… fragmento del
cuento Tras la Huella
Un beso en la frente
por parte de Diana, la enfermera, segundos antes de retirarse del salón, le
permitió examinar el descollante surco que proponían los senos de la dama; el
corpiño apenas si sostenía tamaña nobleza recordando en ese instante que debía
esforzarse para rememorar otros pechos y otros besos y otros deseos. Hacia el
final del domingo logró distinguirse trabajando en la Central Atómica en
soledad, completaba la geografía una consola manual, un ordenador personal, dos
teléfonos y un circuito cerrado de televisión. La estría en el muslo había
desaparecido y el supuesto accidente automovilístico de mediados de los noventa
carecía de presencia. Sus años universitarios recorrían los pasillos de la
Facultad de Ingeniería y no de Medicina como su evocación anterior lo indicaba.
Se percibía sometido a un pendular juego mnemónico con reglas propias y huellas
aleatorias. Sospechó que la sutil disminución en las dosis de los narcóticos
provocaba cierta confusión, imprecisiones varias y algún que otro desvarío.
Prefirió entonces no herirse y descansar; la sazón que dejó la reciente charla
con Diana intervenía como eficiente analgésico.
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