Nació el 3 de febrero de 1970 en
Pensilvania, EE.UU. Es compositor, productor, guitarrista y vocalista dentro
del Jazz fusión y del blues, incursionando también dentro de los territorios
del rock, del metal y del funk. Varias bandas y superbandas han gozado de su presencia
como integrante, entre ellas Poison, The Winery Dogs, Mr. Big y ha sido socio
musical durante algún tiempo del mítico Greg Howe.
Estamos delante de un músico muy prolífico, lleva
más de 25 trabajos en soledad y otros tantos grupalmente o como invitado. Por estos días está editando un nuevo disco titulado
50 for 50 a propósito de haber cumplido en febrero años. Es una auténtica leyenda
que no detiene su tarea creativa, sumamente valorado por sus pares es convocado
asiduamente tanto para sesión como para recitales en vivo y giras.
El Paraíso de Orsino Fusco
Amaba la oscuridad, el silencio y la
soledad, pero entiéndase, Orsino Fusco era amante de la oscuridad inevitable,
del silencio natural y de la soledad casual. Hombre de monosílabos Orsino
Fusco. No necesitaba más que expresar gestualmente, con el agregado de una
mínima interjección, su desprecio visceral por aquellos que observaban a sus
amantes como prostitutas de compañía paga y temporal. Estimaba mucho a las
prostitutas, sobre todo a las napolitanas, hermosas damas que invitaban placer
en la vía del mercado Porta Nolana, debido a ello no consideraba prudente ni
inteligente poner ambos afectos dentro de un mismo plano, y menos aún toleraba
cualquier tipo de desplante hacia aquellas mujeres que lo acompañaban desde su
precoz adolescencia.
Orsino Fusco amaba el paraíso tal cual
como lo concebía, dibujado con trazos de melancólica oscuridad, armónico
silencio y amable soledad. Ámbito de Dios, sitio reservado para aquel capaz de
leerlo, no indagarlo con desconfianza y gozarlo con devota astringencia. Para su
gobierno sospechaba que la resuelta y amable soledad del paraíso estaba
determinaba por el carácter exclusivo que poseía. Orsino Fusco entendía que
debía existir un paraíso para cada persona y que una vez arribado se construía
de acuerdo a fundamentos subjetivos, quizás vividos. En tanto el silencio no
incluía la sordera del vacío. Se trataba de armonías envolventes aún no
pentagramadas que lograban caducar a todos los sonidos conocidos, incluso
sonrojando a las más bellas páginas del romanticismo alemán. Como buen
italiano, Orsino Fusco, disfrutaba mucho de las tristezas bávaras. La
inevitable oscuridad era, acaso, el inciso más complejo para comprender y
deconstruir. Bruma aliada, cómplice, enemiga de la vulgaridad y del sentido
común; aguzar la mirada era la única cláusula que no se debía insolentar.
Orsino Fusco juzgó a ese momento como el
oportuno para verificar los conjuros y sortilegios de su paraíso. Si mediar
burocracias, de manera bucólica y serena, sentado en su silla de ruedas, como
siempre desde su regreso de la guerra, y orientando sus ojos en dirección al
crepúsculo, bebió de un trago el insípido elixir, néctar que en un diálogo
casual conoció a través de su vecino el boticario, pócima indolora, que produce
somnolencia y muy expedita desde la temporalidad. De inmediato, al despertar
del letargo sibilino, comenzó a poner en duda la eficacia del brebaje; la
oscuridad no era inevitable, el silencio había que conquistarlo, y la soledad
era necesario exigirla. Su paraíso se parecía mucho a su vida. Por suerte,
pensó para sí, semidesnuda y delante de él, una de las prostitutas napolitanas
más bellas de la vía del mercado Porta Nolana estaba a segundos de atraparlo
utilizando como armas sus marcadas, extensas y liberales piernas...
*Del libro de cuentos El sendero de los
extremos sucios – Artes Gráficas Líber - 2019
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