Nacido en Layton,
Oklahoma, es una de las nuevas figuras del blues surgido durante los noventa e
influenciado por la segunda generación de grandes maestros del género del siglo
XX, por caso Albert Collins. Mike
Bloomfield, Albert King y Paul Butterfield entre otros. Durante mucho tiempo
trabajó como músico de sesión siendo esta la puerta que le permitió ingresar al
circuito de festivales tanto en Memphis como en Arkansas. En la actualidad a su
estilo como guitarrista incorpora elementos del jazz y del funk.
Aquí algunos de sus
más destacados trabajos:
Back on the
Streets Again (1992)
Gimme What I
Got Comin ' (1993)
Sittin 'Here
With Nothing (1996)
Harley in the
Rain (1997)
Hermanos
gemelos de diversas madres (2000)
Livin 'Large (2001)
Live at the
Full Moon Saloon (2002)
Two Lane Road (2004)
Iron City
Blues (2008)
All My Runnin
' (2008)
Big Mike Griffin
y Chris Tofield Live (2013)
De noche no todos
los gatos son pardos
(Historias de
militancia)
Estaba feliz. Me
había levantado temprano de la siesta sabiendo que el conocimiento estaba a la
postre de unos mates y dando vuelta la ochava. Con las lecturas previas de El
Loco Dorrego de Hernán Brienza, Fusilaron a Dorrego de Raúl Fradkin y de Manuel
Dorrego, el Héroe y sus cavilaciones de Antonio Calabrese, supuse encontrarme a
la altura de las circunstancias para valorar y respetar en su justo término la
real dimensión intelectual de nuestro eminente disertante.
El ámbito era
perfecto. Cierta intimidad y una treintena de personas de valor y compromiso
social daban el marco adecuado a una charla debate en donde la política y la
historia se esforzarían por diseñar sus acuerdos y desacuerdos amablemente,
dejando de lado esas detestables y eruptivas pulseadas que solemos observar
cuando un par de lectores, más o menos avezados, le rinden culto deshonesto a
sus supuestas sospechas eruditas. Tipos que aman escucharse, onanistas de sus
propios escritos.
Pero qué va... el
alma de Beatriz Sarlo se hizo presente, y por un rato me sentí Orlando Barone
en aquel recordado programa de la televisión pública.
Sorpresivamente me
desasné allí que Juan José Hernández Arregui presenta lecturas marxistas,
sesgadas y europeizantes con respecto a nuestra historia reciente, por lo cual
me encontré en la feliz obligación de leer nuevamente La Formación de la
Conciencia Nacional, Imperialismo y Cultura, ¿Qué es el Ser Nacional? y
Nacionalismo y Dependencia.
Considero que el eminente
disertante debía sostener razones valederas y científicas de las cuales no
puedo ni debo dudar. Tal vez lo leí con cierto pre-concepto, tal vez por
pertenecer al campo del pensamiento popular la figura del converso haya
enamorado a Hernández Arregui de modo lograr mimetizarse con Arturo Jauretche,
Homero Manzi y Raúl Scalabrini Ortiz. No sé, es apenas una sospecha; soy
simplemente un apasionado y humilde lector.
En otro orden de
cosas estimo que José Pablo Feinmann no espera devoción de parte de nadie ni
aspira lograr santidad alguna. Supongo que su inteligencia propone disparadores
que nos permiten ampliar nuestra base de debate y discusión con
fundamentaciones honestas, tan permeables y recortadas como otras, pero con un
índice de racionalidad que hacen relevante su figura como filósofo, historiador
y analista.
También nos
enteramos que la violencia política no formaba parte del vademécum del General
Perón. Y eso es cierto, su revolución fue en paz; los cambios sociales
efectivizados luego de 1946 modificaron notablemente la vida de todos los
argentinos, sobre todo la vida de los trabajadores y la de los sectores más
vulnerables.
Lo que no podemos
ignorar es que dentro del movimiento se desarrollaron brazos armados, tanto de
derecha como de izquierda, que ni el mismo General pudo acotar luego de haber
sido factótum irreemplazable de su propia génesis. No olvidemos las reuniones en
Puerta de Hierro que sostuvo en varias ocasiones con aquella juventud maravillosa
en las lamentables épocas de la proscripción. Esto no configura en absoluto un
reproche. Nada más lejos de mi intención. Es una realidad histórica que no
debemos ocultar si de criterios políticos y científicos se habla. Tampoco creo
que la inteligencia del General haya sido engañada o sometida burdamente por
las brujerías del mediocre y tristemente célebre cabo López Rega.
La taxativa
definición sobre la pasividad juvenil de los ochenta no me parece contener
condimentos probatorios irrefutables y más teniendo en cuenta que uno, como
testigo y protagonista, fue participe de aquella resurrección estudiantil
postdictatorial. Recordemos solamente que las páginas de los diarios exhibían
como noticia de tapa los resultados de las agrupaciones universitarias
partidarias en cada claustro. Franja tenía significado y significante, al igual
que la Juventud Intransigente, la Funap, Upau, la JPU, el FJC, la JS y demás
agrupaciones trotskistas, maoístas, humanistas y hasta ecologistas.
Es cierto, fuimos
una juventud fiambre que, políticamente, se rindió demasiado rápido ante la
adversidad y el desencanto con aquellos que hablando de coraje se agacharon a
la primera de cambio, casi sin dar batalla intelectual, ahora llamada cultural;
pero eso no desmerece el entusiasmo y lo explosivo de su génesis. Recordemos
bajo las faldas de quién terminó sus días el político e historiador de la
izquierda nacional Jorge Abelardo Ramos.
Nada garantiza que
el actual encanto juvenil se consolide a través de una militancia permanente
ante otro desencanto o ante una nueva adversidad. El actual formato social será
clave para entender el futuro.
Coincido con
nuestro disertante. Con la democracia no se cura, ni se educa, ni se come. Se
cura con una política sanitaria popular, con médicos de excelencia y un modelo
de inversiones de carácter universal dejando de lado el "Modelo Médico
Hegemónico" que sostiene la variable costo/beneficio como capricho
institucional. Se educa con planes acordes y progresistas a favor del
conocimiento general y particular, con docentes bien pagos y centros de
instrucción y formación, integrados a un proyecto de país, y se come con una
distribución justa de la riqueza. Esto es: La democracia con sustancia política
y no solamente como modelo gestionalista.
Sospecho que la
ausencia del Coronel Manuel Dorrego en esta interesante tardenoche no se debió
a una cuestión de censuras ni de olvidos. Estimo que prefirió no asistir
entendiendo que su sacrificio y las manchas de sangre en su casaca aún no eran
suficientemente respetadas.
Hubo intentos de
algunos presentes para arroparlo y traerlo a la fiesta intelectual. Pero no
hubo caso. La política internacional, Kadhafi, Mao, Reagan y la crisis de una
sustancia llamada petróleo que ni siquiera conoció, lo convencieron que asistir
no tenía demasiado sentido. Y fue una verdadera pena la decisión. Intuyo que
prefirió tomarse unos mates con Juan Maciel, crepúsculo mediante, en algún
rincón del pago en donde nadie con soberbia intelectual tenga la pretensión y
el poco tino de rubricar incómodamente alguna inútil sentencia universal.
El “después te
firmo” del disertante constituye el resultado de una pulseada de la que
nunca participé. Me llamó mucho la atención que del campo popular emerjan esas
chispas elitistas que hacen más a la actualidad de la antes mencionada filósofa
aliancista y no tanto al apasionamiento de un compañero que con esfuerzo y
voluntad se nos acercó para pasar un buen momento de charla y sana discusión.
Junto a mi señora
recorrimos cuarenta kilómetros entre ida y vuelta para escuchar y aprender. No
nos arrepentimos en lo absoluto. Gracias al "Profesor" pasamos una estupenda
velada de aprendizaje en en Bar No Tires Lavalle, junto a los amigos Carlos y Susana. Al rato
cayó el Coronel, encantado con el nombre del boliche, junto a Juan
Maciel, seguro por estar a salvo de las sombras de la parroquia. Y estuvo
presente la vernácula política y la historia de nuestros dolores y nos
encontramos, tal vez sin tanta pompa ni boato con aquello que vinimos a buscar.
Demás está aclarar que a nadie se le ocurrió firmar ningún protocolo
intelectual al finalizar la reunión. El asunto fue mucho más simple, mucho más
humano, mucho más político. Quién sabe... hasta con algún rigor científico
ciertamente casual.
Comentarios
Publicar un comentario