El escritor y su gato compartiendo soledades

El escritor y su gato compartiendo soledades
Los infiernos del escritor

martes, 5 de enero de 2016

Yo al amor, lo trato de "usted"... y un blues de Gary Clark Jr.






Al amor, lo trato de “usted”

Conforme a su acuciante necedad y so pretexto de mis fueros y pasiones le pido bien sostenga mis blasones mostrando alguna traza de piedad. Procuro entenderlo, sin la maldad que marca la lujuria, intento inferir en ocasiones sin defraudar tamaña crueldad. Desgárreme en austera soledad, si lo desea, apele por desconfiados dones que logran reemplazar esta cínica verdad, plegaria que muere, en libertad, tallada, mutilada por malones de recuerdos vulgares, laxos de beldad.
A poco de agonizar creo imprudente propalar alegatos ostentosos que hablan con vocablos poderosos del sacro deber ser y lo decente. Implorar por espacios del poniente no resume momentos valerosos ni siquiera respetan tormentosos las ruinas del pasado y del presente. Lo dechado es partir humildemente reservando petitorios, cobardes necedades, fraudes del naciente, todo es tránsito tan solo la vertiente, lunar y sueño, perfiles rocosos, lamento de bruma y duelo penitente. En gélidos y confusos desiertos he resuelto por usted ultimar mis postreras noches encerrando retiros de ultramar entre postigos yertos, protegidos por grilletes inciertos. Este páramo que presume y desfigura a los muertos es un descanso que me impide estimar si es dable al destino reclamar la cruel ausencia de sus ojos tiesos. Le cuento que en cierta medida me relaja contar con la llanura y clamar conforme sus estados inexpertos por esas esencias ligeras que besan el mar y los verdes. No me es válido y puro reclamar por sus paisajes, ociosos y buenamente abiertos. Me atormenta su ausencia de piedad, sus silencios promueven maleficios, con juegos y plebeyos artificios es indecente su hermosa crueldad. Me perturban sus cielos sin edad, criatura luce rasgos pontificios con siluetas de sombras edificios que empobrecen mi senda en soledad. Quisiera que en su tiempo de verdad encuentre al olvido sin los vicios del desamor, mítica sinceridad que ahuyenta del orbe los suplicios, no permita que esa falsa libertad destiña mi infame sacrificio. A fuerza de maldades recurrentes magros días asumen sus distancias mas no son exclusivas sus instancias abrevando de humores inocentes. Es tiempo de momentos penitentes, el dolor niega suertes sin jactancias, tristeza de licor y de ganancias, sumarios restaurados y nacientes. A usted le complace inventariar lágrimas y cuerpos malolientes, sombras de lo que ayer fueron estancias plenas de goce, terquedad de los valientes que aún perciben de azares e ignorancias, seres venturosos que reciben de su parte el regalo de la hiel y de la sangre, sin que medie en su juicio la piedad. Omitidos en su inasible  arcón se revelan prevenciones y tesoros, y vulnera osado sus aforos por temor al espectro desazón. Usted, actor despreciable del dilema, intensifica la comezón reanimando la morosidad con su espolón evocativo. Sin embargo y con malicia le impugna el veneno al aguijón, los sufrientes no podrán gozar de esos placebos decorosos y abismales, espantajos límites que vigorosamente advierten de un desliz, de un simulacro, de un deseo inacabado.
El ascenso por la pendiente expresa lo azaroso de un regreso confuso, sendero de recorrido difuso que no siempre vagamos sin sorpresa. La cuesta nos espera con pereza inclinando nuestro miedo intruso, el mar azul y un tinte fresco, iluso, nos apunta con odio su pobreza. Y a mitad de camino la tibieza que con exquisita seducción usted expone, pericia con descaro, falsa promesa, muy a pesar de su verbo y su simpleza y de tanta delación en desuso seguimos avanzando con torpeza. No le debo negar a su mirada mis escorias, deseo ser portador del olvido, no preciso coartar de lo vivido aquello que no cuentan mis memorias. En mi holgado catálogo de historias sus labios ocultan síndicos latidos, y a pesar de mis signos prometidos recurro al mandato de mis fobias. Las derrotas formulan precavidos enlaces y ciertas esperanzas de victoria, cabriolas de candidez que a pesar de los rezos advertidos no son más que rimas que por ciertas se hacen obvias, y aún así seguir, a cuenta de los miedos escogidos. Por eso no distingo prudente su avaricia aunque es dable sentirme por vencido, la sangre se vierte sin sentido por los cauces y torrentes de codicia. No percibo prudente al ensayar abrevar desaciertos y rencores, falsificar ausencias y pasiones espiando su nirvana al caminar. No descubro prudente la mesura moderando masacres imprecisas ni venero sus frases de ternura cuando el sol disimula sus caricias y las manos coquetean sin cordura el difuso desfilar de sus milicias. 


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