El escritor y su gato compartiendo soledades

El escritor y su gato compartiendo soledades
Los infiernos del escritor

miércoles, 28 de octubre de 2020

Maestros del Blues.. Lo más reciente de Indiara Sfair en redes... y ojalá que te enamores y que tengas mucha sed

 










Ojalá que te enamores

 

“Ojalá que te enamores”

afirma una ancestral maldición

cuya autoría dicen

- aclaro que no me consta -

que pertenece a los turcos.

Muy pocos son los que se atreven

a exhibir marcados desacuerdos

con la teoría,

sin embargo y vaya

por despotismo divino

el ser humano continúa eternizado

en su capricho.

Las más bellas estrofas se han escrito

en plena instancia de congoja,

las melodías más sentidas

observan al desamor

como el siniestro disparador

de los más abyectos deseos,

el abandono y el olvido resultan

dos castigos dignos de Hades

mientras que sostener una mirada

puede constituirse

como la medicina indispensable

para sanar al unísono

todos aquellos males mencionados.

Ojalá que te enamores

dice la ancestral maldición,

bella maldición, bendita maldición.

¡ A padecer entonces,

que las tormentas y los ventarrones

caigan sobre nosotros

de manera tempestuosa

y que la lluvia nos hinque

de modo despiadado

sus gélidas astillas!.

Que nos duela la ausencia del dolor,

que nos duela la ausencia del amor.

Dolor, amor, rima forzada,

imperfecta y cenagosa, acaso necesaria.

Qué hermoso es vivir

entre maldición y maldición,

sostener un estado de víspera

como curso y transcurso,

acostumbrarse a la metáfora,

a la sana rutina,

nacer y morir de a ratos,

y que todo suceda,

sin proscripciones ni advertencias,

asumiendo que pasar por este mundo

sin haber sido besado

por aquella maldición

no merece la pena.

Uno descubre que ciertas inseguridades

consiguen disfrutarse,

a la par que comenzamos a fantasear

con un cuerpo ajeno, deseamos

que ese mismo cuerpo

nos alcance a condenar,

nunca es conveniente idealizar

el mañana masacrando el presente,

sino todo lo contrario,

de alguna manera conjeturar el devenir

es tarea de insolentes.

Si pretendemos avales para amar

seremos un fraude,

domesticar las pasiones

es conspirar contra nosotros mismos,

acaso el peor de los amparos.

En oportunidades observo

que mis principios

no son más que magros finales,

así y todo no es dable destruirse,

lo que falta no falta, es víspera,

es sólo una cuestión de paciente

espera que merece recrearse.

Pienso, suspendo lo que pienso

para continuar pensando,

somos creación si creamos,

si no, somos simple negación.

Besa sin miedo, acaricia sin prisa,

ama sin dudar, en definitiva

la vida es un mesurado

promedio de sinsabores.

En ocasiones

somos textos deshilachados,

amarillentos, a la espera que alguien

un poco olvidado de la cosa

nos tome del escaparate

y comience la lectura;

apenas estamos un rato deambulando por la eternidad,

creyendo vivir una hazaña, un sueño quizás.

 

 






La Sed

 

 

 

La sed los convocó

ante la potestad de los espejismos

y su deriva.

Oasis alucinantes diseñados

a costa de ciertas soledades

que suelen acompañar

a los seres humanos de modo siniestro.

Sus dos desiertos

eran lo suficientemente extensos

como para no dejarse

llevar por el ensueño.

La felicidad, como es usual,

se disfraza de embustera y logra

que por un breve lapso de tiempo

la sed no logre injuriar aquello

que por cierto estaba vulnerando.

Cuentan los cronistas

que luego de saciar sus necesidades

en el espejismo

ambos desconocidos

continuaron su camino

optando por cardinales opuestos,

pero más sedientos aún,

debido a que vaya paradoja,

esas aguas que bebieron

se hallaban altamente contaminadas

por la ustible pócima del amor…