Una historia de clandestinidad de Ómar Milano.... del exilio nos hablan Alfredo Zitarrosa y Raly Barrionuevo y los bares del artista plástico Descals
Ernest
Descals
Allí
estaba, según su costumbre, sentado y acodado a la vera de una mesa, la pared a
sus espaldas, en un rincón donde la perspectiva le aseguraba observar al
detalle la puerta de acceso al lugar. Charlamos largo rato, más que nada sobre
las últimas elecciones, y el estado de la sociedad que nos ha quedado. El Ómar
Milano, se explayaba...
- Mire
Sala, las cuestiones de plata son las mas fáciles de solucionar, ya que con
plata se arreglan, aunque cueste trabajo convencer a los que más tienen de que
se van a tener que poner…. Lo más grave es la destrucción del tejido social, no
tanto en los sectores de muy bajos o nulos ingresos, ya que éstos con el tiempo
han construido redes de solidaridad que los ayudan a sobrevivir a estos
tiempos. La autodenominada clase media ha sido infiltrada sutilmente con odio y
rencor hacia sí mismos, les vendieron la quimera del emprendedorismo y la
añagaza de la meritocracia, y va a ser muy trabajoso sacarlos de ese pantano.
La
charla caminó por esos andariveles, hasta que en un momento me dijo…
-
Vea
que hay tipos que tienen historia, y las han pasado realmente mal, pero no se entregan…
Y
allí, sin preludio ni introducción, me comenzó a relatar la historia de Eladio (que por supuesto no se
llama Eladio).
-
Allá
por fines de la década del ’60 nacieron las Ligas Agrarias ante la inacción de
Federación Agraria y el Cooperativismo Agrario. Los jóvenes cooperativistas de
UCAL en conjunto con curas tercermundistas, montaron un movimiento rural que
abarcó las Provincias del Chaco, Corrientes, Misiones y buena parte del norte
de Santa Fe. Hasta al propio dictador Lanusse lo hicieron recular en una histórica
concentración en el Chaco, donde Osvaldo “Quique” Lovey lo interpeló duramente
en público. Entre ellos estaba Eladio; flaco, petisón, de pausado hablar, y voz
profunda (no es que era lerdo para hablar, según decía un compañero: Lo que
pasa es que habla “en limpio”) contaba con una ventaja relativa, al ser soltero
no tenía responsabilidades familiares que lo trabaran en su accionar. Luego del
’73 las cosas no fueron mucho mejores, aunque durante la primavera Camporista,
y los primeros tiempos de Perón en el Gobierno fueron reconocidos como entidad
representativa. A la muerte de Perón, volvió a desatarse la represión. Eladio
cayó detenido a disposición del PEN y fue a parar a la Cárcel de Coronda, donde
estaba al 24 de marzo de 1976, fecha en la cual se cortó todo contacto, al
punto que sus propios compañeros lo dieron por desaparecido. Nadie logró saber
que había sido de Eladio hasta Octubre de 1982.
En una de esas tardecitas de
primavera, sonó el timbre de mi casa; fui, y abrí la puerta, y allí estaba
Eladio. Si no me infarté ese día, creo que no me infartaré nunca. De a poco, y
luego de las emociones y abrazos me fue contando su historia de fuga y exilio. Resultó
que una tarde lo convocó el Jefe del Penal de Coronda para informarle: “Mire,
aquí tengo una orden de ponerlo en libertad hoy a la medianoche. Como se que lo
van a estar esperando para matarlo lo voy a liberar una hora antes, cuestión
darle tiempo a poner distancia, usted cuando salga de aquí, camine todo lo que
pueda hasta considerarse seguro; es todo lo que puedo hacer por usted”. De allí
en adelante fue toda una aventura, hasta conseguir alguien que lo cruzó en
lancha a Entre Ríos. De ahí caminar de noche y ocultarse de día, cruzar parte
de la provincia para luego pasar a Corrientes, para más tarde cruzar el Rio
Uruguay a nado (criado a chacra en el monte santafesino, era muy buen nadador
además). Luego Brasil, refugiado por la ACNUR, y años de exilio en España donde
trabajó en Bilbao como albañil. Me relató que ya en la declinación de la
dictadura, decidió volver a su patria. ¿Y cómo hiciste para entrar? fue mi
pregunta ya que aún estaba en condición de prófugo y a disposición. La
respuesta fue simple: “Igual que para salir…”. A su chacra en Santa Fe aún no
podía volver, así que estaba con otros compañeros en su misma situación en una
pensión del barrio de Palermo en plena ciudad de Buenos Aires. Poco tiempo
después pudo volver a sus pagos, y reanudar el trabajo en su campito, que durante
esos años había estado a cargo de su cuñado. Hoy, casi con 80 años sobre sus
espaldas, sigue en la huella, y si bien ya el cuerpo no da para tanto, la mente
sigue activa, y luchando por los mismos ideales.
El
Ómar pagó los cafés, dejó la silla, la mesa y el rincón, salió a la calle, no
sin obviar mirar hacia ambos lados, hábito que se transformó en sentido desde sus tiempos militantes, antes de emprender la marcha hasta la próxima
historia clandestina…
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