Propato
sabía…
Propato
sabía, aunque bien lo disimulaba. Poco le importaba pasar por palurdo,
ignorante, o acaso descolgado, descreía del juicio ajeno y más cuando este
formato básico y banal lograba mimetizar esos escasos detalles elegantes y
virtuosos que posee la inteligencia, incluso cuando la pobre intrusa es
utilizada en su rango inferior, el más soez por cierto. Propato sabía, aunque
bien lo disimulaba, se empecinaba en exhibirse subrepticio, ciertamente
clandestino, sobre todo cuando sus linderos comenzaban a vulgarizar razonamientos
y conclusiones motivados por lo que solía denominar el conocimiento
enciclopédico irracional, proceso mnemónico que no relacionaba pericias,
simplemente las acumulaba, hipótesis sobre la cual juraba no ser autor, debido
a que no solía arrogarse absolutos; por devoción a Platón se manifestaba como
un modesto espectador de lo real y lo aparente, con marcado interés por una
categoría adicional no siempre detectada por el homo consumidor de la
modernidad la cual se basa en una estructura de supuestos sociales que nos
hacen proceder mecánicamente según pautas no escritas por lo vergonzantes, pero
que circulan por nuestras mentes sin solución de continuidad desde que nacemos,
digamos el vademécum del condicionamiento. Propato sabía que en la actualidad
no era necesario invertir en anestésicos ni recurrir a cirujanos lobotomistas
de categoría Nobel para tiranizarnos, alcanzó con que un par de generaciones
tuvieran algo pequeño y terrenal que perder, real o ficticio, para iniciar un
proceso dominante, cobardía de subsistencia la bautizó, molde que nos acompaña
sin solución de continuidad desde nuestros extremo sucio inicial, la placenta, hasta que, con el temor
definitivamente instalado, tomamos nuestra primera decisión.
Propato
sabía que la humanidad estaba al borde de dar el último paso hacia su
anticlimax, punto al que le costó arribar luego de casi medio siglo de
confortable sadismo y que finalmente daría como resultado el último de los
borgeanos extremos sucios: el exterminio. Propato sabía que la humanidad se
había acobardado, pero no por amor y apego temporal a la vida, sino por la
cruenta dimensión y enorme valoración que le otorgaba a los bienes que obtenía
durante su transcurso y que abandonar con hidalguía ese transcurso y el peso de
sus cosas no merecía digna temeridad; en definitiva ese era el plan madre para
lograr el objetivo de una total subsumisión de la voluntad y sobre todo anular
cada una de las capacidades cognitivas que nos sirvan para entender ese formato
de manera tal nunca incomodarlo con preguntas críticas.
Propato
sabía, y lo sabía en silencio, y lo sabía en la soledad de su cincuentenario
ausentismo social, tal vez cínico,
anacoreta y melindroso, pero lo sabía, y ese era su intangible capital, su
apotegma, sutil y afinado adagio que compuso luego de décadas de vitales
insomnios…
¿Pero
qué hacer con ese conocimiento? se preguntaba Propato a modo de censura y
reproche. Tenía varias opciones en su imaginario, ninguna lo reconfortaba.
Estaba seguro que militar políticamente no era una de ellas debido a que lo
ubicaría en el mismo lugar difuso que venía experimentando desde siempre, la
soledad de su verba y una argumentación que posiblemente sería menoscabada y
soslayada como testimonial. Tomar las armas sin organicidad, sin masas y sin
estrategia banalizaría la tesis, a punto de instalarla como una nueva idea
extrema dentro del recurrente universo revulsivo de los excluidos, más allá que los objetivos señalados sean observados como vigorosos símbolos libertarios para la
sociedad de consumo y el sistema. Lejos estaba Propato de erigirse como un
anarquista o un fundamentalista tardío. De la misma forma desechó de plano la
instancia de posicionarse como un intelectual en la materia desarrollando
textos literarios a modo de ensayo que exhibieran las cualidades y las calidades
de sus razonamientos, y que al mismo tiempo lo instalasen como un teórico digno
de excelentes montos retributivos a cambio de eruditas conferencias. Por ahora,
la idea de Propato de ungirse como una suerte de predicador itinerante era la
que más lo seducía. La sumatoria de su importante pensión por viudez – hasta el
trágico accidente que le costara la vida, su esposa había sido durante 20 años
Gerente de sucursal en una importante empresa de Seguros - más una prematura
jubilación estatal obtenida merced a un leve y exagerado padecimiento cardíaco
le permitía contar con la suficiente solvencia y liquidez para no padecer
rigores económicos y poder recorrer los pueblos del interior en su auto, previo
análisis de los recorridos, y transmitir su mensaje humanístico, sociológico,
antropológico y político bajo el aura de los atavíos y disfraces pastorales. El
atajo: llevar su científica palabra con el auxilio de Dios, y como escribió Cortázar en Rayuela, para luego licenciarlo y dejarlo ír. Propato sabía además
que las personas, basadas en ese sentido común que tanto detestaba, poseían la
suficiente capacidad de absorción para no darse cuenta en donde descansaba la
subliminalidad y la intencionalidad de la propuesta. Vale decir, de ordenar
cada una de las variables, desarrollaría su estrategia utilizando las mismas
herramientas que deseaba combatir. Propato lo sabía, abandonar al "identitario" ser subrepticio era su mayor dificultad y en segunda instancia crear un
lenguaje adecuado, sencillo, original, emotivo, que castigue los instintos más
básicos, en consecuencia aquellos reflejos ajenos a su ser existencial. De
manera que una vez tomada la decisión acerca de cómo desarrollar su último
intento libertario, comenzó la visita de varios sitios digitales en donde podía
hallar respuestas certeras a sus cavilaciones materiales. “El Taller de
Entusiasmo” de Rozitchner y la conferencia de Manes del año 2015 titulada “Para
Funcionar Bien, el Cerebro Necesita Desconectarse” fueron los postigos de
ingreso a su sesuda investigación. Propato lo sabía, precisaba de los más
sádicos y eficientes agentes del sistema dominante para crear ese idioma, ese
relato normatizado, un guión que no permitiese poner en duda ninguna de sus
premisas. Seis meses tardó aproximadamente para plasmar su conferencia en texto
impreso. La tarea de desaprender le resultó más fatigosa que la de aprender,
sobre todo cuando eso que se debe desaprender es extremadamente más valioso, de
allí que fuera imperativo su definitivo reemplazo. Ensayada en varias
oportunidades, relato, actuación y música componían una puesta a la cual solo
le faltaba un partenaire femenino cuya modesta presencia contribuyera a la
subliminidad dejando traslucir inocente seducción y solapado erotismo. Para
ello publicó un aviso en su muro de facebook solo de acceso directo a personas
que compartiesen con él grupos cerrados, puntualmente foros literarios, sitios
melómanos de blues, nichos acotados compuesto por mujeres independientes y con
ciertas características que especificaba en la propuesta: “Dama de excelente
presencia y elevado nivel cultural, no es necesario documentar estudio alguno,
un título es un detalle menor para la selección, entre 40 y 50 años, sin
compromisos familiares ni lazos afectivos que ponderar, para propuesta
societaria innovadora, itinerante y revulsiva. Las interesadas deberán enviar sus
datos por privado a este mismo muro durante hoy y mañana inclusive”.
Dos
usuarias con las cuales tenía fluido diálogo cibernético respondieron a la
propuesta, señoras con las cuales no tardó en reunirse personalmente en sendas
confiterías cercanas a los domicilios de las damas, intentos que tristemente se
vio obligado desechar debido a que ambas adolecían de la vocación histriónica
que la empresa ameritaba más allá del entusiasmo que exhibieron con la idea. Por lo demás,
tanto Patricia como Roxana, esos eran sus nombres reales, daban a la perfección
con el “physique du rol” a tal punto que la belleza de las mujeres hicieron
dudar a Propato sobre lo conveniente de continuar con el proyecto teniendo como
gravamen el doloroso deber de abandonar tan hermosas y seductoras
posibilidades. Pero su compromiso con la misión superaba cualquier deseo
terrenal por lo cual prefirió continuar con su búsqueda. Luego de sus
entrevistas, Propato sabía que la mujer ideal para la empresa no debía tener
mucho que perder y una vida a reemplazar, acaso a eliminar, debido a eso
comenzó un recorrido por los más selectos cabarets y bares de compañía del
microcentro porteño. Luego de varias semanas de agotadora nocturnidad y ya
frustrado debido a que aún nadie se había destacado ni siquiera como amena
comitiva para un mísero trago rebajado, puso su atención en una madura y
bellísima mesera de rostro angelical y figura lucida que se desempeñaba como
tal en un magro burdel de la calle Maipú casi llegando a Lavalle. Tres noches
seguidas amaneciendo en el apestoso e indecoroso congal alcanzaron para
entablar fluida conversación con la mujer. La dama misma había observado que
ese misterioso hombre de funyi pardo y sobretodo, bebedor corriente, por noche, de
tres copas del Merlot patagónico más caro, jamás se retiraba acompañado del
lupanar y que solamente ponía atención en ella. Previa consulta con el
propietario del lugar y obtenido su permiso, acaso algo dominada por la
certidumbre y sus miedos, decidió encarar al extraño. Propato sabía, más
temprano que tarde, que ella y sus temores decidirían. Divorciada, de 43 años,
sin hijos ni relaciones que atender, Claudia manifestó de inmediato su
entusiasmo con el proyecto, incluso podía dar rienda suelta liberando su
adolescente vocación como actriz, impronta que tuvo la obligación de abandonar
producto de las urgencias de una vida sin herencias ni albaceas. Propato sabía
lo que no debía preguntar, sin embargo esas intensas y entrecortadas tres horas
de conversación le dieron la pauta de estar delante de la persona textual. Se
fueron juntos del burdel, del brazo, para sorpresa de los parroquianos, luego
que Claudia, de manera gentil y amable saludara una por una a las chicas que
alternaban en el lugar. Más allá de que la mesera no formaba parte de ese
staff, les tenía un cariño casi maternal, para finalmente presentarle su
renuncia al proxeneta en jefe no sin antes desearle lo peor para su futuro.
Propato sabía que exhibir una imagen de pareja conformada y consolidada le daría sustento al
acting pentecostal. La gente, por sentido común, considera a la familia formal
como un valor admirable y que habla por sí de la estatura moral de las
personas. Ambos estaban de acuerdo que no debían contradecir ese lisérgico
sentido común si deseaban lograr que el mensaje llegase a puerto, de manera que
comenzaron a ensayarse como conyugues sin dejar inciso alguno de lado. Si a su
paso la pareja lograba enmendar los deseos insatisfechos de sus
circunstanciales anfitriones no habría barrera que impida una reconvención
positiva de sus valores. Su dialéctica, su actuación y sus
capacidades empáticas eran los protagonistas exclusivos de esta meticulosa y
susceptible revolución. Antes de finalizar la semana estaban conviviendo en el
departamento propiedad de Propato ubicado en el barrio porteño de Villa
Urquiza. La cuestión no resultó para nada traumática ya que la dama vivía desde
hacía dos años, a modo de velada inquilina, en la casa de una prima segunda,
separada, cuya única exigencia era que Claudia se responsabilice de los
vencimientos, impuestos y servicios, no del dinero, sino del organigrama,
oficiando como una suerte de administradora, tarea que a la propietaria le
resultaba tan fatigosa como aburrida. Además hacía un mes que Inés, así se
llamaba la prima, había comenzado una relación estable con una compañera de
trabajo de manera que Claudia, a esas alturas, se estaba percibiendo como una
contrariedad.
Propato
lo sabía, el fracaso estaba casi asegurado, pero caminar hacia él por ese
sendero y muy bien acompañado sería extremadamente excitante por lo incierto y
si se quiere por lo infiel, aunque se reservaba para sí alguna leve confianza.
Claudia merecía que la tuviera, de manera que dejar las llaves y firmar la
autorización para alquilar el departamento en la inmobiliaria de su amigo Vilches
fue la última tarea burocrática en la metrópoli. El gestor sabría qué hacer y
en qué cuenta realizar los depósitos.
Lo
primero a establecer era el recorrido, no tanto en su hipotético desarrollo
sino en su comienzo. Propato sabía que posiblemente cualquier planificación
resultaría obsoleta rápidamente debido a que era imposible traducir de manera
taxativa las circunstancias de un ilusorio devenir, y en consecuencia, la
temporalidad que pudiese demandar cada parada, pueblo o estación. Estaban de
acuerdo en no pisar centros urbanos superiores a los treinta mil habitantes, la
idea dominante era limitar la terciarización del pensamiento evitando la
intromisión de los medios, a éstos solo les cabría una función meramente
publicitaria en donde incluso, llegado el caso, se podía llegar a pautar una
suerte de reportaje guionado. Propato sabía que con una respetable cantidad de
billetes frescos y una buena producción se podía improvisar un relato asequible
y persuasivo.
El sur
fue el punto cardinal escogido; el sendero, la ruta nacional número tres.
Partían de Buenos Aires, el primer extremo, el más sucio si cabe continuar con
la borgeana asociación; no tenían prisa para investigar cuál sería el otro
extremo. Acordaron que Cacharí, localidad de casi tres mil habitantes,
perteneciente al Partido de Azul, sería la experiencia inicial, pueblo cuya
equidistancia de la propia Azul, ciudad cabecera del distrito, de Las Flores,
de Tapalqué y de Rauch, les permitía sospechar de la existencia de una fuerte
identificación con relación a su impronta histórica y a su genealogía. Luego de
verificar el asiento de una sucursal del Banco de la Provincia de Buenos Aires,
entidad en la que Propato tenía depositados sus fondos, consideraron que la
aldea cumplía con todos los requisitos para enfrentar una suerte de primer
ensayo dialéctico. Los casi 250 kilómetros recorridos pasaron rápidamente muy a
pesar de no haber exigido en ningún momento al viejo pero bien conservado Ford
Escort de fines de los noventa. Luego de consultar con el primer parroquiano
visualizado se dirigieron directamente, a instancias de su recomendación, al
Hotel Cachari, construcción de época, original y muy coqueta. Una breve charla
con el encargado, café mediante, los puso en autos sobre la manera más eficaz de
manejarse dentro de la villa en función de la actividad a realizar. Ingresar su
mensaje al espíritu de la población vía la señal de la radio FM Impacto les
daría un valor agregado de confiabilidad con buenas posibilidades de
credibilidad, poniendo énfasis en aconsejarles, llegado el caso, al Club
Porteño como centro neurálgico de reunión popular.
Propato
sabía que debían ordenar la data, ir al Banco, tomarse el resto del día y
tratar de caminar por el pueblo, a modo de breve reseña, para acercarse a esa
primera impresión determinante. El trato con la emisora no trajo aparejado
gravosos conflictos. Económicamente estaba dentro de lo calculado. Un micro
diario de diez minutos a media mañana durante cuatro días les posibilitaría
decorar dialécticamente y difundir el encuentro público que se celebraría en el gimnasio del club en el quinto
día de estadía. La pareja había desarrollado diferentes
rutinas y guiones según fuera el ámbito anfitrión. Tenían claro que un teatro,
una radio, un club, una plaza, una estación, un canal local, poseían lenguajes
propios, tanto desde la oratoria como corporales. Si bien esta primera
experiencia no podía imponer contundentes conclusiones, y más allá de un
supuesto éxito de convocatoria, Propato sabía que por el momento no debían
aventurarse hacia poblaciones de mayor envergadura. En esta etapa visitar
poblados de hasta cinco almas era el objetivo de máxima. En la lista, además de
Cacharí, estaban consignados Chillar, De La Garma, Cascallares, la comarca
Oriente-Marisol-Copetonas, José A. Guisasola, para finalmente arribar a Coronel
Dorrego, sacar las debidas conclusiones y reorganizar la gira, momento adecuado
para analizar si daban el paso superior hacia densidades más importantes y como
consecuencia de esta decisión modificar el recorrido a seguir.
Sin bien
Propato sabía que buena parte del capital se recuperaría con los acostumbrados
donativos de ocasión y comercializando los cuadernillos dogmáticos impresos
para tales efectos, trabajo que por tres mil ejemplares le realizara al costo y
cómodamente financiado su compadre Bonacechi, viejo linotipista experto en
Minervas clandestinas durante la proscripción del peronismo, era menester
mantener cierta prudencia en los gastos, sobre todo con lo concerniente a las
vituallas.
Propato
sabía que la radio era el ariete para la conquista, luego todo se desarrollaría
por añadidura. El vecindario del interior confía en su radio, su radio no les
miente, su radio es parte esencial de la familia y es el nexo vital con el
mundo exterior. Para ello la voz gustativa de Claudia y cierta cadencia bíblica
en su forma de expresión, impostada desde luego, eran las herramientas a
usufructuar. A la sensualidad para despertar el dormido espíritu erótico de los
parroquianos, hombres ciertamente aburridos de ver siempre los mismos paisajes,
se sumaba esa cadencia religiosa ensayada hasta el hartazgo para incitar la
curiosidad de los fieles ante las nuevas formas de recibir la sagrada palabra.
Justamente esas nuevas formas, ese nuevo lenguaje, eran los elementos cardinales
para iniciarlos dentro de un proceso sentido, pensante e internamente
deliberativo. De todas maneras Propato no descartaba que la cuestión pudiese
deconstruirse de manera inversa motivada por incisos aún no previstos, acaso
menos sospechados. La madura belleza de Claudia cautivó de inmediato a los
jóvenes vecinos que con llamativa solvencia llevaban adelante la segunda mañana
de la radio. El programa, típico de esa franja horaria, exhibía su miscelánea
de manera muy prolija y con marcado buen gusto, lejos de la procacidad en la
que suelen caer otras emisoras, incluso aquellas catalogadas como nacionales.
Ellos fueron los primeros en hacer correr la voz dentro de la aldea sobre la
seductora sofisticación de la dama y el elevado nivel cultural de Propato. Con
el transcurrir de los días era un secreto a voces que el predio del Club
estaría colmado en sus 400 butacas. Javier y Marcelo, los chicos de locución en
la FM, se ofrecieron como anfitriones para colaborar en todo lo que la pareja
necesitase durante el evento. Tomado el ofrecimiento, Claudia los proveyó de la
misma cantidad de publicaciones como sitios había en el salón para que sean entregados a cada visitante a cambio de un óbolo sugerente pero no vinculante.
Los muchachos exhibían un encantamiento abrumador por la mujer, de manera que
no pusieron ni una mínima objeción a su solicitud. La deseaban, como cada uno
de los hombres que cruzaban a su paso y Propato lo sabía. Los rústicos jóvenes
no solo sumaban su edad sino que además mostraban ser apolíneos, viriles,
elegantes y sumamente caballeros. De todas maneras Propato lo sabía, nada debía
temer. La vida de Claudia había estado repleta de individuos semejantes
llegando hasta sus días conocidos en soledad, de manera que si la ventura
determinaba perderla no iba a ser por cuestiones tan vulgares como una mera
razón física o sexual, sino deberían existir cuando menos pretextos
existenciales superiores para atender y entender. La noche fue un éxito
completo y absoluto. No solo la pareja se vio obligada a firmarle al público
los ejemplares de su dogma titulado “Filosofía del tercer milenio”, sino que
además recaudaron en concepto de donaciones el triple de lo invertido en tanta
cantidad de ejemplares, incluso el propietario del Hotel Cachari no tuvo mayor
satisfacción que negarse rotundamente a cobrarles la estadía ya que el propio
Delegado Municipal fue el encargado de abonar la adición al declararlos, a
instancias del Honorable Concejo Deliberante, visitantes distinguidos e
ilustres ciudadanos del Distrito, honor que les abriría automáticamente las
puertas de la vecina aldea de Chillar, localidad por ellos previamente listada,
distante ciento veinte kilómetros hacia el sur y perteneciente al mismo
Partido de Azul.
Propato
lo sabía, la miseria humana no tarda mucho en aparecer cuando ve la luz una
nueva verba humanística, sin antecedentes ni prontuarios, sin cargas onerosas
ni escándalos mediáticos, sin famas ni cronopios, sin doble mensaje ni doble
moral. Varios integrantes de las fuerzas vivas e instituciones intermedias de
Cachari, luego de asistir al evento e informar a sus colegas de la ciudad
cabecera sobre el contenido ideológico del encuentro se reunieron para debatir
lo escuchado y llegado el caso, ante el anunciado arribo de la pareja a
Chillar, tomar las medidas pertinentes. La dialéctica exhibida por la pareja,
su significado y su significante, preocuparon sobradamente al establishment
local luego de haber comprobado la penetración que había tenido el mensaje en
el público concurrente. Las damas representantes de los distintos credos
abogaron directamente por prohibirles nuevos eventos dentro del distrito, los
presidentes de las asociaciones de cultura, de comercio, industria, agricultura
y ganadería, le exigieron de inmediato
al Intendente dar por finalizados estos mensajes subversivos y no permitirle a
la pareja reeditar la experiencia. El propio Intendente y su esposa, asistentes
al cónclave, habían quedado seducidos por ese sereno recado humanista elaborado
con pasión y con inteligencia, con respeto y con vocación pontificia, asamblea
delicada y modestamente decorada por los exquisitos compases del blues melódico
instrumental, compilado de hora y media que la pareja misma seleccionó y que
servía como fondo a la palabra: Ronnie Earl, Snowy White, Joe Satriani, Mick
Taylor, entre otros, fueron apreciados por personas que no solo desconocían sus
existencias artísticas sino que mayoritariamente nunca habían escuchado acorde
alguno del género. Propato sabía, más allá de la aplicada estética y del
cuidado sensorial de sus reuniones, que la filosofía para el tercer milenio, su
dogma de vida solidario e integral, debería enfrentar la ignominia de quienes
se consideran propietarios de los valores morales, imperio que no puede ni debe
ser puesto en tela de juicio. Justamente esa era la razón cardinal para ordenar
su recorrido a partir de las pequeñas localidades. Todo lo que en ellas
sucediera daría como resultante un breviario de experiencias intransferibles,
urgentes de atesorar en el marco de un proceso acumulativo de aprendizaje,
acopio de conocimientos sobre las reacciones naturales de los foros dominantes,
los cuales exhibirían como común denominador, por fuera de sus particulares
locales, impulsos piramidales de poder en donde éste se sostenía apuntalado por
leyes ancestrales de subsumisión. En algunas aldeas la heráldica y el abolengo,
en otras un descarnado sistema feudal explícito, ambos formatos insertados no
solo en las instituciones intermedias sino también dentro de las organizaciones
políticas. Propato sabía que esta extrema experiencia de trinchera era la más
fuerte para sopesar debido a que la miserabilidad humana, imposibilitada de
mimetizarse, los miraría a los ojos, cuestión que raramente podía suceder en
los grandes centros urbanos, lugares en donde este ordenamiento sabe disimular
sus obscenidades mientras la muchedumbre se distrae sin el agobio del
pensamiento crítico y ociosos dentro de un estatus de cotillón. Los textos que
enamoraron al pueblo y que con la misma intensidad despertaron la ira del orden
establecido y su correlato inquisidor ante las autoridades fueron escritos por
el mismo Propato durante los dos últimos años inspirado en la ausencia de una
dialéctica que al mismo tiempo definiese con precisión el dilema humanista de
la sociedad, proponiendo lineamientos éticos, estéticos y morales en donde los
contenidos filosóficos bocetados por un idioma lógico le permitiera descubrir
por sí solo al concurrente que en una sociedad humanista el otro es nuestro
antecedente, nuestro presente y nuestra posteridad, de manera que la alteridad no es un principio político
es una conducta social de carácter celestial, en donde la caridad
individualista no tiene cabida debido a que la solidaridad pensada lo es todo.
Una filosofía afectiva que no venía a imponer íconos ni necesitaba crearlos,
una búsqueda del saber que invitaba a una verbena de creencias y de ideas.
La
pareja partió en su auto rumbo a Chillar a media mañana del día siguiente,
desde luego que huérfanos e ignorantes de todo aquello que por debajo de la
superficie cachariense sucedía. Como en la maravillosa “Crónica de una muerte
anunciada” todos en la aldea sabían de la existencia de una próxima víctima,
incluso sus afectos más cercanos; todos, menos la víctima: Santiago Nasar.
Aunque en este caso Propato sabía.
Luego de
dos horas de viaje por una ruta geográficamente compleja por sus desniveles y
sin mayores atractivos arribaron a Chillar. De inmediato observaron que cierta
frialdad asomaba en el semblante de los parroquianos requeridos. Se sintieron
malamente conocidos, y como tales rechazados. En los dos alojamientos
consultados no les dieron respuestas favorables para su estadía a pesar de que por esos día no
había ninguna fiesta ni evento que implicara sospechar de una
plena ocupación; los clubes estaban cerrados y tanto la emisora FM Del Espacio
como la FM Ilusiones se negaron a negociar la propuesta de la pareja. Propato
sabía lo que estaba sucediendo, por tanto, luego de explicarle la situación a
Claudia, decidieron emigrar del lugar no sin antes pasar por la YPF que estaba
ubicada en el cruce de la diagonal de ingreso principal al pueblo con la ruta
nacional tres. Cargar nafta y comprar algo para comer y beber durante el viaje
hasta arribar a De La Garma, distante otros ciento treinta kilómetros, era el
terrenal objetivo. Apenas ubicado el auto en la isla de surtidores se les
acercó un joven de unos veinte años exponiendo una sonrisa tan amplia como
cordial. Mientras Claudia se bajó del auto para ir rumbo al maxikiosco
habilitado a la vera de los baños, entre el lubricentro y el lavadero de
camiones, el muchacho le pide las llaves a Propato para liberar el tanque de
combustible..
-
Buenos días, súper, por favor.
-
¿Se lo lleno?
-
Si, le calculo que debe andar por la mitad.
-
Usted debe ser el predicador. Los
describieron muy bien. El modelo del auto, la llamativa belleza de la pastora.
-
No exactamente. No soy predicador ni mi
compañera pastora, nuestra palabra no es religiosa.
-
Si me enteré. Se comentó mucho desde ayer
que hoy pasarían por el pueblo. Hubo órdenes de incomodarlos para que no se
queden. Negarles alojamiento, que las radios muestren desinterés, que las
instituciones permanezcan cerradas. Los caudillos locales manejan todo, menos
la Estación de Servicio. Esta YPF no está dentro de sus dominios, encima no es
oficial, es privada, el dueño vive en Tres Arroyos y debemos trabajar
estrictamente de lunes a domingo de 7.00 a 21.00. Somos dos parejas que nos
repartimos la semana, mi novia está atendiendo a su esposa en este momento.
Nosotros vivimos en Benito Juárez, cincuenta kilómetros más para el sur, acaso
por eso no estamos contaminados y puedo estar hablando con usted.
-
Así que estamos censurados, prohibidos.
-
Yo diría que son personas a evitar. Aquí no
son tan valientes para prohibir o para censurar. Solo sugirieron no atenderlos
debido a que su mensaje era pernicioso e inmoral, que atentaba en contra de los
valores chillarenses.
-
Me ahorra el trabajo de insistir, mi amigo.
Amén que usted forme parte de la trama y haya sido puesto aquí para que
justamente no insista.
-
Le hubiera dicho que no había nafta y
listo. Total, si continúa para el sur tiene otra YPF en la rotonda de Benito
Juárez, y si va para el norte en Azul. Ambas a la misma distancia, con cinco
litros llega cómodo.
-
Discúlpeme, ciertas cuestiones aún me
enojan.
-
Lo entiendo. Pero debe seguir con su ruta,
ustedes les hacen muy bien a las personas. Uno de mis hermanos vive en Cacharí
y presenció su asamblea. Quedó maravillado. Estaba muy emocionado. Lo primero
que hizo cuando llegó a la casa, sabiendo que venían a Chillar, fue escribirme
un correo electrónico contándome la tardenoche vivida, el mensaje, la música, y
la experiencia inédita de un sereno ambiente de festividad humanista.
-
Le agradezco.
-
En todo caso a mi hermano.
-
¿Usted cree que en De La Garma nos sucederá
lo mismo que aquí?
-
Despreocúpese, pertenece a otro distrito.
González Chaves. Además es un pueblo con vida propia ya que para colmo está
bastante lejos de la cabecera. Es algo hermoso. Pasarse un fin de semana vale
la pena. No tiene playas ni sierras, pero es una postal de llanura. Una pena
que pase de largo Benito Juárez.
-
Todavía nos queda grande, estamos
experimentando en poblaciones pequeñas. Tal vez lo visitaremos cuando hagamos
la vuelta.
-
Si nos dan los horarios póngale la firma
que vamos a estar en la asamblea. Mi novia Diana, que vive con su padre en
Juárez, tiene a la madre viviendo en De La Garma la cual hace tiempo nos
insiste para que vayamos a visitarla. Está separada del papá de Diana, incluso
hace pocos meses hizo pareja con quien es actualmente el Delegado del pueblo.
Gente muy piola. Además en Chávez gobierna el pueblo peronista, aquí gobiernan
los patrones radicales. Sería un excelente pretexto.
-
Mire, yo le calculo que vamos a estar cinco
días. El de la llegada para afincarnos, caminar el pueblo y asimilar sus
aromas, tres días haciendo prensa y sociales, y el quinto sería el día del
evento. A la mañana siguiente, bien temprano, estaríamos partiendo para Micaela
Cascallares.
-
Bárbaro, generalmente los fines de semana
trabaja la pareja de relevo. Cuando lleguen a De La Garma pregunten por un tal
Julián, es dueño del hotelito José María. Si no tenemos lugar en lo de mi
suegra, cosa que dudo, de lo contrario no nos insistiría para que vayamos,
seguramente pararemos en el hotel. Son seiscientos cincuenta pesos de nafta
señor Propato
-
Suyo.
-
¿Agua, aceite?
-
Metalé amigazo, revise, le abro el capot,
yo aprovecho para ir al baño.
El
camino de regreso hacia el auto fue compartido por la pareja ya que los
sanitarios eran linderos al maxikiosco. En el breve recorrido Propato puso en
conocimiento de Claudia lo conversado con el servicial playero. En la bolsa de
compras un par de tiras de pan francés, embutidos a discreción y dos botellas
de gaseosa sin azúcar completaban la vianda para el futuro inmediato. Propato
sabía que no debía ilusionarse. Una generosa propina al joven por la revisión y
la limpieza de los cristales y un apretón de manos fraternal fue el único buen
recuerdo que le dejó Chillar a la pareja.
Los
veinte días subsiguientes conformaron un collage de hermosos momentos
nihilistas. Cada una de las pequeñas localidades visitadas recreaba a la
vieja Sinope de Diógenes y sus ágoras y
sus libertarias masturbaciones al aire libre. Ese cinismo poético, aquel que
había nacido como visceral rechazo a la materialidad. No se habían reeditado
experiencias ingratas como las de Chillar. El entusiasmo, la sensibilidad y la
afectividad recibidas en De La Garma, en Cascallares, en la comarca que animaban
Oriente, Marisol y Copetonas, en Guisasola, los entusiasmó para pasar a
densidades más importantes, aventurar sus asambleas en ciudades pequeñas,
cabeceras de distrito, comunidades que no superen los veinte mil habitantes,
por supuesto que sin dejar de lado los pueblos, el mensaje no debía nunca
escindir realidades ni contemplar la posibilidad de una mínima discriminación.
De manera que solo se trataba de incorporar al listado nuevos centros urbanos y
modificar substancialmente el proyecto, tal vez lo más importante para la
pareja era buscar una radicación estable en algún poblado que sirviera como
centro de operaciones. Casi al unísono acordaron que Coronel Dorrego, por su
ubicación, era el enclave justo para afrontar el programa diagramado ya que
poseía todas las características geográficas, sociales y urbanísticas necesarias. Tres días en el
Hotel América les costó temporalmente conseguir una pequeña casa de barrio en alquiler
por el lapso de seis meses. La ciudad se encontraba dentro de la franja de
poblaciones típicas de llanura, escasamente desarrollada y con una economía de
subsistencia de acuerdo a una impronta primaria que aborrecía toda posibilidad
de industrialización. Jóvenes que emigraban en pos de aventuras humanas,
médicos clínicos que derivaban tratamientos por obligación debido a que no existía
tecnología que los pudiese afrontar, liquidez monetaria que se invertía fuera
de sus fronteras, un comercio de limitada variedad y escaso movimiento, era el
paradigma ciudadano elegido por sus habitantes. Propato lo sabía, a sus fines
era el sitio ideal, y como todo ideal, peligroso a la vez. Desde esas latitudes
dorreguenses, como bunker, podían peinar todo el sur bonaerense, el noreste
rionegrino y el este pampeano. Estaba resultando todo demasiado bien, había
llegado el tiempo de las prevenciones, de abrir los ojos, pensó Propato.
La bella
Claudia vivía su rol con extremada pasión. Amaba amar todo lo que Propato
amaba, aunque a Propato no lo amaba. Propato sabía que a Claudia su cuerpo
amante le pesaba, la realidad le señalaba que desde hacía muchos años los
hombres habían dejado de promoverle inquietudes y sensaciones. La gratitud y un
sincero afecto compañero, acaso la palabra preferida de ambos, lubricaban una
relación que aún no había sido sometida a exámenes exigentes. De igual modo
Propato amaba todo lo que Claudia escogiese amar, y aunque sabía que no era
amado se consideraba bien pagado por la ventura. En cierto punto del sendero Propato sabía que para ser feliz con una persona no era necesario obligarse,
esfuerzo absurdo por sus nulos resultados más allá de que generalmente sofocaba
y aceleraba cualquier tipo de finitud.
La
comarca serrana de la Ventana, Coronel Pringles, Monte Hermoso, Tornquist,
Coronel Suárez, Pigué, Puan, serían las futuras asignaturas de estudio, dejando
para más adelante todo lo referido a la ruta tres y la línea sur, desde Bahía
Blanca hasta Carmen de Patagones. Obviamente el comienzo sería en Coronel
Dorrego y más teniendo en cuenta la excelente acogida que habían experimentado
tanto en Oriente como en Guisasola, localidades pertenecientes al distrito. Para el caso sospechaban que si bien las distancias eran importantes, sobre todo con la
primera de las aldeas, ambos antecedentes los harían menos extraños. En efecto,
pocas horas después pudieron verificar que no se equivocaban ya que en las dos
entrevistas pautadas, una en la AM local y la otra en una de las FM, recibieron
decenas de llamados laudatorios y de afectiva salutación desde aquellas localidades,
cuestión que laboró como publicidad espontánea, mimo natural. Lo cierto es que
las sendas entrevistas extendieron en exceso los minutos pautados justamente
por la cantidad de caricias recibidas a la distancia.
Propato
sabía que no debían banalizar el inesperado fenómeno y que muy probablemente,
así como existían fervorosos celebrantes, deberían ocultarse agazapados en las
cañadas de la llanura censores e inquisidores que no tendrían reparos en
exteriorizar sus disgustos. El primer signo de esotérica malevolencia lo
vivieron ante la negativa del conservador Club Independiente al no permitir
realizar en sus instalaciones la asamblea humanística. Un acuarelizado pretexto
formal en cuanto a la habilitación municipal del salón principal para eventos
fue el argumento expuesto. No tuvieron mejor fortuna con el Club Sarmiento, de
manera que ante las evidencias decidieron no insistir con las entidades
deportivas, resignar capital y tratar de negociar con el propietario del Cine
Teatro San Martín, predio céntrico muy poco utilizado socialmente, con
capacidad para más de novecientas almas. Les asustaba el tamaño del ámbito,
pero ante la hostilidad percibida optaron por mantener su libertad de acción.
Al acuerdo se arribó sin mayores dificultades, un hombre urgido por deudas y
responsabilidades no estaba en posición de aguzar sus ambiciones; rápidamente
Propato dio conformidad al valor del arancel y con un apretón de manos sellaron
sus mutuas confianzas. Los dos días subsiguientes sirvieron para difundir en
los medios de comunicación la fecha y el horario de la asamblea aprovechando
los micros publicitarios pautados. El sábado a las 20.00 horas sería la
cita.
Propato
sabía que el establishment de Coronel Dorrego era de cuidado. Hacía un tiempo
había leído la historia del martirio de Juan B. Maciel, caudillo radical y
popular, emboscado en el año 1937 en la plaza central y que cayera muerto
víctima de dos certeros disparos conservadores provenientes del campanario de
la parroquia. Asesinato que quedó impune por siempre. De hecho, durante la
tarde, visitó el monolito que recuerda la masacre y aunque no era su costumbre,
rezó por el hombre y sus compañeros caídos. Estar frente al dolmen provocó que
mantuviera intactas sus prevenciones, advertencias internas que procuraba no
contagiarle a su compañera. Sentía no tener derecho de trasladarle a Claudia
sus insolvencias y temores.
Midió su
entusiasmo cuando el propietario del cine teatro San Martín, quien se ofreció
desinteresadamente para colaborar, les informó que el ámbito, inesperadamente,
había quedado chico, incluso tuvieron que permitir que la gente se acomodara en
los pasillos, con el detalle anexo que no quedaban más ejemplares de las
gacetillas para distribuir por lo que la cifra recaudada en concepto de dote
superaba ampliamente todas las expectativas. La primera experiencia en una
ciudad cabecera de distrito parecía entregarle un mimo bastante súbito para el
escéptico y desconfiado paladar de Propato.
El
ambiente y la verbena habían diseñado un matrimonio en donde no existía
posibilidad alguna de discrepancia, cambio de opinión o leves antagonismos. Los
elaborados y bellos textos poéticos y humanistas de Propato eran acompañados
por la nigromancia seductora de su bella compañera, corporalidad espectral,
hechizo absoluto que Claudia dominaba a voluntad. Sus danzas eróticas bajo los
gobiernos del blues estaban notificando de la buenaventura existencial. No era
preceptivo bendecir, ni pontificar, ni solicitar milagro alguno, el prodigio
era vivir ese instante, estar allí y continuar de otra manera. Acaso por ese
estado de éxtasis todos los presentes demoraron varios minutos para comprender
que primero Claudia y luego Propato habían sido heridos de muerte en plena
asamblea humanista delante de un auditorio colmado y feliz, producto de cuatro
disparos expulsados desde un rifle Gamo Whisper 4.5 mm con silenciador
provenientes desde la cabina de proyección. Propato lo sabía. En el breve lapso
de tiempo que medió entre el melancólico y sangrante reposo de Claudia, en uno
de los laterales del escenario y el primer impacto recibido en el cuello, recordó a Maciel y a sus compañeros caídos Costa, Vera y Navarro, y a las
emboscadas y a las traiciones. Antes de recibir el segundo impacto en la
frente, Propato lo sabía, había escogido con precisión el sepulcro, el extremo sucio y final, tal vez el más eficiente. Coronel Dorrego no defrauda si de aquellas ninfas se trata y aunque no se conozca a nadie, es un
muy buen lugar para ser ultimado.
Gustavo Marcelo Sala
Comentarios
Publicar un comentario