Maestros del Blues. La banda alemana Blues Company y un cuento en noches de exilio. Ayer fue una de ellas ... Responso y después...
Banda de blues alemana cuyo origen se ubica en la
ciudad de Osnabrük, Baja Sajonia, y data del año 1976. En sus más de 40 años de
vida ya ha lanzado 20 grabaciones y realizado más de 3000 conciertos en el
viejo continente. Su fundador y único integrante que permanece es el guitarrista
y vocalista Todor Todorovic, lo secundaban un piano un bajo y una batería. En
la actualidad son seis los integrantes ya que fueron incorporados un saxo tenor
y una trompeta.
Su primera formación fue:
Guitarra , voz
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Todor "toscho" Todorovic
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piano
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Christian Rannenberg
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bajo
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Michael Müller
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batería
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Franz "Scholli" Knollmeyer
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En la actualidad:
Guitarra, voz
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Todor "toscho" Todorovic
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Guitarra, arpa
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Mike Titré (desde 1980)
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Bajo, órgano
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Arnold Ogrodnik (desde 2008)
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batería
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Florian Schaube (desde 2000)
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trompeta
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Uwe Nolopp (desde 1999)
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saxofón tenor
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Volker Winck (desde 2013)
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Responso
y después...
El
medidor de combustible señalaba un tercio de su capacidad, la presión de
aceite, el amperímetro y la temperatura no destacaban anormalidades en sus
respectivos niveles, sin embargo el paso del contacto hacia el encendido automático exhibía su rotundo
fracaso ante cada intento. Su camioneta, de última generación, y recientemente
adquirida, se había plantado en medio de la huella sin aviso y no mostraba
reacción en contrario. Le urgía una solución inmediata, su joven acompañante no
podía sostener demoras prolongadas, el cuerpo lacerado comenzaba a emitir
señales indisimulables de su natural erosión.
Renzo
Mírcoli había escogido correr el riesgo. Los parroquianos de El Milagro le
advirtieron con severidad, a modo de súplica, que tomase por el Camino Real,
que de ningún modo utilizara “El sendero de los extremos sucios”, bautizado así
por los lugareños desde tiempos remotos, debido a sus siniestras y aterradoras
leyendas, más allá que dicho atajo acortaba el camino en dirección a Paraje
Cueto casi quince kilómetros, lo que por trochas de tierra o huella constituye
un anexo temporal demasiado oneroso. El sendero de los extremos sucios y la
nocturnidad sin luna, aseguraban, solo presagiaban infortunio, sufrimiento y
olvido para el viajero improvisado. Los coleros aseguraban sobre la existencia
de viajeros que jamás habían regresado de su travesía.
Aún así
Renzo no dudó, debía depositar a “su” fatalidad, Lorenzo Catáneo, antes de la
medianoche en el cementerio del Paraje Cueto tal cual éste le había solicitado
como último deseo. Lorenzo representaba el inciso final de una dinastía que
había llegado a ese rincón de la llanura en el amanecer del siglo XX. Los
Catáneo, de Lamezia Terme, provincia de Catanzaro, Calabria, eran sumamente
estrictos a la hora del responso, de ningún modo podía extenderse el estatus
post mortem de un integrante más de treinta y seis horas de producido el
deceso. En definitiva a Renzo le quedaban apenas noventa minutos para cumplir
la encomienda, su vehículo seguía sin responder y el sendero de los extremos
sucios aseguraba la más absoluta y oscura soledad. Ni luces en el horizonte ni
sombras en las cercanías, además estaba lo suficientemente lejos del destino
como para intentar cualquier tipo de sacrificio físico, tan solo los focos de
la camioneta y su unívoca dirección le servían a modo de referencia; el cuerpo
laxo y aletargado de Lorenzo aguardaba en una de las butacas traseras, sujeto
con firmeza por los cinturones reglamentarios.
-
Estimo que necesita ayuda mi amigo – una
voz gruesa proveniente de tras la maleza interrumpió la enésima pitada del
interminable puro cubano –. No se asuste y escuche con atención. Soy uno de los
cancerberos espectrales del sendero, me apellido Catáneo, y estaba en este
punto del camino a la espera de su llegada. Creo que lleva en su vehículo algo
que me pertenece, corrijo, algo que le pertenece a la familia. Lorenzo nos
informó hace horas que usted, Renzo Mírcoli, sería el recurso escogido y
confiable que cumpliría con la misión.
-
Perdón, le ruego se identifique, no logro
distinguirlo tral la fronda – refuto confundido el viajero –
-
No perdamos tiempo – le conminó la voz, de
manera taxativa – baje a mi sobrino del vehículo, recuéstelo sobre la hierba,
luego siéntese a su lado, le prometo que en una hora usted estará nuevamente en
dirección a su destino con la satisfacción de haber cumplido y habiendo, sobre
todo, honrado el noble sentir de la amistad.
-
¿Podrá arreglar mi camioneta? – inquirió
Renzo, cínicamente –
-
Su vehículo no tiene ningún desperfecto, se
lo garantizo. Este lugar deificado labora a voluntad de la familia a través de
sus espectros heráldicos como una suerte de espacio atemporal en donde las
leyes físicas y químicas tienen validez dentro del marco natural. Aquello que
escapa de sus dominios no responde, a menos que cualquiera de los preceptores
del clan arbitre los medios para que determinados fenómenos se reviertan, por
caso el funcionamiento de un mecanismo artificial.
-
Usted dirá entonces en qué puedo servirle –
concluyó Renzo luego de seguir las instrucciones de la voz –
-
Soy yo quién se pondrá a su servicio, usted
ha hecho mucho por la familia; y lo hizo de manera desinteresada, con
compromiso y sin medir riesgo. Lorenzo era el último Catáneo con vida terrenal
en estas latitudes, paradójicamente su muerte, no deseada desde luego,
significa la llave liberadora para varias generaciones y en consecuencia el
regreso a esa Calabria infinita y universal de nuestros ancestros, lugar que
nos aguarda paciente para lograr la purificación omnímoda y virtuosa por
siempre, más allá del transcurrir de los tiempos. Esta virtud, acaso dote
distintiva que sobrevivió invasiones y guerras de toda clase y razón, tuvo su
génesis en la Calabria de la Magna Grecia, tiempos en donde Síbaris, Kroton y
Locri se erigían como las ciudades más importantes de la osca región. Por tanto
y como puede comprender nuestro retorno contiene elementos que ameritan ciertos
cuidados y reservas, de allí que nos concentramos para aislar de curiosos el
sendero y manipular sus extremos, a los cuales calificamos y denominados como sucios.
Este sendero significa nuestra eternidad, nuestra vida. Una vida que nace, y
como todo nacimiento, sucio y viscoso, así es El Milagro, lo ha podido
comprobar, de manera que no es necesario que redunde. Promiscuidad, pereza e inmundicia
son el preámbulo y la constitución del lugar. Hacia el final del sendero, un
cementerio y como tal la suciedad de la muerte. Nuestro pueblo, el pueblo de
los Catáneo, una aldea cuyo salvoconducto es la inexistencia productiva, por
tanto y como consecuencia, el oportuno desinterés del resto de la comarca. Una
villa que aparece eventualmente en algunos mapas ruteros y geográficos, en
donde incluso se detallan accesos y trochas que nunca nadie podrá transitar.
-
Perdone que lo interrumpa. Debo entender
que me encuentro en medio de un firmamento paralelo, atemporal, a la espera que
finalice mi vindicación debido al trágico accidente en el cual, por azar,
estuve inmerso, ventura que indirectamente causó la muerte de Lorenzo, y el
posterior compromiso que asumí al momento de los primeros auxilios, segundos
antes de la expiación y a favor de su voluntad, de forma tal depositar sus
restos en Paraje Cueto, vía ruta de El Milagro. No sé quién es usted y qué hay
detrás de su misterio, intuyo en él cierto acertijo esotérico, le confieso que
tampoco preciso detalles. Sospecho que no tengo demasiadas alternativas, si mi
tarea está cumplida le suplico libere mi vehículo, si es que tiene esa
potestad, de manera pueda regresar a mi
rutina.
-
Como le mencioné hace unos minutos estoy
para servirle. Hace más de dos mil años que los Catáneo de Lamezia Terme,
dispersos por la historia y sus circunstancias, aguardamos atentos y con
ansiedad descubrir el encanto y la bonhomía de esos espíritus altruistas que,
como usted, nos favorezcan para regresar a Calabria. Puede seguir su ruta mi
amigo. Ingrese a su camioneta y cierre los ojos relajadamente hasta que la
claridad lo contenga, serán segundos, luego accione el encendido y circule con precaución
por las mismas huella de arribo en dirección a El Milagro, ha sido un placer y
gracias eternas por su benevolencia.
Tal lo
asegurando por el espectro calabrés la claridad no se hizo esperar. Cuando
abrió sus ojos notó que el cuerpo de Lorenzo ya no estaba en la discreta hierba
que oficiaba como natural banquina, tampoco había indicios de que otra persona
hubiera estado en el lugar. El motor se encendió con total normalidad, de inmediato
maniobró para retrotraer sus estelas conocidas; grande fue su sorpresa cuando
advirtió que al arribar a ese supuesto destino estaba en realidad en las
puertas del cementerio de Puesto Cueto. Rápida y violentamente accionó la
reversa volviendo a pisar esas mismas huellas transitadas por ese mismo sendero
de los extremos sucios, arribando nuevamente a esas mismas puertas del
cementerio de Puesto Cueto, a ese mismo extremo. Una y otra vez repitió el
intento hasta que el cansancio y la rutina lo convencieron que la resignación
era la mejor aliada. Ingresó al cementerio y buscó cobijo seguro en una de las
bóvedas, necesitaba pensar y sobre todo descansar más cómodamente y reparado,
para ello dispuso de su bolsa de dormir, elemento que por costumbre siempre
tenía en la baulera de la camioneta. Escogió la construcción más destacada, una
cuyo exterior exhibía finos mármoles de Carrara azulado y que como las demás
tenía en la parte superior del frontispicio el nombre de la Familia Catáneo. Al
ingresar, la dinastía en pleno estaba reunida en verbena, esperándolo. Lorenzo
no tardó en ofertarle un sentido y fraternal abrazo, actitud que el intruso
acepto confusamente, con marcadas prevenciones. Vito, la inconfundible voz tras
la fronda, se expuso en cuerpo presente y reiteró la escena; Renzo, era el
nuevo y último integrante del clan a incorporar para iniciar el retorno a
Calabria, cuestión que se concretó sin mayores demoras una vez finalizadas las
presentaciones formales.
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ResponderEliminarEl cuento es excelente pero ahora me da miedo de visitar Calabria o Puesto Cueto.