La breve nota decía
Mi querido y
venerado poeta, con angustiante dolor le debo informar que no me es dable
corresponder a sus innumerables señales de amor. Si bien usted me dio todo
aquello que precisaba y me regaló los momentos más hermosos a los cuales una
mujer puede aspirar sin tener la necesidad de pedírselo le debo confesar que he
encontrado la pasión en latitudes lejanas a sus rumbos. Acaso usted haya tenido
siempre la razón y sencillamente las personas nos enamoramos de una síntesis
inmediata, de un momento fundacional y no de un alegato temporal. No me atrevo
a enfrentarlo, odiaría dar testimonio del daño que le causo, aún así mis
lágrimas no cesan cuando la pluma boceta tan triste despedida…
El poeta,
una vez leída la breve misiva, de cara al espejo y a medio afeitar sonrió con
nostalgia, alguna nube molestó la visión que de él tenía, luego de finalizado
el acto fue hasta su viejo combinado y colocó bajo la púa uno de los tantos vinilos de Blues que tenía en su colección, de hecho no se esmeró por buscar un
músico de preferencia, cualquiera de ellos estaba a la altura de sus
circunstancias. Lo dicho pensó, el amor a primera rima no existe, ni a segunda
ni a tercera insistió en voz alta, solo existe el instante, y se arrojó en el
sillón en donde descansaba tranquilamente en uno de los apoyabrazos su gato
Bartolo, y lo hizo como quien lanza un desperdicio, en este caso un desecho de
sí mismo. El gato lo miró, y lo hizo entre paréntesis de desconfianza y
corchetes de piedad, reparó con atención en su tristeza, segundos después se
apoltronó en su falda disponiéndose a compartir un rato de su azul melancolía…
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