El escritor y su gato compartiendo soledades

El escritor y su gato compartiendo soledades
Los infiernos del escritor

domingo, 25 de julio de 2021

Maestros del Blues... en esta oportunidad un compilado Solo Blues y un cuento "De piratas"...

 


 

DE PIRATAS  Cuento

I

 

Como era habitual colgó su saco de manera prolija dentro de su vestidor, previo cepillado, en el lugar correspondiente al día viernes, artificio que había diseñado en el segundo dormitorio de su solitario departamento de tres ambientes. El cuarto, de tres metros por algo más de dos, además de un placard de dos cuerpos empotrado a la pared, el cual venía en su plano original, poseía tres hileras de estantes alrededor cuyo diseño había realizado en función de sus modestas comodidades. Se trataba de un mobiliario subdivido en cajoneras, zapateros, corbateros, amplios armarios a la vista, percheros para sombreros, dispensarios para accesorios y espejos en varios sectores, los cuales consideraba elementales. El piso estaba alfombrado con un modelo sobrio de fino tejido sepia, completando el recinto un puff central de terciopelo en la misma tonalidad. Más allá de su diseño le había incorporado un ordenamiento lógico de acuerdo a su rutina semanal. Así pues cada día tenía su universo a pesar de que buena parte de las prendas eran iguales. Ambos azul profundo y camisas blancas dominaban el centro de la escena, solo poseía libertad para las corbatas, los modelos de zapatos, aunque siempre negros, los gabanes invernales y desde luego las mudas. 

El dormitorio principal era muy amplio debido a que había eliminado el placard empotrado y ocupado ese espacio con la cabecera de la cama de dos plazas y media, la cual poseía una mesa de luz incorporada al mismo cuerpo, solo una cómoda para ropa blanca oficiaba como soporte. Alrededor y casi hasta el cielorraso estanterías de concreto simétricamente ordenadas contenían sus lecturas, clásico universales, ensayos filosóficos y literatura argentina completaban sus casi quinientos ejemplares. Cocina y comedor componían una misma melodía a propósito de una reforma que el propio Valentino Bustos realizó poco después de haberlo adquirido. Una suerte de barra alta estilo bar con banquetas de algarrobo de un lado y del otro, le daban al conjunto amplitud y luminosidad debido a los ventanales que desde el propio comedor daban al balcón. Eran en total setenta metros cuadrados sobrios y de exquisita moderación, la excelencia del buen gusto, la compleja belleza de lo simple. Su ubicación sobre la Avenida Las Heras a la altura de su cruce con Pueyrredón, le permitía al Tino, así lo llamaban los pocos que lo frecuentaban, cierta centralidad operativa en función de sus actividades.

Comenzando a transitar los cuarenta observaba que su retiro estaba próximo, o que por lo menos era necesario hallar alguna gestión laboral que le permitiese ingresos adicionales para mantener su estándar de vida. Cada vez era menos convocado por la industria del cine para adultos, más allá de sus atractivos y viriles dotes, características que casi veinte años atrás lo habían transformado en el actor más requerido y taquillero de dicho segmento. La edad en estos rubros es factor limitante, más allá del gimnasio y los cuidados. Los jóvenes empujan con su impronta renovada, como en su momento él lo hizo. Este éxito como actor del rubro condicionado le posibilitó anexar un servicio muy serio y discreto de edecán masculino exclusivamente para damas, una suerte de boyfriend liberal en donde la buena y noble compañía estaba en el centro de la escena, cuestión que organizó y desarrollo con pródiga demanda mediante una página de Internet que justamente le diseñó su hoy amiga y primera clienta, la madura Victoria Lusti, casada con su novio de la adolescencia, el célebre y mediático agente bursátil Ernesto Carracedo, asiduo concurrente a programas económicos, la cual con el tiempo, una vez aplacados sus deseos, se transformó en su más cercano afecto, en su confidente, incluso no solo intervenía en la selección de las candidatas sino que además le aconsejaba sobre las películas que debía o no hacer leyendo previamente no solo los contratos, sino además los libretos y el elenco. Victoria veía a Valentino como su hermano menor aunque en ocasiones, sobre todo luego de ciertos desplantes maritales, la dama dejaba de lado el idilio fraternal para rememorar aquellos lujuriosos afanes del pasado. Promediando los cincuenta años de edad no sentía la obligación de asumir una lógica predictada, sexualmente estaba vital y su cuerpo aún proponía, gracias a los cuidados naturales e inversiones artificiales que financiaba su marido, una llamativa curiosidad, cosas que en tanto necesitara tenía a Valentino como protagonista principal.  La casona en donde se grababan los film para adultos y que oficiaba como estudio cinematográfico estaba a cinco cuadras de su departamento y la selección de su cartera de clientas incluía de manera taxativa el inciso barrial, siendo Recoleta, Palermo, Botánico y Barrio Norte la zona de influencia, por lo tanto rara vez utilizaba su auto dentro de la ciudad, acaso lo hacía cuando alguna solitaria escapada de descanso o en caso de haberse comprometido como acompañante en un viaje de fin de semana, cosa que para su ventura ocurría muy espaciadamente, debido a que la mayoría de las interesadas por sus servicios personales eran casadas, y las que no, viudas. Solo aceptaba periplos más extensos, a saber cruceros o convenciones, solo si la propuesta provenía de una dama de su entera confianza, con la que estuviese cómodamente a gusto  y que además incluyera una suma monetaria que justificase no solo su ausencia de los foros cinematográficos sino además pospusiese su nutrida agenda boyfriend.

Debido al riesgo que posee su actividad secundaria Valentino disponía, tanto en su departamento como en su auto, del aprovisionamiento de varias armas cortas para la defensa personal, muy bien mimetizadas por cierto y estratégicamente distribuidas, incluso, en ocasiones, cuando se sentía inseguro de las personas a tratar, era portador de una ellas. Son seis en total: Dos pistolas Remington RM 380 y dos revólveres Smith & Wesson M637 calibre 38, todas ellas en su departamento, una pistola Walther P99 en el auto y su arma personal HK P2000, como la anterior, también de 9 milímetros.

Era viernes, y se disponía a disfrutar de su soledad, homenaje al prójimo según Mario Benedetti, y al ser él su prójimo más cercano vaya pues el más sincero de los tributos. Para la jornada había previsto un par de bandejas de langostinos los cuales rebozaría doblemente y fritaría con oliva, crustáceos que serían acompañados por unas endivias aderezadas con queso azul, mientras que el toque de distinción final lo otorgaba un Sauvignón blanc original de Burdeos, obsequio que una de sus clientas le había traído de Francia hacía apenas quince días. Apagado el celular, puesta en marcha la funcionalidad musical blusera, género de cabecera, se disponía a su experimentación gourmet mediterránea cuando el timbre del portero eléctrico alteró el momento.  

-          Buenas noches ¿Valentino Bustos?

-          ¿De parte de quién? – El sistema visor daba muestras de un hombre solo -

-          Me apellido Carracero. Ernesto es mi nombre, y soy el esposo de Victoria Lusti, en realidad viudo es mi presente estado. Esta mañana hallaron su cadáver en los alrededores de la Plaza San Martín sin signos de violencia. Si me permite quisiera conversar con usted sobre la tragedia. Sé que ambos mantenían una relación muy cercana desde hace más de veinte años de manera que puede saber cosas que yo no sé para tratar de averiguar qué le sucedió.

-          Si me aguarda diez minutos bajo y la seguimos en la confitería de la esquina.

-          Lo espero y gracias.

Valentino se tomó ese tiempo para ordenar y regresar todo a su sitio de conservación, dejar el departamento en condiciones, apagar servicios, vestirse con algo menos de entrecasa y mimetizar bajo su campera de cuero, sobaquera mediante, uno de los Smith & Wesson que tenía a mano. Aún en la confusión y la tristeza en que lo colocó la noticia recibida no podía ignorar lo que este hombre aseguraba, el conocer su domicilio era un detalle muy preocupante, muy pocas personas lo sabían, incluso generalmente solía alquilar habitaciones de hoteles distinguidos de la zona para sus servicios personales, hospedajes con los cuales poseía intercambios comerciales, por lo tanto consideró que debía ir a la urgente cita, pero con seguras prevenciones.

 

-          Antes que nada Valentino le agradezco por aceptar molestarse y bajar a conversar sobre Victoria. Me atreví a venir porque intuí que no rechazaría la invitación habida cuenta de lo ocurrido, obviamente desconocía si estaba enterado, la noticia estuvo en los medios de la tarde, sospeché de inmediato que la situación lo habrá colocado en un estado de profunda tristeza.

-          Ni lo dude. Éramos muy amigos, casi veinte años compartiendo confesiones.

-          Y muchas otras cosas más. No me diga nada ni se inquiete, sé todo con relación a las pasiones que los unían. Es probable que Victoria me haya ocultado otras relaciones ocasionales que tuvo pero jamás lo hizo con respecto a la suya, creo que eso me puso en autos sobre el amor que sentía por usted, y que no le importaban mis celos, enojos o desplantes, en cierto momento entendí que usted era el ser humano imprescindible y que le daba sentido a la vida de la persona de la cual yo estaba enamorado. Por eso lo convoqué, primero para que me acompañe durante las exequias, no puede faltar a la cita, y segundo que me ayude a desentrañar qué ocurrió con Victoria. Las primeras pesquisas hablan de suicidio debido a que no encontraron signos de violencia ni le faltaba nada en su cartera, violación y o robo quedaron descartados de inmediato. Incluso no tenía un rictus mortuorio traumático, dejando establecido que la cantidad de Amatoxina encontrada en su sangre, más allá de su importante cantidad, era de altísima concentración. Este veneno se encuentra en algunas setas y posee un efecto hepatotóxico. Cuando se ingiere ataca directamente a las células del hígado y los riñones. Siempre dependiendo de la dosis ingerida, a las pocas horas, la víctima entra en coma o se produce el definitivo paro cardiorrespiratorio. Además usted y yo sabemos que Victoria jamás tomaría una determinación de esas características. Disfrutaba mucho de su vida liberal, las veces que tocábamos el tema ante la noticia de algún evento similar veía al suicidio como un decil demencial. Aquí evidentemente ocurrió algo durante los últimos dos o tres días que se me está escapando.

-          La última vez que hablé con Victoria fue hace diez días. Acá tengo el registro en mi teléfono. No me comentó nada en especial, ninguna novedad, solamente un llamado de amistosa cortesía, recuerdo que me resultó extraño que no propusiera encontrarnos, hacía como tres meses que no nos veíamos, justamente nuestro sitio era esta misma mesa. ¿Pudo sacar algo en concreto de su teléfono celular?

-          Acaso me pueda ayudar con la agenda. Sé de usted, desde hace no menos de diez años, y de algunas amigas de ella, pero hay gente que no la conozco.

-          Habrá que indagar a través de sus recientes contactos.

-          ¿Qué le parece si le dejo su celular para que lo examine tranquilo en su casa? No soy muy hábil en esas cuestiones. Por supuesto que ésta tarea de acompañamiento que le solicito le será muy bien remunerada, bastante más de lo que cobra por sus servicios boyfriend, porque además me gustaría que sea full time hasta que podamos resolver el enigma. Insisto sobre el tema más allá de su afecto por Victoria. Soy un hombre de fortuna que se ha quedado sin su destinataria, me parece elemental invertir parte de ella en su exoneración para que pueda descansar en paz.

-          Me coloca en un dilema existencial y moral. Por un lado no puedo abandonar mis actividades, todavía no estoy en condiciones económicas de retirarme, de manera que necesito el dinero, pero al mismo tiempo observo miserable esa actitud estando Victoria de por medio.

-          Haga de cuenta que sus servicios se han extendido más allá de la finitud, y que acaso le esté prestando el mayor y mejor de los auxilios, el más humano.

-          Déjeme pensarlo. Prometo que le responderé mañana mismo. Última cosa, busque entre las pertenencias de Victoria, me refiero a bolsillos de gabanes, carteras, cajones etcétera, porque ella tenía otro celular. Además le advierto que en caso de aceptar, el punto final de nuestra relación será en el momento que podamos llevar ante la policía pruebas tangibles sobre lo sucedido, no deseo tomar la justicia por mano propia en caso de hallar al responsable.

-          Coincido con usted Valentino. Por el momento nada más. Lo dejo en soledad para que pueda asumir su duelo y le pido disculpas por perturbarlo con esta nefasta noticia.

-          No se preocupe, era un viernes sin sentido, olvidable, egocéntrico.

Terminó de aderezar y so fritar los langostinos, condimentó leventemente las endivias marcadas con queso azul y rescató de la heladera el Sauvignon blanc reserva. La breve conversación con Carracedo, del cual dudaba y recelaba, por supuesto, le había cambiado el tenor a su solitario homenaje, pero no tenía otra cosa para cenar, y era tarde para pensar en alternativas. Si bien Victoria, delante de él, nunca menoscabó a su marido no teniendo jamás palabras de reproche o críticas, le pareció muy extraña la naturalidad del hombre para entender y aceptar la relación que mantenía con su esposa.

No era la primera vez que una de sus clientas fallecía, lamentablemente acontecía más de lo deseado debido a la edad de algunas de las señoras que requerían de su galante compañía, no siempre bajo el formato lujurioso. Pero Victoria no era una clienta, en algún caso fue su mecenas y el dolor por su pérdida no le permitía disfrutar del homenaje programado en primera persona del singular.

 

II

 

Cuando Valentino se despertó tuvo la segura sensación de no haber dormido. Por un lado estaba ansioso por corroborar si lo acontecido la noche anterior no había sido un mero sueño. Delante del espejo del baño, mientras rebajaba su desalineada barba de tres días, pensaba con incertidumbre sobre el encuentro que tuvo con el esposo de su amante de cabecera, supuestamente asesinada, el cual, parsimoniosamente, acudía en su auxilio, como si no viera en la boca de quien le hablaba el sexo de su mujer y viceversa, como si no escuchara sus gemidos, como si no objetara los juveniles y cálidos humores de placer que centenares de veces recorrieron y pintaron de latidos su interior. Tuvo que recorrer varios minutos dentro de sí para aproximarse a la realidad. Si bien era hombre de bebida intensa el exquisito vino francés consumido hasta el final lo había perturbado. El dolor de cabeza era constante. Procuró rápidamente despabilarse para ingresar en los oscuros e íntimos distritos del celular de Victoria no dejando pasar por alto que su marido, aparentemente, ignoraba la existencia de un segundo artefacto siendo él quien pagaba las cuentas de la dama. Cuando uno decide abordar y comprometerse en estas complejidades hay detalles que no pueden pasar inadvertidos. Por las dudas procuraría en el futuro inmediato no aceptarle al viudo invitación culinaria alguna por más que se manifieste como un cordial anfitrión; en caso que haya sido el responsable del homicidio de su esposa es probable que aún conservase una dosis de la poción criminal.

La cifra soslayada por el contratista era por demás exorbitante, cobraría dos meses por adelantado a modo de gratificación inicial o prima y semanalmente obtendría el equivalente a dos sesiones de cine y no menos de cinco citas boyfriend, de manera que por ese lado el estímulo era muy importante, debido a que de durar podría retirase de tan sórdida vida, sus dudas se centralizaban en el margen para disfrutarla. Para el caso pensó que la estrategia ideal era ir caminando con prevenciones y salirse del sendero en tanto observara algo que lo incomodase. Sus temores por perder la clientela como acompañante eran tangibles habida cuenta de su veteranía, en este caso podía salvar la ausencia argumentando cuestiones de salud, de todos modos sabía que nadie es irremplazable, sobre todo en el rubro. En tanto en lo que impactaba a su trabajo oficial podía solicitar un tiempo vacacional como contraprestación a la sazón de algunas deudas pendientes que la productora mantenía con él desde hacía tres films. Esto le aseguraría además un par de meses de gracia. Aquí tenía mayores seguridades debido a que siempre hay lugar dentro del cine condicionado para papeles maduros, a saber, mayordomos, choferes, profesores, padres infieles, sobre todo cuando la herramienta erótica a exhibir continuaba sin tener competidores dentro del set.

Ansioso por recibir el llamado de Carracedo para saber hora y el lugar de las exequias de Victoria, el joven revisó el volumen del celular para constatar que no lo había dejado en silencio. Dos minutos después el tema Vencedores Vencidos de los Redondos, que tenía como tono de llamada, le advertía que el aparato debía ser atendido.

-          Cómo le va Valentino. Carracedo le habla, por favor coloque de inmediato el televisor en el canal C5N.

Al instante y casi de manera sensitiva Bustos obedeció la orden. En la pantalla podía observar a un hombre que no era con el cual había hablado la noche anterior, haciendo declaraciones con relación al misterioso fallecimiento de su esposa. El zócalo del informativo era contundente al respecto.

-          No entiendo, Carracero – inquirió Bustos -. ¿El de ayer era un correveidile?

-          Demás está decirle que la persona que lo visitó ayer fue enviada por mí a los efectos de mantener, por el momento, cierta distancia personal. Hay cuestiones que no puedo digerir alegremente como si nada hubiera ocurrido, creo que un encuentro programado nos mal predispondría. Seguro de que usted no sabe demasiado de mí y menos reconocería mi rostro le mandé a un heraldo. Se trata de mi secretario personal, Félix Gargaglia, hombre de mi entera confianza. Le informo que las exequias de Victoria serán mañana domingo a las quince horas en el Jardín de Paz los Olivos ubicado en Bella Vista, ahora le envío la dirección exacta para consultar con su GPS. Pero le pido que no se incorpore al séquito de allegados sino que mantenga prudente distancia y procure filmar toda la escena de manera pueda segmentar momentos y hacer un estudio minucioso de los concurrentes detallando cualquier rasgo curioso que observe, además le pido me envíe su CBU para depositarle ya los primeros honorarios por adelantado, si posee una cuenta en dólares mejor. Si no tiene una buena herramienta de filmación le mandaré una vía Félix junto con el instructivo. ¿Tiene alguna novedad sobre el celular que mi colaborador le dejó? Le comunico que aún no he dado con el paradero de su segundo aparto.

-          No se preocupe, asistiré con bastante anticipación manteniéndome a distancia, tengo un celular de última generación que puede oficiar tranquilamente para los fines requeridos, de todos modos llevaré mi cámara digital para evitar tropiezos tecnológicos. Ahora le envío la CBU de mi cuenta corriente a vuelta de llamada, y por último, ese segundo celular es de radical importancia para peinar todo el sistema de relaciones que tenía Victoria. Evidentemente yo era un pequeño eslabón en su cadena social. Apenas cortemos seguiré hurgando el teléfono que me dejó Félix durante la reunión de ayer.

-          Quedamos así, nos vemos mañana…

Luego de varias horas escrutando nada importante surgió del teléfono celular de Victoria. Cuestión esperable para Valentino debido a que se trataba de la línea oficial de la esposa de uno de los hombres más influyentes dentro del circuito bursátil de la City porteña. De hecho, y más allá de figurar en la agenda, no tenía ningún contacto registrado con él en el barrido de llamadas que realizó, recorrido que efectuó hasta una antigüedad de tres meses. Efectivamente, cuando comenzó a hurgar en paralelo el historial de su propio celular se percató que los últimos diez llamados de Victoria los había realizado desde el móvil alternativo, conexión que tenía bajo el alias de Guadalupe Moss, línea que seguramente estaba bajo el total desconocimiento de su esposo, más allá de pagar sus cuentas. Poco es lo que podía informarle por el momento al viudo, la investigación que se desprendía no revestía el mínimo indicio, todas sus llamadas, tanto emitidas como recibidas, eran del círculo cercano, lo mismo ocurría con sus mensajes de texto y demás plataformas de conectividad, incluso la agenda no proveyó de datos a tener en cuenta, solo el hecho tangible de saber que había personas que debiendo estar entre sus contactos no estaban, por caso él, en tanto estuvo durante mucho tiempo.  Aprovechó el final de la tarea para preparar el material tecnológico que debía llevar al día siguiente al camposanto revisando que nada quedase olvidado, de paso efectuó tres pruebas en cada uno de ellos para comprobar su eficiencia, su cuenta corriente había engrosado de modo que no podía defraudar a su financista de por vida y a la vez su contratista. Se hizo de diez minutos para bajar hasta el garaje del edificio y poner en marcha su elegante y clásico Berlina BMW 325 del año 2006, un modelo gris intenso que más allá del tiempo transcurrido no solo poseía líneas ejecutivas sino además un andar crucero de excelencia, como pocos modelos de su generación. Hacía tres semanas que no lo utilizaba, el protector de lona ofició como eficiente resguardo contra el polvillo de modo que al quitarlo el brillo del auto estaba como el último día que fue utilizado. Solo un detalle rompió la satisfacción del momento. Una nota asegurada y sujeta con el limpiaparabrisas ubicado en la mitad correspondiente al conductor rezaba en Arial 16:

Si apreciaba a Victoria renuncie de inmediato a los encargues de su esposo, ella quiso que las cosas fueran así, lo último que desearía es que usted sufriera algún daño”…

Dobló la nota en cuatro partes y la introdujo en el bolsillo de su camisa, luego de verificar que el auto funcionaba con total normalidad reacomodó la lona protectora regresando a su departamento vía el ascensor de servicio debido a que el principal no respondía a su llamado. Mientras éste lo depositaba en su palier privado aquel lo hacía en el sector de las dependencias comunes del edificio, cuestión menor en otras circunstancias pero que en ese preciso momento no le dejaba de llamar la atención. No era hombre de confiar en las casualidades. Durante la siguiente hora y mientras cenaba no dejó de pensar en esa nota que lo ponía en las vísperas de una decisión. De hecho no se trataba de asistir o no a las exequias de Victoria, no pasaba por ahí la duda, lo haría más allá del compromiso asumido con Carracedo, sentía un sincero afecto por su malograda confidente y amante la cual había dejado de ser clienta hacía mucho tiempo, ampliando la relación a incisos de profundidad muy superiores a un simple vínculo carnal. Su dilema era si le confesaba o no a Carracedo la existencia de esa nota, acaso podría tratarse de una prueba de fidelidad concebida por el viudo, cuestión que le pareció muy torpe de su parte debido a que desactivar la operación era de muy sencilla resolución, con decírselo sin titubeos y de manera convincente volvía a poner la pelota en su campo de juego y él sería quien debería explicar sus razones, de igual manera, abriendo una segunda posibilidad, de no haber sido el autor de la nota. ¿Pero cuántas personas, además de su ayudante, sabrían de la propuesta que Carracedo le había realizado? Luego de cenar le envió al viudo un sucinto mensaje de texto relatando la situación y una imagen de la nota. Mañana luego del funeral conversamos, fue la respuesta que recibió…

Valentino arribó al cementerio con la puntualidad británica que lo caracterizaba, era un hombre de citas, por lo tanto ese inciso de su vida lo tenía incorporado como un sentido más. Estacionó su vehículo en las inmediaciones de la capilla ardiente, lugar ideal para llevar a cabo su furtiva tarea de la manera más discreta. Procuró no posicionarse demasiado cerca, la tecnología se encargaría de achicar las distancias. A poco de comenzar el arribo de los deudos, familiares, amigos y allegados la sorpresa crecía ante cada rostro femenino conocido, la mayoría de las señoras que vestían riguroso y elegante luto, exhibiendo en ese momento congoja y consternación, abrazadas a sus maduras parejas, habían sido durante algún tiempo no muy lejano clientas suyas, con algunas de ellas llegó a compartir retiros, convenciones y viajes de placer. El viudo arribó tras la cureña, en soledad, en el auto reservado para los familiares directos.

La soleada tarde le permitió capturar filmaciones y fotografías desde distintos ángulos. El medio centenar de concurrentes quedó claramente identificado en las imágenes. Los veinte metros de distancia que separaban la capilla ardiente con el estacionamiento y los treinta de este con la cripta formaban un triángulo de impecable visibilidad por lo que el trabajo de captura se desarrolló con notable facilidad. Incluso una vez concluida la tarea puso en resguardo dentro de la guantera  del auto, lugar en donde descansaba su Walther 9 milímetros, la cámara y el celular, de inmediato  se acercó hasta la bóveda familiar con la mayor discreción de manera rendir su austero y sentido tributo afectivo, retirándose antes de las formales y finales despedidas de modo evitar encuentros incómodos e inexplicables habida cuenta de los hallazgos reconocidos, rostros y gestos que intentaría analizar en la comodidad y tranquilidad de su departamento y con la cadena de imágenes completa.

Antes de que alguno de los concurrentes distinguiese su presencia en las cercanías del mausoleo ya se había retirado dirigiéndose con respetuoso aplomo hacia su auto. Una vez que ingresó al vehículo sacó del compartimento de guarda su celular en donde halló un mensaje de Carracedo el cual rezaba: “No se retire, aguardaré hasta que todos se vayan, luego de despachar a Félix con el cortejo para que él se encargue de cancelar las cuentas, regreso a Capital con usted, en su auto”… Tras su lectura, el arma que estaba en la guantera junto al celular regresó a su funda universal, detalle situado debajo de su axila derecha, doblemente oculta por su chaleco y por su saco.

 

-          Antes que nada Valentino le quiero manifestar mi personal gratitud por haber aceptado ayudarme para esclarecer el asesinato de Victoria. La mano ejecutora debió haber estado presente en las exequias, no tengo dudas al respecto, estuvo entre nosotros, y si usted hizo un buen trabajo el margen de pesquisa se reducirá notoriamente. A la par le quiero pedir disculpas por la nota amenazante que le ordené a Félix dejara en el limpiaparabrisas de su auto, de alguna manera tenía que probar su confianza – expresó el viudo extendiéndole la mano -, de no haber respondido prontamente a propósito de la revelación nuestro contrato hubiera finalizado en buenos términos por supuesto y usted no estaría aquí. 

-          Esa era una de mis hipótesis y por la misma razón, pero de haber advertido antes la cantidad de rostros conocidos detectados esta tarde el listado de sospechosos hubiera sido más extenso – confesó Valentino –

-          Le pido me acerque hasta mi casa, vayamos en camino y me cuenta algunas cuestiones que llamaron su atención.

-          Suba por favor…

El trayecto de regreso se desarrolló sin mayores contratiempos, por esas épocas del año y a media tarde del domingo el acceso norte no contaba con la pesadez de otros momentos de manera que arribaron a las inmediaciones de  la casa del viudo en poco más de tres cuartos de hora. Durante ese tiempo Valentino le reveló las piezas halladas, un variopinto de rostros que jamás hubiera pensado que tenían conexión entre sí pero que sin embargo todas lo tenían al joven amante como denominador común, cuestión que por cierto lo incomodaba. Se trataba según él de un rompecabezas que era necesario armar con suma precisión debido a que muchas de esas porciones presentaban similitudes llamativas. Mientras conversaba con el viudo se imaginaba horas delante de su ordenador deteniendo las imágenes por cuadros tratando de localizar alguna gestualidad que permitiera agregarle un cronopio destacado y revelador a la historia. No tuvo la necesidad de desviarse de su itinerario original, apenas cuatro cuadras, puesto que Carracedo le solicitó que lo dejara en los aledaños a Barrio Parque, distinguido sector porteño en donde estaba emplazada su aristocrática morada, más precisamente le pidió que lo acercara hasta la esquina de Castilla y Libertador, en la acera del Museo Nacional de Arte Decorativo, la idea del viudo era relajarse, saborear el distinguido tabaco con su pipa e ir caminando hasta la casona en absoluta y necesaria soledad.

Desde que Valentino arribó a su departamento hasta bien entrada la madrugada estuvo delante de su ordenador clasificando las imágenes, organizando carpetas con secuencias sugestivas, nominando según el grado de relevancia, cuestión en donde la subjetividad primaba, apenas tuvo lugar para un moderado tentempié a modo de picada como pretexto de cena. Cinco de sus mejores clientas habían acudido al réquiem de Victoria, todas ellas de riguroso luto, abrazadas de sus parejas, hombres de negocios, empresarios, funcionarios, fuertes dignatarios cada uno en lo suyo, fieles recursos de poder real. Isabel Barraza, María Luisa Daló de Cormic, Susana Elvira Trucco, Cristina Cuenca Ingaramo y Ana Laura Raimondi respondían a intereses contrapuestos pero con vicios y secretos comunes, él era uno de ellos. Valentino intuyó que uno de esos cinco senderos estaba el recorrido a seguir, acaso lo primero era averiguar por cuál.

Al amanecer su sueño se vio interrumpido por el llamado telefónico de Carracedo, pero no era el viudo quien lo convocaba desde su línea sino el asistente privado Félix, dándole la mala nueva que el cadáver de su patrón había sido hallado en las cercanías de la embajada de Chile, a pocas cuadras de su casa con dos impactos de bala en el cuello. Según le mencionó Gargaglia la noticia aún no había trascendido a los medios por obvias razones sumariales y que estuviese atento porque en breve lo estarían convocando por haber sido una de las personas que lo frecuentó durante el día. Sospechan que el homicidio ocurrió en la tarde-noche teniendo en cuenta que en estas épocas a las siete ya estamos en plena nocturnidad y que por eso no fue descubierto sino hasta la madrugada y gracias a que un indigente que suele pernoctar en los alrededores notó su presencia. Valentino había dejado al operador bursátil en el punto geográfico indicado por éste media hora antes de la supuesta hora del homicidio, de manera que las sospechas sobre él recaerían por sentido común y debido descarte.

A media mañana el portero eléctrico del departamento de Valentino sonó un par de veces mientras se estaba duchando. Sospechaba quién venía a visitarlo en consecuencia no se apresuró sabiendo que esperarían en el lugar o en todo caso volverían en un rato. De manera que se acicaló sin prisa, colocó sus mudas en el canasto destinado al lavadero y ordenó el baño. Concluida la tarea verificó por medio de visor que dos personas, un hombre y una mujer, estaban en el palier exterior pegados al dispositivo. Para todo esto, bien temprano, ya había ocultado en la baulera de seguridad del edificio, casillero a combinación, tres de las seis armas que poseía por no estar declaradas. De manera que estaba presto y en regla para recibir los preámbulos de indagatorias oficiales. La noticia del hallazgo ya estaba en los medios. 

-          Les habla Bustos, Valentino Bustos. ¿Ustedes tocaron en mi departamento?

-          Sí señor, buenos días, somos el Inspector Quintana y la oficial Burton, de homicidios, deseamos hacerle algunas preguntas sobre Ernesto Carracedo.

-          Si por supuesto, bajo de inmediato.

Una vez en el lobby del edificio Valentino les ofreció subir al departamento, sin embargo ambos agentes desestimaron la oferta optando por llevar a cabo la breve entrevista en la comodidad de los sillones emplazados en el hall. No había por el momento orden judicial ni nada que obligase al declarante a exhibir su intimidad, de manera que dicho paso no era relevante. Una batería de preguntas formales de carácter personal rompió la rigidez, pero no la pulsión, de algún modo la impactante, madura y sobria belleza de la oficial y su atenta mirada avergonzaban el relato profesional de Valentino y de cómo éste se ganaba la vida, de inmediato se adentraron en tema.

Más allá de lo que luego se habló, una precisa sinopsis  de lo acontecido en esas últimas veinticuatro horas, y como amplio conocedor de las miradas y la gestualidad femenina a la hora del deseo, Valentino observó que a medida que la dama lo escuchaba, le iba presentando credenciales de sugestión imposibles de soslayar, cuestiones que más allá del recato aplicado por la oficial fueron detectadas también por el inspector Quintana, pero que auspició disimular, acaso ese mutuo hechizo podía llegar a ser de utilidad para el esclarecimiento de ambos homicidios, los cuales estaban a su cargo, cosa que por el momento era lo único importante para él y su carrera.

Los oficiales se retiraron del lugar con la previa advertencia que todos sus dichos iban a ser indagados debidamente y que solicitarían las copias de las últimas conversaciones telefónicas que sostuvieron las víctimas. Valentino por su parte les informó sobre esa segunda línea telefónica desparecida de Victoria que tenía bajo titular al seudónimo Guadalupe Moss,  y se comprometió a enviarles, vía correo electrónico, los permisos de portación de sus armas y las imágenes capturadas durante el funeral junto a sus conclusiones previas, por lo demás y a partir de ese momento Quintana le dejó claro a Bustos que toda la información la debía canalizar a través de Burton, la cual le extendió su tarjeta personal, y que la oficial sería su único nexo con la investigación, en donde por el momento lo contaba como un eslabón de compleja definición.  

 

III

 

-          Usted concéntrese en Valentino Bustos – le ordenó el Inspector Quintana a la oficial Burton -, pero hágalo de manera cautelosa y discreta, que el hombre no piense que es observado, yo haré lo mismo con ese tal Félix Gargaglia, secretario personal de Carracedo.

En la intimidad de su despacho la oficial Viviana Burton trató de no exhibir ningún tipo de emoción cuando recibió la orden de su superior, estaba gozosa por la encomienda.

Desde que su marido Ignacio Radrizabal, también oficial de la Policía, fuera asesinado hacía casi un lustro durante un enfrentamiento en los bajos de Belgrano, su única relación con el sexo y el placer la tenía en soledad, y en compañía de las películas para adultos protagonizadas por ese bello actor que la hacía empapar a la distancia y que hoy estaba bajo su velada vigilia. Sabía que no lograría separar a sus íntimos sentidos carnales de la responsabilidad pública que significaba tan compleja investigación, pero acaso observó que tal situación podía llegar a favorecer su labor profesional, no descartó que Quintana haya determinado los roles teniendo en cuenta ese inciso.  Deseaba protagonizar su propia película condicionada y a la vez producirla, de manera elegir a su partenaire ideal, la profesión que por vocación eligió le estaba dando la posibilidad. Ante cada ducha diaria, desnuda y vencida, se paraba delante del espejo tratando de asumir que más allá de sus atractivos normales por edad y muchas veces pretendidos por camaradas de trabajo, allende el género,  ella no poseía  ni las gruesas billeteras de sus pudientes clientas ni era propietaria de los maravillosos atractivos de esas jóvenes actrices con las cuales disfrutaba escenas cinematográficas que a ella la transportaban hacia al paroxismo emocional y físico. Acaso pensaba que se una mujer bella, real, normal y sencilla fuera, en el mundo del actor, algo extraordinario en lo cual valía la pena detenerse. No tenía otras armas de seducción más que su propio ser, el exterior y el interior. Si bien no existía diferencia de edad entre ellos la estética del hombre lo exhibía a priori como más joven, detalles en el campo de las formas, vestimenta, corte de pelo, desplazamientos, una marcada soltura, exultaba erección y seguridad al andar. Viviana poco favor hacía de su estética, inciso que tenía reservado en el marco de su soledad y delante de la pantalla, adjuntando para la ocasión linajes lujuriosos, lencería diminuta y hasta elementos personales de placer. Su contrato con las personas en tanto relaciones laborales y sociales no incluía el párrafo agradar estéticamente, de manera que la inversión en ese segmento era nula. Con la aparición de Valentino comenzó a notar que determinados gastos no eran tales sino que se habían transformado en una esperanza concreta de embriaguez y satisfacción compartida. Lo que le sobraba en su mundo significaba apenas una propina dentro del universo Valentino, pensaba, mortificándose con ello.

Repentinamente todos sus preconceptos, flagelos y prejuicios quedaron fuera de lugar cuando por línea interna y desde el conmutador que estaba en el lobby del edificio central de Policía, el oficial a cargo de la recepción y control de ingresos le informó que el señor Valentino Bustos tenía urgencia en verla debido a cuestiones importantes sobre el caso del cual ella era responsable. Viviana necesitó de algunos minutos para prestar conformidad y presentarse acorde ante el visitante, debido a ello le pidió a su interlocutor que le rogase al testigo que aguardara quince minutos para subir a su despacho, y que por favor lo acompañasen debidamente, tiempo que utilizó para con la mayor de las prisas mejorar su imagen profesional extrayendo del placard privado que de ex profeso emplazó en su oficina uno de los dos clásicos y ceñidos tailleurs ejecutivos, en este caso el verde inglés, compuesto de chaqueta y falda con un muy discreto tajo a la altura del muslo izquierdo, prendas que prudentemente reservaba ante la contingencia de reuniones importantes dentro la fuerza, ante sus superiores o funcionarios de la cartera de seguridad. Un par de zapatos altos, una de las camisas blancas, en este caso escogió la que por modo de sujeción permitía intuir con marcadas certezas sus bondades físicas, para finalmente liberar y armonizar su hermoso cabello castaño claro y ondulado de un rodete rústico y opresor, permitiéndose una módica dosis de rubor y resaltador acompañando el conjunto de unas gotas de un Kenzo Flower que aún administraba austeramente, último regalo de su marido pocos días antes de ser asesinado. 

-          Adelante Bustos, por favor póngase cómodo.

-          Gracias Viviana, cómo está usted. Antes que nada le pido disculpas por mi desprolijo aspecto no acorde a su autoridad y condición, sucede que salí apurado de casa debido a que quería compartirle información que logré capturar recortando las imágenes de las exequias de Victoria. Me refiero a relaciones o casualidades por lo menos curiosas.

-          Hizo bien, además no se preocupe, lo que para usted es de entrecasa para nosotros sigue siendo distinción. En lo personal y a pesar de mi rango no podría adquirir la calidad de su conjunto de jean y ropa informal que luce en este momento.

-          Pues advirtiendo su elegancia siento vergüenza por molestarla, me observo inoportuno. Como dice a menudo un actor amigo, en estas cosas de las pilchas solo importa la percha, el resto es cotillón. Tal vez usted tenía una reunión o una cita importante y está perdiendo su tiempo, estilo y belleza con mis banalidades y sospechas de aprendiz, además de ser una referencia negativa debido que a mi condición de actor marginal condicionado, le sumo a mi currículum ser una especie de gigoló del tercer mundo, simple mercancía hallable en una góndola de la red.

-          Vayamos a lo nuestro, no se desacredite, para eso están los enemigos. Muéstreme qué trajo y dígame sus conclusiones – solicitó la oficial intentando calmar las aguas, ya mucho más confiada y con la percepción de haber logrado el acercamiento deseado y a la vez prudente tomando un atajo personal impensado, una suerte de cambio de roles –

La reunión de trabajo se prolongó por el término de tres horas, tiempo en donde hubo lugar para un par de breaks en donde ciertas distancias quedaron completamente saldadas y no ha lugar, las coincidencias de sus iniciales ofició como hilo conductor original para romper la formalidad. Más provechoso resultó el encuentro teniendo en cuenta que entre ambos habían logrado bocetar una hoja de ruta investigativa debido a los hallazgos descubiertos en las imágenes, sean tanto en los primeros planos como en los segundos y terceros.

Incluso pudieron establecer vasos comunicantes entre los asistentes debido a los archivos de antecedentes que por perfil jerárquico la oficial tenía acceso directo desde su ordenador.  El rol de Valentino como boyfriend de algunas de las asistentes a la ceremonia fue cardinal para desarrollar la hipótesis y diseñar el borrador debido a que en la mayoría de los casos conocía por comentarios de ellas mismas las actividades de sus parejas, lo que les permitió trazar un cuadro sinóptico de relaciones en donde cada individuo portaba un papel indiviso dentro de una asociación de negocios, algunos legales y otros ilegales. Por caso María Luisa Daló de Cormic era la esposa de Lucio Abel Cormic representante legal en Argentina de uno de los holdout que más papeles de deuda defaulteada poseía, Susana Elvira Trucco estaba casada con Mario Frenkel, propietario de la empresa naviera que prácticamente posee el monopolio del transporte de mercadería hacia el Paraguay por la hidrovía Paraná y además socio mayoritario del holding de medios de comunicación más influyente del país, Cristina Cuenca Ingaramo convivía sin relación marital con el Camarista Joaquín Salerno hombre que además de su función específica es dueño de múltiples contactos dentro de Comodoro Py, mientras que Ana Laura Raimondi era la pareja de Federico Murel, monje negro dentro de la mesa de enlace y el círculo rojo agroexportador, finalmente Isabel Barraza había formado familia con el Senador Doctor Luis Alberto Marchesi, presidente del bloque en la cámara alta del Partido Liberal Democrático, un sonado corrupto con muy buenos contactos en la Corte Suprema y en las distintas cámaras. Sumado esto no se le escapó a la oficial Burton la imagen que daba cuenta no solo la presencia en el evento del Inspector General Juan Fernando Soto, hombre muy ligado a los servicios de inteligencia y puente hacia las más altas autoridades del Ministerio del Interior sino además de su inmediato jefe Inspector Quintana. Viviana y Valentino coincidieron en abrir una hipótesis tangencial, la de Ernesto Carracedo oficiando como asesor y gestor de las inversiones en negro de una asociación con múltiples factores de protección. El dilema era establecer una praxis investigativa, un método. Valentino le propuso a Viviana utilizar su capital de seducción con las damas, cosa que la oficial se opuso de manera taxativa. No había necesidad de riesgo y además no deseaba que ese hombre, invasor en el campo de sus promiscuos afectos, regresara a aquella vida ignominiosa, al menos con su consentimiento oficial.

-          Parecen exequias cinematográficas muy propias de las películas norteamericanas, buenas y malas – destacó Burton –. Me gustaría ver la filmación, tal vez tenga la oportunidad de detectar, por deformación profesional, movimientos y actitudes que usted no percibe. De todas maneras su trabajo ha sido de enorme ayuda.

-          El material en bruto lo tengo en casa Oficial, lo bajé de la filmadora y quedó instalado y encriptado en el disco rígido y por las dudas hice un par de copias en sendos pendrives que están en mi casillero de seguridad del edificio. Mañana mismo le mando uno de ellos si lo desea y pasa la filmación tranquila deteniendo las imágenes como mejor le parezca.

-          Pero lo voy a necesitar a usted, Valentino. Además por lo observado en las fotos este lugar y mi ordenador no resultan los recursos logísticos más aptos para estudiar ese material probatorio. Le molestaría tomarnos un recreo y a eso de las nueve de la noche paso por su casa y seguimos con la pesquisa mientras cenamos, llevo algo de camino.

-          ¿Pero usted, su familia?

-          Tristemente no tengo a nadie a quien rendirle cuentas, por ese lado no se inquiete. Soy viuda de un oficial asesinado hace casi cinco años, no tuvimos hijos. Soy yo y la profesión, acaso sea individualmente algo menos que la profesión, a veces pienso que me casé con ella en segundas nupcias. 

-          Lo siento mucho, creo que al tema le debemos más tiempo. Entonces la espero con todo el material en punta, pero olvídese de la cena, yo me encargo. Voy a disponer de dos ordenadores con los cuales vamos a poder estudiar al mismo tiempo las imágenes con  mayor comodidad. Espero no le molesten los gastos. Mi barcina Aurora me acompaña desde hacer tres años.

-          Como guste, me encantan los gatos, paso por casa me pego una ducha y me pongo algo más cómoda. Lo que le voy a pedir es absoluta reserva entre sus conocidos, clientas y demás contactos que tenga.

-          Despreocúpese, Viviana. Espero que no me mal interprete por lo que le voy a decir, pero usted ha logrado vencer todos mis prejuicios con relación al sexo femenino dentro de la Policía. No solo es bellísima y extremadamente elegante, además usted posee un vocabulario tan elevado como seductor en el tono de su voz y su cadencia. Le puedo garantizar que esas prósperas y arrogantes mujeres de las imágenes las cuales deben pagar por compañía y afecto la envidiarían. Hace muchos años que no trato personas con su esencia y distinción. Ejerzo prostitución de élite, lo que no modifica mi bajeza, sin dudas la profundiza, y más cuando hace años que me podía haber retirado de tan ignominiosa manera de ganarme la vida. Me avergüenza ser quien soy, tal vez por estos días algo menos, porque ser quien soy, quizás por azar, me condujo a conocerla.

De todas maneras ya es muy tarde para merecer la anuencia de personas como usted, mi sumario de vida posee paréntesis, llaves y corchetes repudiables, asteriscos deshonrosos, entrecomillados indecentes, mi cuerpo reviste carácter de mercancía.

-          No crea en todo lo que parece, hay ocasiones en que nos hacemos concesiones de las que hay que hacerse cargo. Luego nos vemos Valentino – lo interrumpió la mujer -

 

IV

 

A las nueve en punto de la noche la subinspectora Viviana Burton bajó del vehículo oficial que luego de pasarla a buscar por su casa la acercó hasta el domicilio del testigo Valentino Bustos. La custodia, compuesta por dos recursos, prefirió aguardar con el motor encendido del auto hasta que su superior ingresase al edificio, cuestión que llamativamente no acontecía. Luego de cinco minutos uno de ellos bajó para darle cobertura a la oficial y recibir órdenes ante la contingencia. Debido la ausencia de repuesta del actor tanto desde el portero eléctrico como por vía telefónica el adjunto le recomendó a Viviana molestar al encargado para que los dejase ingresar hasta el piso, propuesta que la agente no dudó en aceptar. Si bien no tenían una orden se trataba de una urgencia. Al instante el encargado del edificio se apersonó al lobby y los invitó a ingresar guiándolos hasta el ascensor que los llevaría al palier privado del departamento de Bustos. Llegados al piso corroboraron que la puerta del elevador estaba sin el seguro y el ingreso propiamente dicho a la unidad sin llaves. Ingresaron con la cautela que marcaba el protocolo dejando en espera el encargado, no sin antes solicitar refuerzos por Handy. El departamento estaba totalmente desordenado, había sido registrado por completo, vaciado de elementos informáticos, las armas declaradas por el propietario al igual que el dinero y bienes de valor tangible habían desaparecido, relojes, joyas, gemelos, trabas, cadenas, medallas, nada había en sus cofres. Aurora, la gata barcina, estaba encerrada en el vestidor, el cual también estaba revuelto. Su berlina BMW tampoco se hallaba en el garaje y el casillero privado a combinación había sido desmantelado. El cuerpo del joven Valentino Bustos, con un impacto de bala en la frente yacía en la cocina, aparentemente en el momento de la irrupción se encontraba preparando la cena. Tuvo que haber sido alguien de adentro de la fuerza, pensó al instante Viviana, la cual sentía una doble derrota, la profesional y la personal, ésta última se presentaba como demasiado habitual. No dudó en adoptar a Aurora a la cual abrazó de inmediato, se había quedado tan sola como ella, acaso era su modesta manera de retribuirle a Valentino parte de sus desmesurados elogios y esos intervalos de esperanza con los cuales tontamente y con mesura se ilusionó. Sin el registro de cámaras interiores debido a que fueron desactivadas electrónicamente solo quedaba el auxilio de las cámaras exteriores de los edificios vecinos, aunque por la supuesta hora en el cual se produjo el hecho la circulación por la zona era, como a diario, muy vertiginosa y caótica. A las dos horas los peritos habían instalado la hipótesis de un asesinato en instancias de robo sin tener en cuenta las advertencias que la oficial Burton hiciera sobre la información con la que contaba el occiso y la disponibilidad que tenía para colaborar en la resolución de los homicidios de Victoria Lusti y su esposo Ernesto Carracedo. Para ese entonces el vehículo había sido hallado en perfecto estado estacionado en los aledaños al cementerio de la Recoleta, habiendo sido levantado por una grúa oficial para realizar los peritajes respectivos. Muy poco quedaba por hacer en el lugar para Viviana, había demasiados intrusos para poder practicar una pesquisa de campo serena y sin interrupciones en base a la información confidencial que ella tenía y que le compartió Valentino. Los custodios que la habían escoltado al lugar del acordado encuentro con la víctima, y por orden de Quintana, la regresaron a su casa. Apenas ingresó apoltronó a la gata sobre uno de los sillones individuales que tenía en el living, desmoldó en un plato plástico de descarte una lata de paté adjuntándole, en un viejo tupper en desuso, una buena ración de agua. Fue al dormitorio, se quitó las botas, la camisa y el jean quedándose solamente con los diminutos interiores negros que había adquirido con sensible intención esa misma tarde, se recostó en la cama sin antes poner en punta una de las primeras películas protagonizadas por Valentino Bustos, para esta noche escogió, como cantaba Serrat, una de piratas, aquella en donde el más preciado botín para el valeroso corsario era conquistar el amor de las doncellas habitantes de los puertos ocupados; antes de presionar play abrió el cajón de su mesa de luz y extrajo de él uno de los pañuelos que acostumbraba tener a mano para cuando sabía que la historia la iba a entristecer. A la par Quintana y Gargaglia, fuertemente armados, esperaban en un auto oficial de la fuerza en las afueras de la vivienda por el momento oportuno y terminar con la tarea de limpieza que les habían encomendado… 

“Cuando los piratas son hombres enamorados de una piel que huele a jazmines, rompen promesas con sus hermanos de ayer, y huyen al amanecer rumbo a un puerto que aún no ha puesto precio a su cabeza…”

 

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… de Gustavo Marcelo Sala

Julio 2021