El escritor y su gato compartiendo soledades

El escritor y su gato compartiendo soledades
Los infiernos del escritor

miércoles, 24 de mayo de 2017

Maestros del blues.. Duelo Nacional: Polifemo vs Orion´s Beethoven, entrega las espadas y arbitra Javier “Paco” Miró




Por Javier "Paco" Miró









Seguimos con lo Nacional en honor de la semana de Mayo.
Dos viejas bandas suben al escenario como en el reto de la película Blues Brothers. En este rincón un trío de aquellos Polifemo, Lebon, Raffanelli, Rodriguez con el “Blues de Buzios” muy buena banda, lamentablemente de vida corta. Sospecho que no continuó debido al paulatino alejamiento de David en la misma medida que se acercaba a  Seru Girán.




En el otro rincón Orion’s Beethoven, con “Canción del Lobo”. Una banda no siembre considerada que tenia un sonido poderoso sobre todo cuando acertaba en el estilo de lo que hacían. Los más conocidos de sus integrantes eran los hermanos Bar.  Al modificar varias veces sus formaciones abarcaron muchos estilos y eso también saboteó  su éxito, Tuvieron un gran éxito comercial con un cover de “Drift away”  que fue parte de toda guitarreada y fogón de la época se llamó “Toda la noche hasta que salga el sol” no se si en su momento reconocieron la copia pero bueno eso es historia. La gente no solo puede comentar sino también votar  por uno de ellos y se puede publicar el resultado..



...se acercaba esa época recurrente y escasamente original en donde la simulación aseguraba venturas insostenibles. Recordó a Kundera cuando se atrevió a desafiar desde su pluma a aquellos moralmente superiores que se jactan de sus magras valentías: “Algunos se alegran de que la inflación de cobardía trivialice su actitud y les devuelva el honor perdido. Hay otros que ya se han acostumbrado a considerar su honor como un privilegio especial al que no quieren renunciar. Por eso tienen por los cobardes un amor secreto; sin ellos su coraje se convertiría en un esfuerzo corriente e inútil que no suscitaría la admiración de nadie..." (del cuento El Inconfesable éxito del escritor fracasado. Autor G.M.S)

jueves, 18 de mayo de 2017

Maestros del Blues. La Petrolera, entrega las escarapelas Javier “Paco” Miró... y una historia de Mayo..




Por Javier "Paco" Miró

Blues de los Perros Azules



Solo una rata más.. 




Así que para la ocasión de la semana de mayo manda Blues Argentino. Y Elegí a esta banda que me gusta mucho: La Petrolera.
La Petrolera se formó en el año 1992 y su única grabación en estudios la realizaron en el año 1995 con su álbum La Petrolera Boogie Band editado por DBN. Como músicos invitados participaron el desparecido saxofonista Emilio Villanueva (Memphis, La Blusera) y el violinista Jorge Pinchesky.
La banda se formó en el barrio Villa del Parque de Buenos Aires, durante una zapada. Uno de los primeros conciertos que realizó La Petrolera fue en el Samovar de Rasputín, mítico lugar del blues y el rock porteño, ubicado en La Boca, a pocos pasos de Caminito. A partir de ahí tocaron en la mayoría de los Pubs y boliches de la Capital y el Gran Buenos Aires. La Petrolera estaba integrada por Marcos Ballanti en la guitarra y la voz, su hermano Memo en el bajo, Claudio Rodríguez en la segunda guitarra y Marcelo Aiello en la batería. Claudio Rodriguez falleció en Abril de 2016.

El Remolcador



Intuiciones de Mayo


Recorro un desordenado promedio de intuiciones escolares, bocetos incompletos con tachaduras y errores cronológicos.
Todos los años evocados y el mismo frío, y el mismo Cabildo y la misma Catedral. La Kodak Fiesta colgando del cuello y un rollo de veinticuatro plagado de fotos movidas e imágenes siniestramente inclinadas y descoloridas que tendrán destino de depósito y olvido en el póstumo ataúd de nuestro cuarto juvenil.
Las palomas de la plaza como juego y distracción, por entonces no eran consideradas plaga, el pánico a los Granaderos por el anual y recurrente fracaso en el intento de robarles la sonrisa. La chaqueta insignia de las grandes ocasiones reemplazaba, al menos durante la excursión, al utilitario y ridículo delantal de blanco y azul cuadriculado. El pantalón gris, largo, de sarga, y una raya delantera que marcaba con esmero la presencia matriarcal. – Chofer, chofer apure ese motor... que en esta cafetera.... – le cantábamos a Roberto, conductor del micro doce, tratando de apurar su lento y seguro transitar por la urbana y siempre congestionada Buenos Aires.
La señora Elsa Perrone de Améndola, maestra de grado, pintada como viejo paredón, nos regalaba su ampuloso y moderno peinado en altos sólo sostenido por un seco y profundo aroma a spray.
Cruzando el barrio de Balvanera repasábamos el nombre de las calles: Belgrano y Moreno hundiéndose en dirección al río. Saavedra, Azcuénaga, Matheu, Paso, Alberti, Larrea y Castelli son transversales a aquellas y en consecuencia paralelas entre sí; algunas llegan a relacionarse con las antes mencionadas, para otras es imposible, ya sea porque mueren antes o son literalmente asesinadas por los extraños caprichos de los diseñadores urbanísticos; sin contar que Rivadavia y su poder de veto se reserva el derecho de modificar el nombre de alguna de ellas.
Y luego, a mitad de la mañana, pasado el horroroso y amargo chocolate de bienvenida, los lúgubres pasillos de los húmedos museos nos muestran esos mismos nombres pero dentro de oscuros lienzos, alejando de plano toda idea o posibilidad de emulación. Oleos tristes, señales lejanas y ausentes, exagerando por sobre el imperio de sus gallardías opacas tonalidades.
Recién entrada la adolescencia pude comprender la importancia de estos tipos que hasta entonces eran gélidas muecas matutinas de doble mano o mano única, no importaba demasiado. Y supe comprender que cuando alguno de ellos debatía, las aguas se agitaban; que cuando escribían, los mediocres escritores temían por sus pertenencias; que tomaban las armas cuando en el horizonte se vislumbraba al enemigo de la Patria y que cuando fusilaban se hacían cargo.
En el extraordinario cuento Las Ménades, del libro Final de Juego, Julio Cortázar pone en boca del relator el siguiente dictamen: “Los aniversarios son las grandes puertas de la estupidez”. Recordando aquellos días me cuesta, desde la inteligencia, contradecir tamaña aseveración... Pero que va... uno resulta ser tan mediocre y vulgar que culmina desestimando la idea del poeta...




sábado, 13 de mayo de 2017

Maestros del Blues... The Paul Butterfield Blues Band



Se llamó Paul Butterfield Blues Band. Pero bien pudo haberse llamado Bloomfield Butterfield Blues Band o Mike Bloomfield Blues Band. Ambos generaban una energía especial arriba del escenario y en el estudio. Los dos primeros discos de la banda, en los que estuvieron juntos, son una prueba de ello. Ya en el tercero, The Resurrection of Pigboy Crabshaw, sin el guitarrista y la sección rítmica original, el grupo empezó a perder el rumbo. Entre los cambios en la formación, malas decisiones artísticas y peores resultados comerciales la banda terminó disolviéndose. Bloomfield y Butterfield siguieron caminos paralelos, trazados con la misma pluma. Desde entonces, sus carreras musicales fueron tan erráticas como sus vidas. Atravesaron períodos de desconcierto y de drogas y alcohol en exceso. Se perdieron y no pudieron volver. Bloomfield murió el 15 de febrero de 1981 y Butterfield el 4 de mayo de 1987. Tenían 37 y 45 años. La causa de muerte en ambos casos: sobredosis.








viernes, 12 de mayo de 2017

Historias de Antonio Diez, El Mayolero.. hoy "El hombre que se murió dos veces"...




“Esto realmente sucedió en un pueblo de nuestra zona, algunos de los viejos pobladores seguramente lo van a recordar. No diré donde, pero algunos veteranos lo han de recordar”...

Llegaban los carnavales, con la importancia que allá por los años ’60, en los pueblos o pequeñas ciudades desparramados por la Pampa Húmeda, cobraban una importancia hoy en día increíble.
Con tiempo la Municipalidad formaba la Comisión que organizaría los Corsos a realizarse en la avenida principal, que ornamentada “ad hoc” en las cuatro cuadras, recibiría mascaritas, alguna comparsa, algunos carruajes,“adornados como villalonga para el corso”, que darían brillo y lucimiento o al menos lo intentarían, hasta las 12 de la noche, instante en que una bomba de estruendo daba por terminado el desfile habilitando los juegos con agua, hasta esa hora estrictamente prohibidos, mas allá de los módicos chorritos perfumados a modo de rocío que emanaban de los pomos. El papel picado y algunas serpentinas daban la nota de color.
Otra de las funciones encomendadas a la Comisión Organizadora era la organización del Baile Popular, que junto a un par de clubes marcaban la estratificación de aquella sociedad. Los clubes rivalizaban en contratar las mejores orquestas disponibles. Típica y Jazz como se estilaba por entonces.
Sociedad Italiana y Sociedad Española sacaban a relucir sus viejos e inocentes antagonismo de sus respectivas nacionalidades, y la gente “bien” del pueblo discernía cual era el mejor “ambiente” para que las niñas lucieran sus galas, mientras que el pueblo “raso” allá iba, al “baile popular”, no sin antes otear por los ventanales los salones mas “finolis…”
La constitución de la Comisión Organizadora no dejaba de traer un complicado juego diplomático al despacho del Intendente de turno, que debía mantener un delicado equilibrio, entre descendientes de Italianos y de españoles, y además los partidos políticos actuantes en el distrito, a lo que había que sumar la representación de la “gente decente y principal” para que no se generaran más tensiones de las inevitables.
Aquel año la Presidencia había recaído en uno de los miembros de una acaudalada familia del lugar. Propietarios de una herrería, carpintería rural, empresa de transportes, que muchos años atrás había fundado su difunto padre, y los varios hermanos (menos uno) habían sabido llevar adelante. Y digo menos uno, ya que el menor de ellos padecía una demencia por entonces incurable (no se ahora) que desde muy joven lo había mantenido en internación en un instituto especializado. De éste, prácticamente no se hablaba, y al parecer su familia había espaciado sus periódicas visitas ya que en su enajenación no reconocía a nadie. Solo su madre ya muy anciana atesoraba el recuerdo por aquel, su propio hijo.
Todo se desarrollaba con normalidad, había sido una buena cosecha, los silos y galpones colmados de trigo daban fe. Los trabajadores del campo, finalizado el trabajo, “arreglaban las cuentas” con sus patrones chacareros, y quien más quien menos tenía unos pesitos. Por aquel entonces la semana de Carnaval también era una fiesta para los comerciantes, debido a que  el personal de las chacras aprovechaba para comprar ropa de invierno, algún guardapolvo para la escuela de los chicos y una cantidad de cosas que daban vida al comercio, al mismo tiempo creaban una sensación de bienestar generalizado que coadyuvaba al ánimo de la fiesta.
Como ya dije, la Presidencia de la Comisión había recaído en el mayor de los miembros de esta familia, que además era Presidente del Comité de la Unión Cívica Radical. Partido que por ese entonces Gobernaba el distrito.
El sábado por la mañana, todo estaba dispuesto, aceitado y ordenado. Seiguiyo Shimabukuro (el tintorero) y su familia se afanaban planchando los trajes que esa noche luciría la muchachada “bien”, Saint Pierre el modisto (si, en ese pueblo había un modisto, uno de sus hijos fue compañero mío de escuela primaria) con sus costureras repasaba los últimos detalles de los vestidos que sus clientas lucirían (no en el baile popular por supuesto). Los Hermanos Gáspari (músicos y peluqueros) entre afeitadas y sacadas de pelusa repasaban sus partituras, y ensayaban algunas piezas que incorporarían en calidad de estreno. Ulises Lasa y sus compañeros de “Los Dinámicos” también hacían lo mismo. Nada parecía alterar esa afiebrada normalidad que precedía a una fiesta por todos esperada, cuando una llamada telefónica vino a romper todo ese clima.
Desde Instituto en donde hacía muchos años estaba internado aquel de quien casi nadie (salvo su madre) recordaba o tenía presente, avisaban sobre su fallecimiento.
El “Chilo” Arán, que repartía su tiempo en sus dos negocios (carnicería y funeraria) fue convocado (tampoco había otro), y colgó el delantal dejando la carnicería a cargo de su dependiente; pasó por su casa, se puso el traje de su otro trabajo, y rápidamente se hizo cargo de la situación, comunicándose con un colega de Buenos Aires con quien ya estaba por años conectado para estos menesteres.
Mientras el Chilo y su colega se ocupaban de los detalles burocráticos del traslado del cadáver, la noticia corrió como un reguero de pólvora por todo el pueblo, que en su mayoría ni siquiera recordaba de quien se trataba y de su lamentable historia de vida. El Intendente convocó de urgencia a la Comisión organizadora, que dispuso por unanimidad adherir al duelo, interrumpiendo todos los festejos del carnaval. La vida pareció suspenderse salvo en los barrios un poco más alejados donde muchachos y chicas, ajenos a la gravedad de la cuestión, intercambiaban globazos y baldazos de agua, como preludio de otros juegos que vendrían mas tarde…
Cerca de la medianoche, llegado que fue el furgón de traslado a lo del “Chilo”, éste procedió a colocar el cadáver en el ataúd que la familia había dispuesto para el velatorio. Ataúd que obviamente correspondía a la importancia de la familia del fallecido, que hasta bóveda propia tenía en el Cementerio local. Una vez acondicionado el cadáver, el Chilo, llamó a los hermanos para que dieran su visto bueno, aconsejando que el velatorio se hiciera a cajón cerrado, dado que habían transcurrido muchas horas del deceso, y un traslado por ruta en un viaje de cinco horas en pleno mes de febrero, no habían contribuido en nada a mejorar el aspecto del occiso. Hacía mucho tiempo que no lo veían, y en un breve conciliábulo decidieron aceptar el consejo profesional del Chilo, ya que según ellos mismos lo vieron tan cambiado que no lo hubieran reconocido.
Los dos floristas del pueblo agotaron rápidamente sus existencias y tuvieron que acudir a sus colegas de las ciudades vecinas. Nadie quería quedar ausente de aquel acontecimiento, Coronas, palmas y ramos colmaban la sala velatoria y hasta la misma vereda exhibía las ofrendas florales que ya no cabían en el local.
El sepelio se había establecido para el domingo a las 17 horas, con misa de cuerpo presente como correspondía a una familia decente y principal….
Tiempos de funeraria de tracción a sangre, carroza con seis caballos, tres portacoronas, y cuatro coches de duelo, partió el cortejo a la hora dispuesta, hasta llegar a la puerta de la iglesia, cardinal en donde el párroco aguardaba flanqueado por cuatro monaguillos.
En ese momento y a contramano apareció la Estanciera (único vehículo que disponía la Policía del lugar), conducida por el Comisario, vestido con Uniforme de Gala (hasta un ratito antes había estado en el velorio), el cual bajó apurado para reunirse de inmediato en agitado conciliábulo con los hermanos del finado y el Chilo, éste último encargado  de llevar adelante la ceremonia protocolar. Éste se acercó a la carroza fúnebre y dio algunas órdenes a sus empleados, que rápidamente pusieron en marcha el cortejo, pero en lugar de tomar camino al cementerio, volvieron a la funeraria.
¿Qué había sucedido? En el Instituto donde se produjo el fallecimiento, nadie había notado que dos internos habían cambiado, vaya uno a saber porqué, sus camas. Y resultó que el que se suponía muerto, seguía vivo, y al que habían velado con toda pompa y solemnidad era otro…. Inmediatamente se pusieron en contacto con la Policía que utilizando sus equipos de radio comunicó la novedad a la Comisaría local.
Un par de años después, realmente falleció la persona en cuestión. Demás está decir que fue sepultado en con la mayor discreción y sin demasiada ceremonia.
¡¡¡¡Carnavales eran los de antes!!!!

Dedicado a mis amigos Ana María Blaiotta, Luis Pusineri y Pedrito Iribarne que en todo caso podrán corroborar mis dichos (o desmentirlos si así lo creen) ya que creo que todos lo vivieron de cerca.


Antonio (el Mayolero)

viernes, 5 de mayo de 2017

Maestros del Blues.. hoy IKE & TINA TURNER, invita Javier “Paco” Miró, para QUE NADIE DUERMA, como rima y sufre el sanguíneo y maravilloso poema de CLAUDIA SERRA



Por Javier "Paco" Miró





La mayoría solo conoce la historia a partir de los éxitos de los 80’s mezcla de Rock, Pop, Soul, etc y esa inconfundible voz. Algunos recuerdan mas allá como importantes artistas de los 60-70’s, los covers de algunas canciones de los Beatles, Credence y aquel electrizante “Nutbush City limits”. A mediados de los 60 grabaron otro éxito que los acompañó por muchos años "River Deep – Mountain High".
Sin entrar a contar 4 décadas de historia podemos destacar que Ike ya era un músico de Rock and roll conocido especialmente en el Sur de USA, allá por 1958, y una chica que salía con el saxofonista llamada Ana Bullok fue invitada a cantar en uno de sus shows. Ike quedo electrizado por su potente voz, inmediatamente la incorporó al grupo, le dio lecciones de performance y de cómo moverse en el escenario, luego incorporó un trío de chicas para hacer los coros conocido como las “Ikettes” y le cambio el nombre de Ana por el Tina Turner. Luego el dúo comenzó a tener éxitos y reconocimiento internacional.
Pero lo que muy pocos saben es que a fines del año 69 principios del 70 grabaron un disco llamado “IKE AND TINA TURNER SING THE BLUES” cantando clásicos de BB KING, ROBERT JOHNSON, RAY CHARLES, ALBERT KING y otros.

Para amantes del género creo que merece la atención si no lo han escuchado, les propongo cuatro páginas memorables; la voz de Tina realmente alcanza en este registro quizás su máximo potencial en fuerza y sentimiento. Una pena que la pareja solo grabo un álbum de Blues.






Que nadie duerma
Claudia Serra

Mi traje marrón se hiere con cada bala.
Vestido en él supe presentar mis respetos
al inmenso amor de Laura.
Pero ahora, mi traje y yo, miramos anestesiados
 las fauces abiertas de este pájaro de fuego
que doblega las azoteas cautivas del miedo
y las metralla sin piedad.
El rostro sin mañana de Miguel, mi amigo,
me despide trágico a lo lejos
y mientras me crecen pequeñas lunas en el pecho,
mi país es Turandot inconmovible y yo venzo muriendo
pero antes ruego , en la noche en la que nadie dormirá, 
que mi silencio ensordezca por siempre a los hombres-perro ;
que la vergüenza persiga al raptor de mis huesos
y que los honestos disculpen
la ingenuidad de este hombre y su traje barato
que no aceptaron los futuros imperfectos
que bosquejaba por entonces el Mal.
Caído de rodillas, mi espalda reclama el suelo, maltrecha,
y con los brazos en cruz sostengo el peso de esta pasión gigante
que a partir de hoy flotará fantasma en cada beso
robado a los sueños de los que me amaron y amé.
Pero ya voy de salida de esta ciudad mugrienta
que castiga brutal a sus centauros.
Abajo,  un mar hambriento espera el siguiente vuelo
que me condenará a ser espuma sobre arena,
escribiendo marea tras marea,
 la historia de cómo conquistamos a Laura,
mi traje marrón y yo.