DE
PIRATAS Cuento
I
Como era habitual colgó su saco de manera prolija dentro de su vestidor, previo cepillado, en el lugar correspondiente al día viernes, artificio que había diseñado en el segundo dormitorio de su solitario departamento de tres ambientes. El cuarto, de tres metros por algo más de dos, además de un placard de dos cuerpos empotrado a la pared, el cual venía en su plano original, poseía tres hileras de estantes alrededor cuyo diseño había realizado en función de sus modestas comodidades. Se trataba de un mobiliario subdivido en cajoneras, zapateros, corbateros, amplios armarios a la vista, percheros para sombreros, dispensarios para accesorios y espejos en varios sectores, los cuales consideraba elementales. El piso estaba alfombrado con un modelo sobrio de fino tejido sepia, completando el recinto un puff central de terciopelo en la misma tonalidad. Más allá de su diseño le había incorporado un ordenamiento lógico de acuerdo a su rutina semanal. Así pues cada día tenía su universo a pesar de que buena parte de las prendas eran iguales. Ambos azul profundo y camisas blancas dominaban el centro de la escena, solo poseía libertad para las corbatas, los modelos de zapatos, aunque siempre negros, los gabanes invernales y desde luego las mudas.
El dormitorio principal era muy
amplio debido a que había eliminado el placard empotrado y ocupado ese espacio
con la cabecera de la cama de dos plazas y media, la cual poseía una mesa de
luz incorporada al mismo cuerpo, solo una cómoda para ropa blanca oficiaba como
soporte. Alrededor y casi hasta el cielorraso estanterías de concreto simétricamente
ordenadas contenían sus lecturas, clásico universales, ensayos filosóficos y
literatura argentina completaban sus casi quinientos ejemplares. Cocina y
comedor componían una misma melodía a propósito de una
reforma que el propio Valentino Bustos realizó poco después de haberlo
adquirido. Una suerte de barra alta estilo bar con banquetas de algarrobo de un
lado y del otro, le daban al conjunto amplitud y luminosidad debido a los
ventanales que desde el propio comedor daban al balcón. Eran en total setenta
metros cuadrados sobrios y de exquisita moderación, la excelencia del buen
gusto, la compleja belleza de lo simple. Su ubicación sobre la Avenida Las Heras
a la altura de su cruce con Pueyrredón, le permitía al Tino, así lo llamaban
los pocos que lo frecuentaban, cierta centralidad operativa en función de sus
actividades.
Comenzando a
transitar los cuarenta observaba que su retiro estaba próximo, o que por lo
menos era necesario hallar alguna gestión laboral que le permitiese ingresos
adicionales para mantener su estándar de vida. Cada vez era menos convocado por
la industria del cine para adultos, más allá de sus atractivos y viriles dotes,
características que casi veinte años atrás lo habían transformado en el actor
más requerido y taquillero de dicho segmento. La edad en estos rubros es factor
limitante, más allá del gimnasio y los cuidados. Los jóvenes empujan con su
impronta renovada, como en su momento él lo hizo. Este éxito como actor del
rubro condicionado le posibilitó anexar un servicio muy serio y discreto de edecán
masculino exclusivamente para damas, una suerte de boyfriend liberal en donde la buena y noble compañía estaba en el centro
de la escena, cuestión que organizó y desarrollo con pródiga demanda mediante
una página de Internet que justamente le diseñó su hoy amiga y primera clienta,
la madura Victoria Lusti, casada con su novio de la adolescencia, el célebre y
mediático agente bursátil Ernesto Carracedo, asiduo concurrente a programas
económicos, la cual con el tiempo, una vez aplacados sus deseos, se transformó
en su más cercano afecto, en su confidente, incluso no solo intervenía en la
selección de las candidatas sino que además le aconsejaba sobre las películas
que debía o no hacer leyendo previamente no solo los contratos, sino además los
libretos y el elenco. Victoria veía a Valentino como su hermano menor aunque en
ocasiones, sobre todo luego de ciertos desplantes maritales, la dama dejaba de
lado el idilio fraternal para rememorar aquellos lujuriosos afanes del pasado. Promediando
los cincuenta años de edad no sentía la obligación de asumir una lógica
predictada, sexualmente estaba vital y su cuerpo aún proponía, gracias a los
cuidados naturales e inversiones artificiales que financiaba su marido, una
llamativa curiosidad, cosas que en tanto necesitara tenía a Valentino como
protagonista principal. La casona en
donde se grababan los film para adultos y que oficiaba como estudio
cinematográfico estaba a cinco cuadras de su departamento y la selección de su
cartera de clientas incluía de manera taxativa el inciso barrial, siendo
Recoleta, Palermo, Botánico y Barrio Norte la zona de influencia, por lo tanto
rara vez utilizaba su auto dentro de la ciudad, acaso lo hacía cuando alguna
solitaria escapada de descanso o en caso de haberse comprometido como
acompañante en un viaje de fin de semana, cosa que para su ventura ocurría muy
espaciadamente, debido a que la mayoría de las interesadas por sus servicios
personales eran casadas, y las que no, viudas. Solo aceptaba periplos más
extensos, a saber cruceros o convenciones, solo si la propuesta provenía de una
dama de su entera confianza, con la que estuviese cómodamente a gusto y que además incluyera una suma monetaria que
justificase no solo su ausencia de los foros cinematográficos sino además
pospusiese su nutrida agenda boyfriend.
Debido al
riesgo que posee su actividad secundaria Valentino disponía, tanto en su departamento
como en su auto, del aprovisionamiento de varias armas cortas para la defensa
personal, muy bien mimetizadas por cierto y estratégicamente distribuidas, incluso,
en ocasiones, cuando se sentía inseguro de las personas a tratar, era portador de
una ellas. Son seis en total: Dos pistolas Remington RM 380 y dos revólveres
Smith & Wesson M637 calibre 38, todas ellas en su departamento, una pistola
Walther P99 en el auto y su arma personal HK P2000, como la anterior, también
de 9 milímetros.
Era viernes,
y se disponía a disfrutar de su soledad, homenaje al prójimo según Mario Benedetti,
y al ser él su prójimo más cercano vaya pues el más sincero de los tributos. Para
la jornada había previsto un par de bandejas de langostinos los cuales
rebozaría doblemente y fritaría con oliva, crustáceos que serían acompañados
por unas endivias aderezadas con queso azul, mientras que el toque de
distinción final lo otorgaba un Sauvignón blanc original de Burdeos, obsequio
que una de sus clientas le había traído de Francia hacía apenas quince días. Apagado
el celular, puesta en marcha la funcionalidad musical blusera, género de
cabecera, se disponía a su experimentación gourmet mediterránea cuando el
timbre del portero eléctrico alteró el momento.
-
Buenas noches ¿Valentino Bustos?
-
¿De parte de quién? – El sistema visor daba muestras de un hombre
solo -
-
Me apellido Carracero. Ernesto es mi nombre, y soy el esposo de
Victoria Lusti, en realidad viudo es mi presente estado. Esta mañana hallaron
su cadáver en los alrededores de la Plaza San Martín sin signos de violencia.
Si me permite quisiera conversar con usted sobre la tragedia. Sé que ambos
mantenían una relación muy cercana desde hace más de veinte años de manera que
puede saber cosas que yo no sé para tratar de averiguar qué le sucedió.
-
Si me aguarda diez minutos bajo y la seguimos en la confitería de
la esquina.
-
Lo espero y gracias.
Valentino se
tomó ese tiempo para ordenar y regresar todo a su sitio de conservación, dejar
el departamento en condiciones, apagar servicios, vestirse con algo menos de
entrecasa y mimetizar bajo su campera de cuero, sobaquera mediante, uno de los
Smith & Wesson que tenía a mano. Aún en la confusión y la tristeza en que
lo colocó la noticia recibida no podía ignorar lo que este hombre aseguraba, el
conocer su domicilio era un detalle muy preocupante, muy pocas personas lo sabían,
incluso generalmente solía alquilar habitaciones de hoteles distinguidos de la
zona para sus servicios personales, hospedajes con los cuales poseía
intercambios comerciales, por lo tanto consideró que debía ir a la urgente cita,
pero con seguras prevenciones.
-
Antes que nada Valentino le agradezco por aceptar molestarse y
bajar a conversar sobre Victoria. Me atreví a venir porque intuí que no
rechazaría la invitación habida cuenta de lo ocurrido, obviamente desconocía si
estaba enterado, la noticia estuvo en los medios de la tarde, sospeché de
inmediato que la situación lo habrá colocado en un estado de profunda tristeza.
-
Ni lo dude. Éramos muy amigos, casi veinte años compartiendo
confesiones.
-
Y muchas otras cosas más. No me diga nada ni se inquiete, sé todo
con relación a las pasiones que los unían. Es probable que Victoria me haya
ocultado otras relaciones ocasionales que tuvo pero jamás lo hizo con respecto
a la suya, creo que eso me puso en autos sobre el amor que sentía por usted, y
que no le importaban mis celos, enojos o desplantes, en cierto momento entendí
que usted era el ser humano imprescindible y que le daba sentido a la vida de
la persona de la cual yo estaba enamorado. Por eso lo convoqué, primero para
que me acompañe durante las exequias, no puede faltar a la cita, y segundo que
me ayude a desentrañar qué ocurrió con Victoria. Las primeras pesquisas hablan
de suicidio debido a que no encontraron signos de violencia ni le faltaba nada
en su cartera, violación y o robo quedaron descartados de inmediato. Incluso no
tenía un rictus mortuorio traumático, dejando establecido que la cantidad de
Amatoxina encontrada en su sangre, más allá de su importante cantidad, era de
altísima concentración. Este veneno se encuentra en algunas setas y posee un
efecto hepatotóxico. Cuando se ingiere ataca directamente a las células del
hígado y los riñones. Siempre dependiendo de la dosis ingerida, a las pocas
horas, la víctima entra en coma o se produce el definitivo paro
cardiorrespiratorio. Además usted y yo sabemos que Victoria jamás tomaría una
determinación de esas características. Disfrutaba mucho de su vida liberal, las
veces que tocábamos el tema ante la noticia de algún evento similar veía al
suicidio como un decil demencial. Aquí evidentemente ocurrió algo durante los
últimos dos o tres días que se me está escapando.
-
La última vez que hablé con Victoria fue hace diez días. Acá tengo
el registro en mi teléfono. No me comentó nada en especial, ninguna novedad,
solamente un llamado de amistosa cortesía, recuerdo que me resultó extraño que
no propusiera encontrarnos, hacía como tres meses que no nos veíamos,
justamente nuestro sitio era esta misma mesa. ¿Pudo sacar algo en concreto de
su teléfono celular?
-
Acaso me pueda ayudar con la agenda. Sé de usted, desde hace no
menos de diez años, y de algunas amigas de ella, pero hay gente que no la
conozco.
-
Habrá que indagar a través de sus recientes contactos.
-
¿Qué le parece si le dejo su celular para que lo examine tranquilo
en su casa? No soy muy hábil en esas cuestiones. Por supuesto que ésta tarea de
acompañamiento que le solicito le será muy bien remunerada, bastante más de lo
que cobra por sus servicios boyfriend,
porque además me gustaría que sea full
time hasta que podamos resolver el enigma. Insisto sobre el tema más allá
de su afecto por Victoria. Soy un hombre de fortuna que se ha quedado sin su
destinataria, me parece elemental invertir parte de ella en su exoneración para
que pueda descansar en paz.
-
Me coloca en un dilema existencial y moral. Por un lado no puedo
abandonar mis actividades, todavía no estoy en condiciones económicas de
retirarme, de manera que necesito el dinero, pero al mismo tiempo observo
miserable esa actitud estando Victoria de por medio.
-
Haga de cuenta que sus servicios se han extendido más allá de la
finitud, y que acaso le esté prestando el mayor y mejor de los auxilios, el más
humano.
-
Déjeme pensarlo. Prometo que le responderé mañana mismo. Última
cosa, busque entre las pertenencias de Victoria, me refiero a bolsillos de
gabanes, carteras, cajones etcétera, porque ella tenía otro celular. Además le
advierto que en caso de aceptar, el punto final de nuestra relación será en el
momento que podamos llevar ante la policía pruebas tangibles sobre lo sucedido,
no deseo tomar la justicia por mano propia en caso de hallar al responsable.
-
Coincido con usted Valentino. Por el momento nada más. Lo dejo en
soledad para que pueda asumir su duelo y le pido disculpas por perturbarlo con
esta nefasta noticia.
-
No se preocupe, era un viernes sin sentido, olvidable, egocéntrico.
Terminó de
aderezar y so fritar los langostinos, condimentó leventemente las endivias marcadas
con queso azul y rescató de la heladera el Sauvignon blanc reserva. La breve
conversación con Carracedo, del cual dudaba y recelaba, por supuesto, le había
cambiado el tenor a su solitario homenaje, pero no tenía otra cosa para cenar,
y era tarde para pensar en alternativas. Si bien Victoria, delante de él, nunca
menoscabó a su marido no teniendo jamás palabras de reproche o críticas, le
pareció muy extraña la naturalidad del hombre para entender y aceptar la
relación que mantenía con su esposa.
No era la
primera vez que una de sus clientas fallecía, lamentablemente acontecía más de
lo deseado debido a la edad de algunas de las señoras que requerían de su
galante compañía, no siempre bajo el formato lujurioso. Pero Victoria no era
una clienta, en algún caso fue su mecenas y el dolor por su pérdida no le
permitía disfrutar del homenaje programado en primera persona del singular.
II
Cuando
Valentino se despertó tuvo la segura sensación de no haber dormido. Por un lado
estaba ansioso por corroborar si lo acontecido la noche anterior no había sido
un mero sueño. Delante del espejo del baño, mientras rebajaba su desalineada barba
de tres días, pensaba con incertidumbre sobre el encuentro que tuvo con el
esposo de su amante de cabecera, supuestamente asesinada, el cual, parsimoniosamente,
acudía en su auxilio, como si no viera en la boca de quien le hablaba el sexo
de su mujer y viceversa, como si no escuchara sus gemidos, como si no objetara
los juveniles y cálidos humores de placer que centenares de veces recorrieron y
pintaron de latidos su interior. Tuvo que recorrer varios minutos dentro de sí para
aproximarse a la realidad. Si bien era hombre de bebida intensa el exquisito
vino francés consumido hasta el final lo había perturbado. El dolor de cabeza
era constante. Procuró rápidamente despabilarse para ingresar en los oscuros e
íntimos distritos del celular de Victoria no dejando pasar por alto que su
marido, aparentemente, ignoraba la existencia de un segundo artefacto siendo él
quien pagaba las cuentas de la dama. Cuando uno decide abordar y comprometerse
en estas complejidades hay detalles que no pueden pasar inadvertidos. Por las
dudas procuraría en el futuro inmediato no aceptarle al viudo invitación
culinaria alguna por más que se manifieste como un cordial anfitrión; en caso
que haya sido el responsable del homicidio de su esposa es probable que aún
conservase una dosis de la poción criminal.
La cifra
soslayada por el contratista era por demás exorbitante, cobraría dos meses por
adelantado a modo de gratificación inicial o prima y semanalmente obtendría el
equivalente a dos sesiones de cine y no menos de cinco citas boyfriend, de manera que por ese lado el
estímulo era muy importante, debido a que de durar podría retirase de tan
sórdida vida, sus dudas se centralizaban en el margen para disfrutarla. Para el
caso pensó que la estrategia ideal era ir caminando con prevenciones y salirse
del sendero en tanto observara algo que lo incomodase. Sus temores por perder
la clientela como acompañante eran tangibles habida cuenta de su veteranía, en
este caso podía salvar la ausencia argumentando cuestiones de salud, de todos
modos sabía que nadie es irremplazable, sobre todo en el rubro. En tanto en lo
que impactaba a su trabajo oficial podía solicitar un tiempo vacacional como
contraprestación a la sazón de algunas deudas pendientes que la productora mantenía
con él desde hacía tres films. Esto le aseguraría además un par de meses de
gracia. Aquí tenía mayores seguridades debido a que siempre hay lugar dentro
del cine condicionado para papeles maduros, a saber, mayordomos, choferes,
profesores, padres infieles, sobre todo cuando la herramienta erótica a exhibir
continuaba sin tener competidores dentro del set.
Ansioso por
recibir el llamado de Carracedo para saber hora y el lugar de las exequias de
Victoria, el joven revisó el volumen del celular para constatar que no lo había
dejado en silencio. Dos minutos después el tema Vencedores Vencidos de los
Redondos, que tenía como tono de llamada, le advertía que el aparato debía ser
atendido.
-
Cómo le va Valentino. Carracedo le habla, por favor coloque de
inmediato el televisor en el canal C5N.
Al instante
y casi de manera sensitiva Bustos obedeció la orden. En la pantalla podía
observar a un hombre que no era con el cual había hablado la noche anterior,
haciendo declaraciones con relación al misterioso fallecimiento de su esposa.
El zócalo del informativo era contundente al respecto.
-
No entiendo, Carracero – inquirió Bustos -. ¿El de ayer era un
correveidile?
-
Demás está decirle que la persona que lo visitó ayer fue enviada
por mí a los efectos de mantener, por el momento, cierta distancia personal.
Hay cuestiones que no puedo digerir alegremente como si nada hubiera ocurrido,
creo que un encuentro programado nos mal predispondría. Seguro de que usted no
sabe demasiado de mí y menos reconocería mi rostro le mandé a un heraldo. Se
trata de mi secretario personal, Félix Gargaglia, hombre de mi entera
confianza. Le informo que las exequias de Victoria serán mañana domingo a las
quince horas en el Jardín de Paz los Olivos ubicado en Bella Vista, ahora le
envío la dirección exacta para consultar con su GPS. Pero le pido que no se
incorpore al séquito de allegados sino que mantenga prudente distancia y
procure filmar toda la escena de manera pueda segmentar momentos y hacer un
estudio minucioso de los concurrentes detallando cualquier rasgo curioso que observe,
además le pido me envíe su CBU para depositarle ya los primeros honorarios por
adelantado, si posee una cuenta en dólares mejor. Si no tiene una buena herramienta
de filmación le mandaré una vía Félix junto con el instructivo. ¿Tiene alguna
novedad sobre el celular que mi colaborador le dejó? Le comunico que aún no he
dado con el paradero de su segundo aparto.
-
No se preocupe, asistiré con bastante anticipación manteniéndome a
distancia, tengo un celular de última generación que puede oficiar
tranquilamente para los fines requeridos, de todos modos llevaré mi cámara
digital para evitar tropiezos tecnológicos. Ahora le envío la CBU de mi cuenta
corriente a vuelta de llamada, y por último, ese segundo celular es de radical
importancia para peinar todo el sistema de relaciones que tenía Victoria. Evidentemente
yo era un pequeño eslabón en su cadena social. Apenas cortemos seguiré hurgando
el teléfono que me dejó Félix durante la reunión de ayer.
-
Quedamos así, nos vemos mañana…
Luego de
varias horas escrutando nada importante surgió del teléfono celular de
Victoria. Cuestión esperable para Valentino debido a que se trataba de la línea
oficial de la esposa de uno de los hombres más influyentes dentro del circuito
bursátil de la City porteña. De
hecho, y más allá de figurar en la agenda, no tenía ningún contacto registrado
con él en el barrido de llamadas que realizó, recorrido que efectuó hasta una
antigüedad de tres meses. Efectivamente, cuando comenzó a hurgar en paralelo el
historial de su propio celular se percató que los últimos diez llamados de
Victoria los había realizado desde el móvil alternativo, conexión que tenía
bajo el alias de Guadalupe Moss, línea que seguramente estaba bajo el total
desconocimiento de su esposo, más allá de pagar sus cuentas. Poco es lo que
podía informarle por el momento al viudo, la investigación que se desprendía no
revestía el mínimo indicio, todas sus llamadas, tanto emitidas como recibidas,
eran del círculo cercano, lo mismo ocurría con sus mensajes de texto y demás
plataformas de conectividad, incluso la agenda no proveyó de datos a tener en
cuenta, solo el hecho tangible de saber que había personas que debiendo estar
entre sus contactos no estaban, por caso él, en tanto estuvo durante mucho
tiempo. Aprovechó el final de la tarea
para preparar el material tecnológico que debía llevar al día siguiente al camposanto
revisando que nada quedase olvidado, de paso efectuó tres pruebas en cada uno
de ellos para comprobar su eficiencia, su cuenta corriente había engrosado de
modo que no podía defraudar a su financista de por vida y a la vez su contratista.
Se hizo de diez minutos para bajar hasta el garaje del edificio y poner en
marcha su elegante y clásico Berlina BMW 325 del año 2006, un modelo gris
intenso que más allá del tiempo transcurrido no solo poseía líneas ejecutivas sino
además un andar crucero de excelencia, como pocos modelos de su generación. Hacía
tres semanas que no lo utilizaba, el protector de lona ofició como eficiente
resguardo contra el polvillo de modo que al quitarlo el brillo del auto estaba
como el último día que fue utilizado. Solo un detalle rompió la satisfacción del
momento. Una nota asegurada y sujeta con el limpiaparabrisas ubicado en la
mitad correspondiente al conductor rezaba en Arial 16:
“Si apreciaba a Victoria renuncie de
inmediato a los encargues de su esposo, ella quiso que las cosas fueran así, lo
último que desearía es que usted sufriera algún daño”…
Dobló la
nota en cuatro partes y la introdujo en el bolsillo de su camisa, luego de
verificar que el auto funcionaba con total normalidad reacomodó la lona
protectora regresando a su departamento vía el ascensor de servicio debido a
que el principal no respondía a su llamado. Mientras éste lo depositaba en su
palier privado aquel lo hacía en el sector de las dependencias comunes del
edificio, cuestión menor en otras circunstancias pero que en ese preciso
momento no le dejaba de llamar la atención. No era hombre de confiar en las
casualidades. Durante la siguiente hora y mientras cenaba no dejó de pensar en
esa nota que lo ponía en las vísperas de una decisión. De hecho no se trataba
de asistir o no a las exequias de Victoria, no pasaba por ahí la duda, lo haría
más allá del compromiso asumido con Carracedo, sentía un sincero afecto por su
malograda confidente y amante la cual había dejado de ser clienta hacía mucho
tiempo, ampliando la relación a incisos de profundidad muy superiores a un
simple vínculo carnal. Su dilema era si le confesaba o no a Carracedo la
existencia de esa nota, acaso podría tratarse de una prueba de fidelidad
concebida por el viudo, cuestión que le pareció muy torpe de su parte debido a
que desactivar la operación era de muy sencilla resolución, con decírselo sin
titubeos y de manera convincente volvía a poner la pelota en su campo de juego
y él sería quien debería explicar sus razones, de igual manera, abriendo una
segunda posibilidad, de no haber sido el autor de la nota. ¿Pero cuántas
personas, además de su ayudante, sabrían de la propuesta que Carracedo le había
realizado? Luego de cenar le envió al viudo un sucinto mensaje de texto
relatando la situación y una imagen de la nota. Mañana luego del funeral conversamos, fue la respuesta que recibió…
Valentino
arribó al cementerio con la puntualidad británica que lo caracterizaba, era un
hombre de citas, por lo tanto ese inciso de su vida lo tenía incorporado como
un sentido más. Estacionó su vehículo en las inmediaciones de la capilla ardiente,
lugar ideal para llevar a cabo su furtiva tarea de la manera más discreta.
Procuró no posicionarse demasiado cerca, la tecnología se encargaría de achicar
las distancias. A poco de comenzar el arribo de los deudos, familiares, amigos
y allegados la sorpresa crecía ante cada rostro femenino conocido, la mayoría
de las señoras que vestían riguroso y elegante luto, exhibiendo en ese momento congoja
y consternación, abrazadas a sus maduras parejas, habían sido durante algún
tiempo no muy lejano clientas suyas, con algunas de ellas llegó a compartir
retiros, convenciones y viajes de placer. El viudo arribó tras la cureña, en
soledad, en el auto reservado para los familiares directos.
La soleada
tarde le permitió capturar filmaciones y fotografías desde distintos ángulos.
El medio centenar de concurrentes quedó claramente identificado en las
imágenes. Los veinte metros de distancia que separaban la capilla ardiente con
el estacionamiento y los treinta de este con la cripta formaban un triángulo de
impecable visibilidad por lo que el trabajo de captura se desarrolló con
notable facilidad. Incluso una vez concluida la tarea puso en resguardo dentro
de la guantera del auto, lugar en donde
descansaba su Walther 9 milímetros, la cámara y el celular, de inmediato se acercó hasta la bóveda familiar con la
mayor discreción de manera rendir su austero y sentido tributo afectivo, retirándose
antes de las formales y finales despedidas de modo evitar encuentros incómodos
e inexplicables habida cuenta de los hallazgos reconocidos, rostros y gestos
que intentaría analizar en la comodidad y tranquilidad de su departamento y con
la cadena de imágenes completa.
Antes de que
alguno de los concurrentes distinguiese su presencia en las cercanías del
mausoleo ya se había retirado dirigiéndose con respetuoso aplomo hacia su auto.
Una vez que ingresó al vehículo sacó del compartimento de guarda su celular en
donde halló un mensaje de Carracedo el cual rezaba: “No se retire, aguardaré hasta que todos se vayan, luego de despachar a
Félix con el cortejo para que él se encargue de cancelar las cuentas, regreso a
Capital con usted, en su auto”… Tras su lectura, el arma que estaba en la
guantera junto al celular regresó a su funda universal, detalle situado debajo
de su axila derecha, doblemente oculta por su chaleco y por su saco.
-
Antes que nada Valentino le quiero manifestar mi personal gratitud
por haber aceptado ayudarme para esclarecer el asesinato de Victoria. La mano
ejecutora debió haber estado presente en las exequias, no tengo dudas al
respecto, estuvo entre nosotros, y si usted hizo un buen trabajo el margen de
pesquisa se reducirá notoriamente. A la par le quiero pedir disculpas por la
nota amenazante que le ordené a Félix dejara en el limpiaparabrisas de su auto,
de alguna manera tenía que probar su confianza – expresó el viudo extendiéndole
la mano -, de no haber respondido prontamente a propósito de la revelación
nuestro contrato hubiera finalizado en buenos términos por supuesto y usted no
estaría aquí.
-
Esa era una de mis hipótesis y por la misma razón, pero de haber advertido
antes la cantidad de rostros conocidos detectados esta tarde el listado de
sospechosos hubiera sido más extenso – confesó Valentino –
-
Le pido me acerque hasta mi casa, vayamos en camino y me cuenta
algunas cuestiones que llamaron su atención.
-
Suba por favor…
El trayecto
de regreso se desarrolló sin mayores contratiempos, por esas épocas del año y a
media tarde del domingo el acceso norte no contaba con la pesadez de otros
momentos de manera que arribaron a las inmediaciones de la casa del viudo en poco más de tres cuartos
de hora. Durante ese tiempo Valentino le reveló las piezas halladas, un
variopinto de rostros que jamás hubiera pensado que tenían conexión entre sí
pero que sin embargo todas lo tenían al joven amante como denominador común,
cuestión que por cierto lo incomodaba. Se trataba según él de un rompecabezas
que era necesario armar con suma precisión debido a que muchas de esas porciones
presentaban similitudes llamativas. Mientras conversaba con el viudo se
imaginaba horas delante de su ordenador deteniendo las imágenes por cuadros
tratando de localizar alguna gestualidad que permitiera agregarle un cronopio
destacado y revelador a la historia. No tuvo la necesidad de desviarse de su
itinerario original, apenas cuatro cuadras, puesto que Carracedo le solicitó
que lo dejara en los aledaños a Barrio Parque, distinguido sector porteño en donde
estaba emplazada su aristocrática morada, más precisamente le pidió que lo
acercara hasta la esquina de Castilla y Libertador, en la acera del Museo
Nacional de Arte Decorativo, la idea del viudo era relajarse, saborear el
distinguido tabaco con su pipa e ir caminando hasta la casona en absoluta y
necesaria soledad.
Desde que
Valentino arribó a su departamento hasta bien entrada la madrugada estuvo
delante de su ordenador clasificando las imágenes, organizando carpetas con
secuencias sugestivas, nominando según el grado de relevancia, cuestión en
donde la subjetividad primaba, apenas tuvo lugar para un moderado tentempié a
modo de picada como pretexto de cena. Cinco de sus mejores clientas habían acudido
al réquiem de Victoria, todas ellas de riguroso luto, abrazadas de sus parejas,
hombres de negocios, empresarios, funcionarios, fuertes dignatarios cada uno en
lo suyo, fieles recursos de poder real. Isabel Barraza, María Luisa Daló de
Cormic, Susana Elvira Trucco, Cristina Cuenca Ingaramo y Ana Laura Raimondi
respondían a intereses contrapuestos pero con vicios y secretos comunes, él era
uno de ellos. Valentino intuyó que uno de esos cinco senderos estaba el
recorrido a seguir, acaso lo primero era averiguar por cuál.
Al amanecer
su sueño se vio interrumpido por el llamado telefónico de Carracedo, pero no
era el viudo quien lo convocaba desde su línea sino el asistente privado Félix,
dándole la mala nueva que el cadáver de su patrón había sido hallado en las
cercanías de la embajada de Chile, a pocas cuadras de su casa con dos impactos
de bala en el cuello. Según le mencionó Gargaglia la noticia aún no había
trascendido a los medios por obvias razones sumariales y que estuviese atento
porque en breve lo estarían convocando por haber sido una de las personas que
lo frecuentó durante el día. Sospechan que el homicidio ocurrió en la tarde-noche
teniendo en cuenta que en estas épocas a las siete ya estamos en plena
nocturnidad y que por eso no fue descubierto sino hasta la madrugada y gracias
a que un indigente que suele pernoctar en los alrededores notó su presencia. Valentino
había dejado al operador bursátil en el punto geográfico indicado por éste
media hora antes de la supuesta hora del homicidio, de manera que las sospechas
sobre él recaerían por sentido común y debido descarte.
A media
mañana el portero eléctrico del departamento de Valentino sonó un par de veces
mientras se estaba duchando. Sospechaba quién venía a visitarlo en consecuencia
no se apresuró sabiendo que esperarían en el lugar o en todo caso volverían en
un rato. De manera que se acicaló sin prisa, colocó sus mudas en el canasto
destinado al lavadero y ordenó el baño. Concluida la tarea verificó por medio
de visor que dos personas, un hombre y una mujer, estaban en el palier exterior
pegados al dispositivo. Para todo esto, bien temprano, ya había ocultado en la
baulera de seguridad del edificio, casillero a combinación, tres de las seis
armas que poseía por no estar declaradas. De manera que estaba presto y en
regla para recibir los preámbulos de indagatorias oficiales. La noticia del
hallazgo ya estaba en los medios.
-
Les habla Bustos, Valentino Bustos. ¿Ustedes tocaron en mi
departamento?
-
Sí señor, buenos días, somos el Inspector Quintana y la oficial Burton,
de homicidios, deseamos hacerle algunas preguntas sobre Ernesto Carracedo.
-
Si por supuesto, bajo de inmediato.
Una vez en
el lobby del edificio Valentino les ofreció subir al departamento, sin embargo
ambos agentes desestimaron la oferta optando por llevar a cabo la breve
entrevista en la comodidad de los sillones emplazados en el hall. No había por
el momento orden judicial ni nada que obligase al declarante a exhibir su
intimidad, de manera que dicho paso no era relevante. Una batería de preguntas
formales de carácter personal rompió la rigidez, pero no la pulsión, de algún
modo la impactante, madura y sobria belleza de la oficial y su atenta mirada
avergonzaban el relato profesional de Valentino y de cómo éste se ganaba la
vida, de inmediato se adentraron en tema.
Más allá de
lo que luego se habló, una precisa sinopsis de lo acontecido en esas últimas veinticuatro
horas, y como amplio conocedor de las miradas y la gestualidad femenina a la
hora del deseo, Valentino observó que a medida que la dama lo escuchaba, le iba
presentando credenciales de sugestión imposibles de soslayar, cuestiones que más
allá del recato aplicado por la oficial fueron detectadas también por el
inspector Quintana, pero que auspició disimular, acaso ese mutuo hechizo podía
llegar a ser de utilidad para el esclarecimiento de ambos homicidios, los
cuales estaban a su cargo, cosa que por el momento era lo único importante para
él y su carrera.
Los
oficiales se retiraron del lugar con la previa advertencia que todos sus dichos
iban a ser indagados debidamente y que solicitarían las copias de las últimas
conversaciones telefónicas que sostuvieron las víctimas. Valentino por su parte
les informó sobre esa segunda línea telefónica desparecida de Victoria que
tenía bajo titular al seudónimo Guadalupe Moss, y se comprometió a enviarles, vía correo
electrónico, los permisos de portación de sus armas y las imágenes capturadas
durante el funeral junto a sus conclusiones previas, por lo demás y a partir de
ese momento Quintana le dejó claro a Bustos que toda la información la debía canalizar
a través de Burton, la cual le extendió su tarjeta personal, y que la oficial
sería su único nexo con la investigación, en donde por el momento lo contaba
como un eslabón de compleja definición.
III
-
Usted concéntrese en Valentino Bustos – le ordenó el Inspector
Quintana a la oficial Burton -, pero hágalo de manera cautelosa y discreta, que
el hombre no piense que es observado, yo haré lo mismo con ese tal Félix
Gargaglia, secretario personal de Carracedo.
En la
intimidad de su despacho la oficial Viviana Burton trató de no exhibir ningún
tipo de emoción cuando recibió la orden de su superior, estaba gozosa por la
encomienda.
Desde que su
marido Ignacio Radrizabal, también oficial de la Policía, fuera asesinado hacía
casi un lustro durante un enfrentamiento en los bajos de Belgrano, su única
relación con el sexo y el placer la tenía en soledad, y en compañía de las
películas para adultos protagonizadas por ese bello actor que la hacía empapar
a la distancia y que hoy estaba bajo su velada vigilia. Sabía que no lograría
separar a sus íntimos sentidos carnales de la responsabilidad pública que
significaba tan compleja investigación, pero acaso observó que tal situación
podía llegar a favorecer su labor profesional, no descartó que Quintana haya
determinado los roles teniendo en cuenta ese inciso. Deseaba protagonizar su propia película
condicionada y a la vez producirla, de manera elegir a su partenaire ideal, la
profesión que por vocación eligió le estaba dando la posibilidad. Ante cada
ducha diaria, desnuda y vencida, se paraba delante del espejo tratando de
asumir que más allá de sus atractivos normales por edad y muchas veces pretendidos
por camaradas de trabajo, allende el género,
ella no poseía ni las gruesas
billeteras de sus pudientes clientas ni era propietaria de los maravillosos
atractivos de esas jóvenes actrices con las cuales disfrutaba escenas
cinematográficas que a ella la transportaban hacia al paroxismo emocional y
físico. Acaso pensaba que se una mujer bella, real, normal y sencilla fuera, en
el mundo del actor, algo extraordinario en lo cual valía la pena detenerse. No
tenía otras armas de seducción más que su propio ser, el exterior y el
interior. Si bien no existía diferencia de edad entre ellos la estética del
hombre lo exhibía a priori como más joven, detalles en el campo de las formas,
vestimenta, corte de pelo, desplazamientos, una marcada soltura, exultaba erección
y seguridad al andar. Viviana poco favor hacía de su estética, inciso que tenía
reservado en el marco de su soledad y delante de la pantalla, adjuntando para
la ocasión linajes lujuriosos, lencería diminuta y hasta elementos personales de
placer. Su contrato con las personas en tanto relaciones laborales y sociales
no incluía el párrafo agradar estéticamente, de manera que la inversión en ese
segmento era nula. Con la aparición de Valentino comenzó a notar que
determinados gastos no eran tales sino que se habían transformado en una
esperanza concreta de embriaguez y satisfacción compartida. Lo que le sobraba
en su mundo significaba apenas una propina dentro del universo Valentino,
pensaba, mortificándose con ello.
Repentinamente
todos sus preconceptos, flagelos y prejuicios quedaron fuera de lugar cuando
por línea interna y desde el conmutador que estaba en el lobby del edificio
central de Policía, el oficial a cargo de la recepción y control de ingresos le
informó que el señor Valentino Bustos tenía urgencia en verla debido a
cuestiones importantes sobre el caso del cual ella era responsable. Viviana necesitó
de algunos minutos para prestar conformidad y presentarse acorde ante el
visitante, debido a ello le pidió a su interlocutor que le rogase al testigo
que aguardara quince minutos para subir a su despacho, y que por favor lo
acompañasen debidamente, tiempo que utilizó para con la mayor de las prisas mejorar
su imagen profesional extrayendo del placard privado que de ex profeso emplazó
en su oficina uno de los dos clásicos y ceñidos tailleurs ejecutivos, en este caso el verde inglés, compuesto de
chaqueta y falda con un muy discreto tajo a la altura del muslo izquierdo, prendas
que prudentemente reservaba ante la contingencia de reuniones importantes dentro
la fuerza, ante sus superiores o funcionarios de la cartera de seguridad. Un
par de zapatos altos, una de las camisas blancas, en este caso escogió la que
por modo de sujeción permitía intuir con marcadas certezas sus bondades
físicas, para finalmente liberar y armonizar su hermoso cabello castaño claro y
ondulado de un rodete rústico y opresor, permitiéndose una módica dosis de
rubor y resaltador acompañando el conjunto de unas gotas de un Kenzo Flower que
aún administraba austeramente, último regalo de su marido pocos días antes de
ser asesinado.
-
Adelante Bustos, por favor póngase cómodo.
-
Gracias Viviana, cómo está usted. Antes que nada le pido disculpas
por mi desprolijo aspecto no acorde a su autoridad y condición, sucede que salí
apurado de casa debido a que quería compartirle información que logré capturar
recortando las imágenes de las exequias de Victoria. Me refiero a relaciones o
casualidades por lo menos curiosas.
-
Hizo bien, además no se preocupe, lo que para usted es de
entrecasa para nosotros sigue siendo distinción. En lo personal y a pesar de mi
rango no podría adquirir la calidad de su conjunto de jean y ropa informal que
luce en este momento.
-
Pues advirtiendo su elegancia siento vergüenza por molestarla, me
observo inoportuno. Como dice a menudo un actor amigo, en estas cosas de las
pilchas solo importa la percha, el resto es cotillón. Tal vez usted tenía una
reunión o una cita importante y está perdiendo su tiempo, estilo y belleza con
mis banalidades y sospechas de aprendiz, además de ser una referencia negativa
debido que a mi condición de actor marginal condicionado, le sumo a mi
currículum ser una especie de gigoló del tercer mundo, simple mercancía
hallable en una góndola de la red.
-
Vayamos a lo nuestro, no se desacredite, para eso están los
enemigos. Muéstreme qué trajo y dígame sus conclusiones – solicitó la oficial intentando
calmar las aguas, ya mucho más confiada y con la percepción de haber logrado el
acercamiento deseado y a la vez prudente tomando un atajo personal impensado,
una suerte de cambio de roles –
La reunión de
trabajo se prolongó por el término de tres horas, tiempo en donde hubo lugar
para un par de breaks en donde ciertas distancias quedaron
completamente saldadas y no ha lugar, las coincidencias de sus iniciales ofició
como hilo conductor original para romper la formalidad. Más provechoso resultó
el encuentro teniendo en cuenta que entre ambos habían logrado bocetar una hoja
de ruta investigativa debido a los hallazgos descubiertos en las imágenes, sean
tanto en los primeros planos como en los segundos y terceros.
Incluso
pudieron establecer vasos comunicantes entre los asistentes debido a los
archivos de antecedentes que por perfil jerárquico la oficial tenía acceso
directo desde su ordenador. El rol de
Valentino como boyfriend de algunas
de las asistentes a la ceremonia fue cardinal para desarrollar la hipótesis y
diseñar el borrador debido a que en la mayoría de los casos conocía por
comentarios de ellas mismas las actividades de sus parejas, lo que les permitió
trazar un cuadro sinóptico de relaciones en donde cada individuo portaba un
papel indiviso dentro de una asociación de negocios, algunos legales y otros
ilegales. Por caso María Luisa Daló de Cormic era la esposa de Lucio Abel
Cormic representante legal en Argentina de uno de los holdout que más papeles de deuda defaulteada poseía, Susana Elvira
Trucco estaba casada con Mario Frenkel, propietario de la empresa naviera que
prácticamente posee el monopolio del transporte de mercadería hacia el Paraguay
por la hidrovía Paraná y además socio mayoritario del holding de medios de
comunicación más influyente del país, Cristina Cuenca Ingaramo convivía sin
relación marital con el Camarista Joaquín Salerno hombre que además de su
función específica es dueño de múltiples contactos dentro de Comodoro Py,
mientras que Ana Laura Raimondi era la pareja de Federico Murel, monje negro
dentro de la mesa de enlace y el círculo rojo agroexportador, finalmente Isabel
Barraza había formado familia con el Senador Doctor Luis Alberto Marchesi,
presidente del bloque en la cámara alta del Partido Liberal Democrático, un
sonado corrupto con muy buenos contactos en la Corte Suprema y en las distintas
cámaras. Sumado esto no se le escapó a la oficial Burton la imagen que daba
cuenta no solo la presencia en el evento del Inspector General Juan Fernando Soto,
hombre muy ligado a los servicios de inteligencia y puente hacia las más altas
autoridades del Ministerio del Interior sino además de su inmediato jefe Inspector
Quintana. Viviana y Valentino coincidieron en abrir una hipótesis tangencial,
la de Ernesto Carracedo oficiando como asesor y gestor de las inversiones en
negro de una asociación con múltiples factores de protección. El dilema era
establecer una praxis investigativa, un método. Valentino le propuso a Viviana
utilizar su capital de seducción con las damas, cosa que la oficial se opuso de
manera taxativa. No había necesidad de riesgo y además no deseaba que ese
hombre, invasor en el campo de sus promiscuos afectos, regresara a aquella vida
ignominiosa, al menos con su consentimiento oficial.
-
Parecen exequias cinematográficas muy propias de las películas
norteamericanas, buenas y malas – destacó Burton –. Me gustaría ver la
filmación, tal vez tenga la oportunidad de detectar, por deformación
profesional, movimientos y actitudes que usted no percibe. De todas maneras su
trabajo ha sido de enorme ayuda.
-
El material en bruto lo tengo en casa Oficial, lo bajé de la
filmadora y quedó instalado y encriptado en el disco rígido y por las dudas
hice un par de copias en sendos pendrives
que están en mi casillero de seguridad del edificio. Mañana mismo le mando uno
de ellos si lo desea y pasa la filmación tranquila deteniendo las imágenes como
mejor le parezca.
-
Pero lo voy a necesitar a usted, Valentino. Además por lo
observado en las fotos este lugar y mi ordenador no resultan los recursos
logísticos más aptos para estudiar ese material probatorio. Le molestaría
tomarnos un recreo y a eso de las nueve de la noche paso por su casa y seguimos
con la pesquisa mientras cenamos, llevo algo de camino.
-
¿Pero usted, su familia?
-
Tristemente no tengo a nadie a quien rendirle cuentas, por ese
lado no se inquiete. Soy viuda de un oficial asesinado hace casi cinco años, no
tuvimos hijos. Soy yo y la profesión, acaso sea individualmente algo menos que la
profesión, a veces pienso que me casé con ella en segundas nupcias.
-
Lo siento mucho, creo que al tema le debemos más tiempo. Entonces
la espero con todo el material en punta, pero olvídese de la cena, yo me
encargo. Voy a disponer de dos ordenadores con los cuales vamos a poder
estudiar al mismo tiempo las imágenes con mayor comodidad. Espero no le molesten los
gastos. Mi barcina Aurora me acompaña desde hacer tres años.
-
Como guste, me encantan los gatos, paso por casa me pego una ducha
y me pongo algo más cómoda. Lo que le voy a pedir es absoluta reserva entre sus
conocidos, clientas y demás contactos que tenga.
-
Despreocúpese, Viviana. Espero que no me mal interprete por lo que
le voy a decir, pero usted ha logrado vencer todos mis prejuicios con relación
al sexo femenino dentro de la Policía. No solo es bellísima y extremadamente
elegante, además usted posee un vocabulario tan elevado como seductor en el
tono de su voz y su cadencia. Le puedo garantizar que esas prósperas y arrogantes
mujeres de las imágenes las cuales deben pagar por compañía y afecto la
envidiarían. Hace muchos años que no trato personas con su esencia y
distinción. Ejerzo prostitución de élite, lo que no modifica mi bajeza, sin
dudas la profundiza, y más cuando hace años que me podía haber retirado de tan
ignominiosa manera de ganarme la vida. Me avergüenza ser quien soy, tal vez por
estos días algo menos, porque ser quien soy, quizás por azar, me condujo a
conocerla.
De todas
maneras ya es muy tarde para merecer la anuencia de personas como usted, mi
sumario de vida posee paréntesis, llaves y corchetes repudiables, asteriscos
deshonrosos, entrecomillados indecentes, mi cuerpo reviste carácter de
mercancía.
-
No crea en todo lo que parece, hay ocasiones en que nos hacemos
concesiones de las que hay que hacerse cargo. Luego nos vemos Valentino – lo
interrumpió la mujer -
IV
A las nueve
en punto de la noche la subinspectora Viviana Burton bajó del vehículo oficial
que luego de pasarla a buscar por su casa la acercó hasta el domicilio del
testigo Valentino Bustos. La custodia, compuesta por dos recursos, prefirió
aguardar con el motor encendido del auto hasta que su superior ingresase al
edificio, cuestión que llamativamente no acontecía. Luego de cinco minutos uno
de ellos bajó para darle cobertura a la oficial y recibir órdenes ante la
contingencia. Debido la ausencia de repuesta del actor tanto desde el portero
eléctrico como por vía telefónica el adjunto le recomendó a Viviana molestar al
encargado para que los dejase ingresar hasta el piso, propuesta que la agente
no dudó en aceptar. Si bien no tenían una orden se trataba de una urgencia. Al
instante el encargado del edificio se apersonó al lobby y los invitó a ingresar
guiándolos hasta el ascensor que los llevaría al palier privado del
departamento de Bustos. Llegados al piso corroboraron que la puerta del
elevador estaba sin el seguro y el ingreso propiamente dicho a la unidad sin
llaves. Ingresaron con la cautela que marcaba el protocolo dejando en espera el
encargado, no sin antes solicitar refuerzos por Handy. El departamento estaba totalmente
desordenado, había sido registrado por completo, vaciado de elementos
informáticos, las armas declaradas por el propietario al igual que el dinero y
bienes de valor tangible habían desaparecido, relojes, joyas, gemelos, trabas,
cadenas, medallas, nada había en sus cofres. Aurora, la gata barcina, estaba
encerrada en el vestidor, el cual también estaba revuelto. Su berlina BMW
tampoco se hallaba en el garaje y el casillero privado a combinación había sido
desmantelado. El cuerpo del joven Valentino Bustos, con un impacto de bala en
la frente yacía en la cocina, aparentemente en el momento de la irrupción se
encontraba preparando la cena. Tuvo que haber sido alguien de adentro de la
fuerza, pensó al instante Viviana, la cual sentía una doble derrota, la
profesional y la personal, ésta última se presentaba como demasiado habitual. No
dudó en adoptar a Aurora a la cual abrazó de inmediato, se había quedado tan
sola como ella, acaso era su modesta manera de retribuirle a Valentino parte de
sus desmesurados elogios y esos intervalos de esperanza con los cuales
tontamente y con mesura se ilusionó. Sin el registro de cámaras interiores
debido a que fueron desactivadas electrónicamente solo quedaba el auxilio de
las cámaras exteriores de los edificios vecinos, aunque por la supuesta hora en
el cual se produjo el hecho la circulación por la zona era, como a diario, muy
vertiginosa y caótica. A las dos horas los peritos habían instalado la
hipótesis de un asesinato en instancias de robo sin tener en cuenta las
advertencias que la oficial Burton hiciera sobre la información con la que
contaba el occiso y la disponibilidad que tenía para colaborar en la resolución
de los homicidios de Victoria Lusti y su esposo Ernesto Carracedo. Para ese
entonces el vehículo había sido hallado en perfecto estado estacionado en los
aledaños al cementerio de la Recoleta, habiendo sido levantado por una grúa
oficial para realizar los peritajes respectivos. Muy poco quedaba por hacer en
el lugar para Viviana, había demasiados intrusos para poder practicar una
pesquisa de campo serena y sin interrupciones en base a la información
confidencial que ella tenía y que le compartió Valentino. Los custodios que la
habían escoltado al lugar del acordado encuentro con la víctima, y por orden de
Quintana, la regresaron a su casa. Apenas ingresó apoltronó a la gata sobre uno
de los sillones individuales que tenía en el living, desmoldó en un plato plástico
de descarte una lata de paté adjuntándole, en un viejo tupper en desuso, una buena ración de agua. Fue al dormitorio, se quitó
las botas, la camisa y el jean quedándose solamente con los diminutos
interiores negros que había adquirido con sensible intención esa misma tarde,
se recostó en la cama sin antes poner en punta una de las primeras películas
protagonizadas por Valentino Bustos, para esta noche escogió, como cantaba
Serrat, una de piratas, aquella en donde el más preciado botín para el valeroso
corsario era conquistar el amor de las doncellas habitantes de los puertos ocupados;
antes de presionar play abrió el
cajón de su mesa de luz y extrajo de él uno de los pañuelos que acostumbraba
tener a mano para cuando sabía que la historia la iba a entristecer. A la par Quintana
y Gargaglia, fuertemente armados, esperaban en un auto oficial de la fuerza en
las afueras de la vivienda por el momento oportuno y terminar con la tarea de
limpieza que les habían encomendado…
“Cuando los piratas son hombres enamorados de una piel que huele a
jazmines, rompen promesas con sus hermanos de ayer, y huyen al amanecer rumbo a
un puerto que aún no ha puesto precio a su cabeza…”
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… de Gustavo Marcelo Sala
Julio 2021
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