Maestros del Blues. La Petrolera, entrega las escarapelas Javier “Paco” Miró... y una historia de Mayo..
Por Javier "Paco" Miró
Blues de los Perros Azules
Solo una rata más..
Así que para la ocasión de la semana de mayo manda
Blues Argentino. Y Elegí
a esta banda que me gusta mucho: La Petrolera.
La Petrolera se formó en el año 1992 y su única
grabación en estudios la realizaron en el año 1995 con su álbum La
Petrolera Boogie Band editado por DBN. Como músicos invitados participaron el
desparecido saxofonista Emilio Villanueva (Memphis, La Blusera) y el violinista
Jorge Pinchesky.
La banda se formó en el barrio Villa del Parque de Buenos
Aires, durante una zapada. Uno de los primeros conciertos que realizó La
Petrolera fue en el Samovar de Rasputín, mítico lugar del blues y el rock
porteño, ubicado en La Boca, a pocos pasos de Caminito. A partir
de ahí tocaron en la mayoría de los Pubs y boliches de la Capital y el Gran
Buenos Aires. La Petrolera estaba integrada por Marcos Ballanti en la guitarra
y la voz, su hermano Memo en el bajo, Claudio Rodríguez en la segunda guitarra
y Marcelo Aiello en la batería. Claudio Rodriguez falleció en Abril de 2016.
Intuiciones
de Mayo
Recorro un
desordenado promedio de intuiciones escolares, bocetos incompletos con
tachaduras y errores cronológicos.
Todos los años
evocados y el mismo frío, y el mismo Cabildo y la misma Catedral. La Kodak
Fiesta colgando del cuello y un rollo de veinticuatro plagado de fotos movidas
e imágenes siniestramente inclinadas y descoloridas que tendrán destino de
depósito y olvido en el póstumo ataúd de nuestro cuarto juvenil.
Las palomas de la
plaza como juego y distracción, por entonces no eran consideradas plaga, el
pánico a los Granaderos por el anual y recurrente fracaso en el intento de
robarles la sonrisa. La chaqueta insignia de las grandes ocasiones reemplazaba,
al menos durante la excursión, al utilitario y ridículo delantal de blanco y
azul cuadriculado. El pantalón gris, largo, de sarga, y una raya delantera que
marcaba con esmero la presencia matriarcal. – Chofer, chofer apure ese motor...
que en esta cafetera.... – le cantábamos a Roberto, conductor del micro doce,
tratando de apurar su lento y seguro transitar por la urbana y siempre
congestionada Buenos Aires.
La señora Elsa
Perrone de Améndola, maestra de grado, pintada como viejo paredón, nos regalaba
su ampuloso y moderno peinado en altos sólo sostenido por un seco y profundo
aroma a spray.
Cruzando el barrio
de Balvanera repasábamos el nombre de las calles: Belgrano y Moreno hundiéndose
en dirección al río. Saavedra, Azcuénaga, Matheu, Paso, Alberti, Larrea y
Castelli son transversales a aquellas y en consecuencia paralelas entre sí;
algunas llegan a relacionarse con las antes mencionadas, para otras es
imposible, ya sea porque mueren antes o son literalmente asesinadas por los
extraños caprichos de los diseñadores urbanísticos; sin contar que Rivadavia y
su poder de veto se reserva el derecho de modificar el nombre de alguna de
ellas.
Y luego, a mitad de
la mañana, pasado el horroroso y amargo chocolate de bienvenida, los lúgubres
pasillos de los húmedos museos nos muestran esos mismos nombres pero dentro de
oscuros lienzos, alejando de plano toda idea o posibilidad de emulación. Oleos
tristes, señales lejanas y ausentes, exagerando por sobre el imperio de sus
gallardías opacas tonalidades.
Recién entrada la
adolescencia pude comprender la importancia de estos tipos que hasta entonces
eran gélidas muecas matutinas de doble mano o mano única, no importaba
demasiado. Y supe comprender que cuando alguno de ellos debatía, las aguas se
agitaban; que cuando escribían, los mediocres escritores temían por sus
pertenencias; que tomaban las armas cuando en el horizonte se vislumbraba al
enemigo de la Patria y que cuando fusilaban se hacían cargo.
En el extraordinario
cuento Las Ménades, del libro Final de Juego, Julio Cortázar pone en boca del
relator el siguiente dictamen: “Los aniversarios son las grandes puertas de la
estupidez”. Recordando aquellos días me cuesta, desde la inteligencia,
contradecir tamaña aseveración... Pero que va... uno resulta ser tan mediocre y
vulgar que culmina desestimando la idea del poeta...
El mejor medio de socorrer la mendicidad y la miseria es prevenirlas y atenderlas en su origen, y nunca se puede prevenir si no se proporcionan los medios para que se busque su subsistencia” Lo dijo uno de esos tipos congelados en esos cuadros
ResponderEliminar― Manuel Belgrano
Recomindo especialmente el ultimo video con el acompañamiento del gran Jorge Pinchevsky
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