Al amor, lo trato de “usted”
Conforme a su acuciante necedad y so pretexto de mis
fueros y pasiones le pido bien sostenga mis blasones mostrando alguna traza de
piedad. Procuro entenderlo, sin la maldad que marca la lujuria, intento inferir
en ocasiones sin defraudar tamaña crueldad. Desgárreme en austera soledad, si
lo desea, apele por desconfiados dones que logran reemplazar esta cínica
verdad, plegaria que muere, en libertad, tallada, mutilada por malones de recuerdos
vulgares, laxos de beldad.
A poco de agonizar creo imprudente propalar alegatos
ostentosos que hablan con vocablos poderosos del sacro deber ser y lo decente.
Implorar por espacios del poniente no resume momentos valerosos ni siquiera
respetan tormentosos las ruinas del pasado y del presente. Lo dechado es partir
humildemente reservando petitorios, cobardes necedades, fraudes del naciente, todo
es tránsito tan solo la vertiente, lunar y sueño, perfiles rocosos, lamento de bruma
y duelo penitente. En gélidos y confusos desiertos he resuelto por usted ultimar
mis postreras noches encerrando retiros de ultramar entre postigos yertos, protegidos
por grilletes inciertos. Este páramo que presume y desfigura a los muertos es un
descanso que me impide estimar si es dable al destino reclamar la cruel
ausencia de sus ojos tiesos. Le cuento que en cierta medida me relaja contar
con la llanura y clamar conforme sus estados inexpertos por esas esencias
ligeras que besan el mar y los verdes. No me es válido y puro reclamar por sus paisajes,
ociosos y buenamente abiertos. Me atormenta su ausencia de piedad, sus
silencios promueven maleficios, con juegos y plebeyos artificios es indecente su
hermosa crueldad. Me perturban sus cielos sin edad, criatura luce rasgos
pontificios con siluetas de sombras edificios que empobrecen mi senda en
soledad. Quisiera que en su tiempo de verdad encuentre al olvido sin los vicios
del desamor, mítica sinceridad que ahuyenta del orbe los suplicios, no permita
que esa falsa libertad destiña mi infame sacrificio. A fuerza de maldades
recurrentes magros días asumen sus distancias mas no son exclusivas sus
instancias abrevando de humores inocentes. Es tiempo de momentos penitentes, el
dolor niega suertes sin jactancias, tristeza de licor y de ganancias, sumarios
restaurados y nacientes. A usted le complace inventariar lágrimas y cuerpos
malolientes, sombras de lo que ayer fueron estancias plenas de goce, terquedad
de los valientes que aún perciben de azares e ignorancias, seres venturosos que
reciben de su parte el regalo de la hiel y de la sangre, sin que medie en su
juicio la piedad. Omitidos en su inasible arcón se revelan prevenciones y tesoros, y
vulnera osado sus aforos por temor al espectro desazón. Usted, actor despreciable
del dilema, intensifica la comezón reanimando la morosidad con su espolón
evocativo. Sin embargo y con malicia le impugna el veneno al aguijón, los
sufrientes no podrán gozar de esos placebos decorosos y abismales, espantajos
límites que vigorosamente advierten de un desliz, de un simulacro, de un deseo
inacabado.
El ascenso por la pendiente expresa lo azaroso de un
regreso confuso, sendero de recorrido difuso que no siempre vagamos sin
sorpresa. La cuesta nos espera con pereza inclinando nuestro miedo intruso, el
mar azul y un tinte fresco, iluso, nos apunta con odio su pobreza. Y a mitad de
camino la tibieza que con exquisita seducción usted expone, pericia con descaro,
falsa promesa, muy a pesar de su verbo y su simpleza y de tanta delación en
desuso seguimos avanzando con torpeza. No le debo negar a su mirada mis
escorias, deseo ser portador del olvido, no preciso coartar de lo vivido aquello
que no cuentan mis memorias. En mi holgado catálogo de historias sus labios
ocultan síndicos latidos, y a pesar de mis signos prometidos recurro al mandato
de mis fobias. Las derrotas formulan precavidos enlaces y ciertas esperanzas de
victoria, cabriolas de candidez que a pesar de los rezos advertidos no son más
que rimas que por ciertas se hacen obvias, y aún así seguir, a cuenta de los miedos
escogidos. Por eso no distingo prudente su avaricia aunque es dable sentirme
por vencido, la sangre se vierte sin sentido por los cauces y torrentes de
codicia. No percibo prudente al ensayar abrevar desaciertos y rencores,
falsificar ausencias y pasiones espiando su nirvana al caminar. No descubro
prudente la mesura moderando masacres imprecisas ni venero sus frases de
ternura cuando el sol disimula sus caricias y las manos coquetean sin cordura
el difuso desfilar de sus milicias.
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