La fronda no dejaba vislumbrar en su
totalidad la magnitud de la tragedia. Aunque decir tragedia es un tanto falaz.
Aquí la impericia provocó el incidente. Tragedia implica la lucha ancestral de
lo justo contra lo justo; fenómenos que el género humano sólo puede apreciar a
través de las artes, en especial el teatro; cuando se decide espectar sobre
intereses ajenos. Impericia e incidente comparten el vínculo de la competencia;
caminan por senderos en donde lo evitable permanece oculto tras el siempre
dispuesto sofisma accidental o culposo. De modo que anhelar el hallazgo de los responsables
que tuvieron participación en el evento era una aspiración tan disparatada como
utópica. Ni el mantenimiento de las vías, ni el estado de los durmientes, ni la
prestación de los vagones eran asuntos a considerar. Las cámaras y los informes
periodísticos se centralizaban en las víctimas del sector súper pullman; esfera
que había contado con el azar a su favor. El furgón de los virtuosos pudo
mantener su equilibro contando con algunos pocos y leves contusos que lamentar.
Si bien sufrió el mismo cimbronazo, su estructura conservó la verticalidad
gracias a los dos carros pullman que se alineaban delante de él, permitiendo
contener su desordenada inercia. En éstos el caos era factor predominante. La
severa inclinación impedía a sus pasajeros un correcto y ordenado éxodo. La
preocupación sobre el equipaje era motivo de coloquios y discusiones
acaloradas. Más de un reportero tuvo que afrontar el papel de mediador para
abortar todo posible conato de violencia. Podría afirmarse que las pérdidas
humanas en la sección pullman de la formación fueron mínimas. Muy pocos
atendían que la criada de la familia Durañona había fallecido tras rodar por
las vías en momentos que salía del sanitario público. Lo tangible era que parte
de sus restos mutilados fueron hallados momentos después de cumplirse con el
traspaso de los efectos personales correspondientes a cada excursionista. Los
tres vagones de primera clase mostraban un aspecto imponente. Decenas de
órganos amputados permanecían inmóviles y escondidos bajo las maletas y atavíos
particulares. Las familias sobrevivientes procuraban colaborar con los aquejados
debido a que la prioridad de auxilio oficial estaba reservada para las víctimas
de los coches precedentes. Gritos y lamentos desgarradores provenían del nivel
turista. Sus tres carros volcados y hundidos en los bañados linderos daban por
sentado que por fuera del voluntarismo era muy poco lo que se podía hacer. Las
organizaciones de socorristas no estaban preparadas para semejante
contingencia. La corruptela se hizo presente de inmediato. Aquellos pasajeros
con efectivo disponible tenían mayor oportunidad de abrigo y asistencia. Como
consecuencia de ello su evacuación se produjo rápidamente bajo la honorable
excusa de despejar el sitio, garantizando de ese modo la eficacia del
operativo. La cámaras televisivas y los compungidos cronistas acreditados en la
zona por los medios de comunicación acompañaron con suma dedicación a los
primeros afectados que arribaron al Hospital Regional. Entre tanto en los
pantanos, el silencio y el desamparo habían ganado la escena; sólo unos cuantos
cuervos quedaron supervisando, en la turbiedad nocturna, el estado de los tres
vagones clase turista, hundidos bajo la ciénaga.
Del VI Volumen Nacional
de los Talleres
Literarios de Editorial Dunken
Taller Literario Biblioteca Popular
José A. Guisasola – 2009
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