Maestros del Blues. C.W. Stoneking... nos sirve aguardiente de su alambique australiano Javier Paco Miró.... y un tal Orsino Fulco no abre las puertas de su paraíso..
Por Javier "Paco" Miró
Su sonido parece
salido de algún pueblo olvidado de Luisiana o quizás en algún viejo bar de
Nueva Orleands. Sin embargo su origen es bien lejano a esas tierras, quizás no
su corazón ni su alma. C.W. Stoneking nació en Katherine, territorio del
Norte, Australia, el 15 de marzo de 1974. Hijo de Billy Marshall Stoneking.
En el año 2005 Stoneking registró un álbum de composiciones originales de
blues titulado King Hokum. El álbum fue recibido con gran aclamación crítica en
los medios de comunicación australiano después de su lanzamiento en 2006. En
2006, Stoneking formó su banda de apoyo, la orquesta primitiva de bronces. La
formación actual es James Clark (tuba, contrabajo), Stephen Grant (Cucurucho),
Stu Barker (trombón) y Johnny Machin (batería).
En el año 2006 el
prestigioso crítico Tim Ritchie eligió King Hokum de C.W. Stoneking como el
álbum del año. Al año siguiente su gira por Australia fue un verdadero suceso a
tal punto que Radio Nacional la presentó como su evento principal. Ese mismo
año King Hokum fue nominado para el mejor álbum de Blues/Roots en los ARIA
Music Awards. El 20 de octubre de 2008 Stoneking presento Jungle Blues,
su segundo álbum de composiciones originales, que alcanzó el puesto nº 45 en el
ARIA Albums Chart. Jungle Blues ganó el premio al mejor álbum de Blues
tradicional y fue nominado para el mejor lanzamiento independiente, mejor
artista masculino en 2008. El Álbum siguiente de Stoneking, Gon' Boogaloo,
apareció el 17 de octubre de 2014, y alcanzó el número 17 en el ARIA Chart.
El Paraíso de Orsino Fulco
Amaba la oscuridad, el silencio y la
soledad, pero entiéndase, Orsino Fulco era amante de la oscuridad inevitable,
del silencio natural y de la soledad casual. Hombre de monosílabos Orsino
Fulco. No necesitaba más que expresar gestualmente, con el agregado de una
mínima interjección, su desprecio visceral por aquellos que observaban a sus
amantes como prostitutas de compañía paga y temporal. Estimaba mucho a las
prostitutas, sobre todo a las napolitanas, hermosas damas que invitaban placer
en la vía del mercado Porta Nolana, debido a ello no consideraba prudente ni inteligente
poner ambos afectos dentro de un mismo plano, y menos aún toleraba cualquier
tipo de desplante hacia aquellas mujeres que lo acompañaban desde su precoz adolescencia.
Orsino Fulco amaba el paraíso tal cual como
lo concebía, dibujado con trazos de melancólica oscuridad, armónico silencio y
amable soledad. Ámbito de Dios, sitio reservado para aquel capaz de leerlo, no
indagarlo con desconfianza y gozarlo con devota astringencia. Para su gobierno
sospechaba que la resuelta y amable soledad del paraíso estaba determinaba por
el carácter exclusivo que poseía. Orsino Fulco entendía que debía existir un
paraíso para cada persona y que una vez arribado se construía de acuerdo a
fundamentos subjetivos, quizás vividos. En tanto el silencio no incluía la
sordera del vacío. Se trataba de armonías envolventes aún no pentagramadas que
lograban caducar a todos los sonidos conocidos, incluso sonrojando a las más
bellas páginas del romanticismo alemán. Como buen italiano, Orsino Fulco,
disfrutaba mucho de las tristezas bávaras. La inevitable oscuridad era, acaso,
el inciso más complejo para comprender y deconstruir. Bruma aliada, cómplice,
enemiga de la vulgaridad y del sentido común; aguzar la mirada era la única
cláusula que no se debía insolentar.
Orsino Fulco juzgó a ese momento como el
oportuno para verificar los conjuros y sortilegios de su paraíso. Si mediar
burocracias, de manera bucólica y serena, sentado en su silla de ruedas, como siempre
desde su regreso de la guerra, y orientando sus ojos en dirección al crepúsculo,
bebió de un trago el insípido elixir, néctar que en un diálogo casual conoció a
través de su vecino el boticario, pócima indolora, que produce somnolencia y
muy expedita desde la temporalidad. De inmediato, al despertar del letargo
sibilino, comenzó a poner en duda la eficacia del brebaje; la oscuridad no era
inevitable, el silencio había que conquistarlo, y la soledad era necesario exigirla.
Su paraíso se parecía mucho a su vida. Por suerte, pensó para sí, semidesnuda y
delante de él, una de las prostitutas napolitanas más bellas de la vía del mercado Porta
Nolana estaba a segundos de atraparlo, utilizando como armas sus marcadas, extensas y liberales piernas...
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