El escritor y su gato compartiendo soledades

El escritor y su gato compartiendo soledades
Los infiernos del escritor

viernes, 17 de febrero de 2017

Maestros del Blues. California Honeydrops, invita Javier “Paco” Miró.. y una yapa poética




 por Javier "Paco" Miró




Los California Honeydrops banda americana de Blues formada en noviembre de 2007 en Oakland, California, Estados Unidos.

Mezclando blues R&B y Soul,  el sonido de The California Honeydrops está marcado por su instrumentación, armonías vocales y estilo de Nueva Orleáns y la incorporación de instrumentos fabricación casera, como por ejemplo, un bajo que utiliza un balde de metal, y una tabla de lavar. Sus ritmos son puntuados por la trompeta, con riffs de piano y voz Blues. .El líder Nació en Varsovia, Polonia,  se trata de Lech Wierzynski, el cual comenzó a tocar blues y jazz siendo adolescente en sesiones en Washington D.C. Después de estudiar trompeta con Marcus Belgrave, Wierzynski lanzó su carrera en Oakland. Wierzynski puede desempeñarse como trompetista, cantante y guitarrista. Completan la banda Chris Burns en piano, y en batería y percusión Nansamba Ssensalo y Ben Malament.



Su primer álbum, Soul Tub!, con todas las canciones originales fue lanzado en noviembre de 2008. Su segundo álbum,  Untando Miel fue lanzado en el verano de 2010. Los California Honeydrops estuvieron de gira por Estados Unidos y España en el 2012 incluyendo apariciones en el Portland Waterfront Blues Festival. Le siguieron varias giras por Europa  y una actuación en el Festival de Jazz de Nueva Orleans. Lanzaron su quinto álbum el 11 de septiembre de 2015. La banda toco en The Fillmore en San Francisco y fueron teloneros de Bonnie Raitt durante su gira por Estados Unidos.

En los videos se agrega la increíble voz de Grace Love la reina del Soul en Seattle y su guitarrista Jimmy James (Recomiendo visitar Grace Love and the True Lovers si les gusta el soul)

Creo que realmente emociona la versión del tema de Ray Charles que alguna vez los Creedence tocaron con tanto sentimiento “This night is the rigth time”






...a mi existencia le faltaba poesía, por eso lo necesito, me aseguró la dama. Mis otras parejas adolecían de su brillo poético, ellos eran expertos en el arte del ostento. Amo sus formas, sus decires y sus pausas, su prosa encandila, emociona, me instala en otro lugar. Pasado el tiempo, no mucho, comencé a observar de qué manera esos bocetos en rima eran utilizados para nivelar muebles, para sostener ventanas que se abrían sorpresivamente, para envolver y preservar semillas de sésamo, para apuntalar recordatorios menores. El ostento cotidiano, vulgar y posmoderno había regresado a su lugar; el poeta ya no era necesario. Las anteriores instancias fueron tabuladas en sus reales contextos y dimensiones, al fin de cuentas en las librerías sobran títulos que contengan textos poéticos… Aún así y a pesar de las contraindicaciones, las mujeres son encantadoras...


viernes, 10 de febrero de 2017

Typhoon, bellísima melodía poética de mi amigo Javier “Paco” Miró, y una breve historia coyuntural. Las cartas, el correo, los carteros, 70.000 millones de razones para sentirse desilusionados a la espera de un inexorable y final tifón ...





Las Cartas


Desaparecieron de la faz del planeta hace años y nos hay quién pregunte por ellas. Dicen los eruditos que las últimas vistas estuvieron redactadas por vetustos y oscuros escritores, fieles entusiastas de amores imposibles o perdidos. No se sabe con certeza sobre el destino de tales misivas, ignorándose su éxito o su fracaso. Lo cierto es que los empleados del correo afirman que desde fines de los ochenta no pasan por sus manos correspondencia que contenga algún dolor o alguna lágrima escondida. Tales dolores o lágrimas eran fácilmente detectables por los rasgos temblorosos de la sección remitente. Afirman los peritos en la materia que usualmente el sector destinatario cuenta con un rasgo firme y de marcada osadía mientras que el inciso remisor conlleva el nerviosismo de la falta del anonimato.

En charlas recurrentes se debatía sobre la desaparición de las cartas de manera afanosa y apasionada. Las discusiones al respecto eran virulentas y derivaban en conceptualizaciones desde antropológicas hasta económicas, pasando por la caracterización del comportamiento humano.

Ernesto Saldivar sostenía a pie juntilla la idea que en la actualidad nadie ama lo suficiente como para perder veinte minutos de su vida en escribir aquello que no puede decir y menos aún gastar unos magros pesos en un sello fiscal.
Dalmiro Manfreditti en cambio responsabilizaba de tal situación a la desaparición de los buzones. Sostenía que el misterio y encantamiento que estos ambientes cilíndricos poseían eran esenciales para el éxito del cometido que la misiva portaba. Todo remitente estaba persuadido sobre la existencia de musas colaboracionistas, moradoras silenciosas de sus inhóspitos interiores, depositando su fe en ellas. Al retirarse del escenario urbano estos sigilosos cómplices ya nadie estimaba conveniente dejar librado al azar sus mensajes melancólicos.

Javier Bussetti achacaba esta ilógica desaparición al poco tiempo que la gente tenía para las cosas importantes de la vida. Sostenía que lo terrenal le había ganado casi todo el espacio al espíritu siendo las reglas del mercado los paradigmas a seguir. La conservación del empleo, mejorar el estándar de vida, procurar no estar al margen de cada novedad para no quedar a la vera de las modas, eran razones imperiosas para malgastar el tiempo sin ningún tipo de vergüenza.

Gerardo Faldo agregaba estadísticas muy ricas a la charla. Con cuadros y fórmulas dignas de ilustres matemáticos demostraba que de cada cien unidades repartidas, setenta correspondían a publicidad u ofrecimientos de servicios y el resto a facturas de impuestos, telefonía, gas, luz y demás deudas que la gente normal tiene que afrontar por la sola razón de haber nacido.

Los pocillos de café invadían la mesa a medida que el debate iba creciendo en contenido, impidiendo con su presencia el espacio físico esencial para depositar la obligada vuelta de Fernet con el acompañamiento del tradicional ejército de platitos.

El mozo del bar, Segura, mientras despejaba el terreno, aseveraba que la aparición del correo electrónico, las redes sociales y del celular eran los factores más importantes. Sostenía que en la actualidad los mensajes de amor o de amistad circulan vía Internet.

-          No me jodás, gallego – se quejaba Faldo a modo de reproche -.  ¿Te parece que una mina puede sentirse atraída  por un mensaje que aparece en una fría pantalla?
-          Y si es igual que el tipo, sí - afirmaba Segura -. No te olvides que en la actualidad todos se parecen mucho; la personalidad ha quedado en el olvido y tanto la imaginación como la originalidad brillan por su ausencia.

Con sus guardias vencidas y añorando aquella hermosa sensación que experimentaban cuando llevaban, puerta a puerta, cartas que “decían cosas” terminaron sus Fernet y su picada, buscando en el humo del tabaco que los cubría alguna explicación asequible sobre las causas o razones que explicasen con inescrutables certezas la mortalidad de ese maravilloso arte. Sus lamentos y dudas eran acompañados por un silencio de velatorio plagado de rumores propios y ajenos, lejanos y cercanos, como entendiendo... que ya nada se podía hacer al respecto. 

G. M. S.


viernes, 3 de febrero de 2017

Maestros del Blues. Ronnie Earl... y como siempre, por allí se filtra algún fatigoso y olvidable texto..




Su nombre verdadero es Ronald Hovarth. Acaso pueda considerarse como uno de los tres o cuatro guitarristas más finos del género de la década del 80, aunque para los ortodoxos siempre ha transitado por una sospechosa línea heterodoxa en donde el jazz y el rock tenían su espacio reservado.

Nació en Queens, Nueva York el 10 de marzo de 1953, y fue a poco de ingresar en la Universidad de Boston en donde se sintió atrapado por el blues y la guitarra. 36 trabajos de excelsa calidad artística, elegante y sentida, hablan de él desde 1979, año de su primera grabación hasta el año 2015. Imposible escoger y no ser injusto con obras de otras, me atrevo aún así, invitándolos con estas cinco muestras de su arte. 










Las suertes que la vida me ha regalado, le dije al tipo. Como en toda suerte ni siquiera cabe la responsabilidad. Por suerte no soy periodista, de manera que nadie va tomar en serio mis pensamientos, análisis, informaciones y menos aún seré invitado a tediosos encuentros que apenas finalizados quedarán en el olvido. Por suerte no soy escritor. Por eso mis novelas, cuentos y poemas no tienen la obligación de llevar el fatigoso peso de una firma sospechosa. Si uno se choca casualmente con alguno de ellos no se verá forzado a saber quién es el autor. Además uno se ahorra vida al no sentirse parte de tertulias y convites en donde generalmente la literatura queda a un costado, como en estado de espera, hasta que vuelva a recuperar su rol fundamental. Por suerte uno no es inteligente ni sagaz, cuestión que me permite obtener licencias de modo no molestar a mis cercanos y lejanos con postulados fundantes y frases de almanaque. Por suerte no tengo ni la ambición ni el desvelo de superarme y menos aún de superar a mis linderos. Por suerte no estoy en ningún listado cuando de valorizaciones se trata. Por suerte nadie cuenta conmigo en su imaginario. Es una excelente forma de no defraudar y a la vez le permite a uno dar la sorpresa inesperada sobre algún inciso no pensado. Por suerte no me esfuerzo por agradar. En ocasiones dicha carga conlleva cierta dosis de hipocresía que lacera, y mucho, a medida que los años avanzan. Por suerte ni el deber ser, ni ser políticamente correcto, cuentan en mi vademécum.  Por suerte no creo en supersticiones. El amor para toda la vida, el amigo incondicional, la verdad revelada, la credibilidad, los pueblos nunca se equivocan, el hombre es bueno, el olvido, la memoria, Dios existe, Dios no existe, la existencia de los imprescindibles, la vida es muerte que viene, la muerte es vida vivida o que cada día que pasa nos parecemos más a ese cadáver que alguna vez seremos. De todas maneras llevar las maletas cargadas con semejante fortuna es el precio que uno debe asumir y pagar para tratar de ser, como decía el recordado Osvaldo Ardizzone, un hombre común, sin aspiraciones extraordinarias ni ordinarias, de ser una persona fácil, sin limitaciones formales, sin que pese el veto o la aprobación exterior, sin ser invasor ni ser invadido, de ser feliz de a ratos, de hacer feliz de a ratos...



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