tripulación de la fragata Margarita, sino que encima rellenó de pólvora a su querido loro-mascota, le metió una mecha, le prendió fuego y lo soltó de la jaula. El loro explotó en el aire cuando ya pensaba que estaba a salvo.
El Capitán Morgan no se dejó ganar por su rival por mucho tiempo. Violó Personalmente al Arzobispo de Toledo, de visita entonces por las misiones de Ultramar. Pero Pedro Caníbal asó y se comió al Secretario del Arzobispo previamente escabechado vivo con veneno de serpiente de cascabel, según la receta de unos caníbales de la Amazonia. La admiración de la opinión pública se dividió a partes iguales entre ambos capitanes y ninguno de los dos lograba vencer al otro.


Entonces se propagó la noticia de que zarpaba para Europa un galeón de siete mástiles cargado con diez millones de piezas de oro y noventa y nueve vírgenes adolescentes, pertenecientes a los mejores linajes y destinadas a los mejores monasterios de España, Ambos capitanes se lanzaron al mismo tiempo a hacerse con un botín de tan extraordinario valor. Cada uno quería adelantarse al otro y resolver de una vez por todas a su favor la rivalidad por ostentar el título de pirata más famoso. Cuando Pedro Caníbal subió a bordo del galeón estaba seguro de su triunfo. Aunque por el camino había topado con vientos adversos, no se veía a Morgan por ningún lado, encontró el oro en su sitio y las vírgenes parecían intactas. Pero cuando empezó a contar, resultó que faltaba un ducado y una virgen. Y en la puerta del camarote del capitán encontró una hoja de papel clavada con un puñal:


QUÉDESE CON EL RESTO


Pedro Caníbal no sobrevivió a esta deshonra. A pesar de su apellido vulgar era un hombre de honor. En cambio el Capitán Morgan se convirtió en el pirata más famoso, aunque sólo había ganado una pieza de oro y una virgen de la que, además, se rumoreaban ciertas cosas.

viernes, 10 de octubre de 2014

APRENDER A PENSAR - Historia verídica







Sir Ernest Rutherford, presidente de la Sociedad Real Británica y Premio Nobel de Química en 1908, contaba la siguiente anécdota: 


 Sir Ernest Rutherford



Hace algún tiempo, recibí la llamada de un colega. Estaba a punto de poner un cero a un estudiante por la respuesta que había dado en un problema de física, pese a que este afirmaba con rotundidad que su respuesta era absolutamente acertada. Profesores y estudiantes acordaron pedir arbitraje de alguien imparcial y fui elegido yo.


Leí la pregunta del examen y decía: "Demuestre como es posible determinar la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro".

El estudiante había respondido: lleva el barómetro a la azotea del edificio y átale una cuerda muy larga. Descuélgalo hasta la base del edificio, marca y mide. La longitud de la cuerda es igual a la longitud del edificio.


Realmente, el estudiante había planteado un serio problema con la resolución del ejercicio, porque había respondido a la pregunta correcta y completamente.
 
Por otro lado, si se le concedía la máxima puntuación, podría alterar el promedio de su año de estudios, obtener una nota mas alta y así certificar su alto nivel en física; pero la respuesta no confirmaba que el estudiante tuviera ese nivel.


Sugerí que se le diera al alumno otra oportunidad. Le concedí seis minutos para que me respondiera la misma pregunta pero esta vez con la advertencia de que en la respuesta debía demostrar sus conocimientos de física.


Habían pasado cinco minutos y el estudiante no había escrito nada. Le pregunte si deseaba marcharse, pero me contesto que tenía muchas respuestas al problema. Su dificultad era elegir la mejor de todas. Me excuse por interrumpirle y le rogué que continuara.

En el minuto que le quedaba escribió la siguiente respuesta: coge el barómetro y lánzalo al suelo desde la azotea del edificio, calcula el tiempo de caída con un cronometro. Después se aplica la formula altura = 0,5 por A por T2. Y así obtenemos la altura del edificio.

En este punto le pregunte a mi colega si el estudiante se podía retirar. Se le dió la nota mas alta.



Tras abandonar el despacho, me reencontré con el estudiante y le pedí que me contara sus otras respuestas a la pregunta. Bueno, respondió, hay muchas maneras, por ejemplo, coges el barómetro en un día soleado y mides la altura del barómetro y la longitud de su sombra. Si medimos a continuación la longitud de la sombra del edificio y aplicamos una simple proporción, obtendremos también la altura del edificio.


- Perfecto, le dije, ¿y de otra manera?

- Si, contesto, este es un procedimiento muy básico: para medir un edificio, pero también sirve. En este método, coges el barómetro y te sitúas en las escaleras del edificio en la planta baja. Según subes las escaleras, vas marcando la altura del barómetro y cuentas el número de marcas hasta la azotea. Multiplicas al final la altura del barómetro por el número de marcas que has hecho y ya tienes la altura. Este es un método muy directo.


Por supuesto, si lo que quiere es un procedimiento mas sofisticado, puede atar el barómetro a una cuerda y moverlo como si fuera un péndulo. Si calculamos que cuando el barómetro esta a la altura de la azotea la gravedad es cero y si tenemos en cuenta la medida de la aceleración de la gravedad al descender el barómetro en trayectoria circular al pasar por la perpendicular del edificio, de la diferencia de estos valores, y aplicando una sencilla formula trigonométrica, podríamos calcular, sin duda, la altura del edificio.


En este mismo estilo de sistema, atas el barómetro a una cuerda y lo descuelgas desde la azotea a la calle. Usándolo como un péndulo puedes calcular la altura midiendo su periodo de precesión. En fin, concluyo, existen otras muchas maneras. Probablemente, la mejor sea coger el barómetro y golpear con el la puerta de la casa del conserje. Cuando abra, decirle: señor conserje, aquí tengo un bonito barómetro. Si usted me dice la altura de este edificio, se lo regalo. En este momento de la conversación, le pregunté si no conocía la respuesta convencional al problema (la diferencia de presión marcada por un barómetro en dos lugares diferentes nos proporciona la diferencia de altura entre ambos lugares) evidentemente, dijo que la conocía, pero que durante sus estudios, sus profesores habían intentado enseñarle a pensar.


El estudiante se llamaba Niels Bohr, físico danés, premio Nobel de Física en 1922, mas conocido por ser el primero en proponer el modelo de átomo con protones y neutrones y los electrones que lo rodeaban. Fue fundamentalmente un innovador de la teoría cuántica. Al margen del personaje, lo divertido y curioso de la anécdota, lo esencial de esta historia es que "le habían enseñado a pensar". 


 Niels Bohr



Por cierto, para los escépticos, esta historia es absolutamente verídica.

miércoles, 1 de octubre de 2014

CUANDO EL ARTE EXPLICA - Por aquello que más quiera de Luis Acosta García





Por aquello que más quiera

Luis Acosta García



Por aquello que más quiera

le suplico patroncito

no pretenda arrebatarme

lo que es mío nada más;

usted sabe que yo adoro

las caricias de mi china

con salvaje idolatría

como un puma montaraz.



Mándeme con tiempo fiero

con la hacienda más baguala,

o a jugarme tuito entero

en un día de elección;

mándeme a matar jaguares

o a montar un potro en pelo

que pa tuito he de servirlo,

como amigo y como peón.



Pero quiero prevenirle

que si güelve a repetir

la mirada de codicia

que a mi china dirigió,

ni su plata, ni su mando

lograrán pagar el precio,

de esas deudas, cuando cobran

los paisanos como yo.



Usted sabe patroncito,

que ya van pa´ diez abriles

que una tarde en una fiesta

a mi china conocí;

y como es tan agraciada

la seguía como a pleito

un matón con mucha plata

que llegó de Guaminí.



Usted sabe que esta fiesta

terminó con una muerte

y la causa de esa muerte

fue el nacer de una pasión;

y por eso, patroncito,

yo no quiero que me roben

lo que me costó tan caro

en heridas y en prisión.



Y disculpe patroncito

si lo ofendo sin querer

con venir a prevenirle

que no me haga una traición;

pero sepa que esas cuentas

los paisanos de mi tierra

las firmamos frente a frente

con la punta del facón...