El escritor y su gato compartiendo soledades

El escritor y su gato compartiendo soledades
Los infiernos del escritor

miércoles, 26 de agosto de 2020

Maestros del Blues … Richie Kotzen y el paraíso, como diseño individual…






Nació el 3 de febrero de 1970 en Pensilvania, EE.UU. Es compositor, productor, guitarrista y vocalista dentro del Jazz fusión y del blues, incursionando también dentro de los territorios del rock, del metal y del funk. Varias bandas y superbandas han gozado de su presencia como integrante, entre ellas Poison, The Winery Dogs, Mr. Big y ha sido socio musical durante algún tiempo del mítico Greg Howe. 


Estamos delante de un músico muy prolífico, lleva más de 25 trabajos en soledad y otros tantos grupalmente o como invitado.  Por estos días está editando un nuevo disco titulado 50 for 50 a propósito de haber cumplido en febrero años. Es una auténtica leyenda que no detiene su tarea creativa, sumamente valorado por sus pares es convocado asiduamente tanto para sesión como para recitales en vivo y giras.





El Paraíso de Orsino Fusco


Amaba la oscuridad, el silencio y la soledad, pero entiéndase, Orsino Fusco era amante de la oscuridad inevitable, del silencio natural y de la soledad casual. Hombre de monosílabos Orsino Fusco. No necesitaba más que expresar gestualmente, con el agregado de una mínima interjección, su desprecio visceral por aquellos que observaban a sus amantes como prostitutas de compañía paga y temporal. Estimaba mucho a las prostitutas, sobre todo a las napolitanas, hermosas damas que invitaban placer en la vía del mercado Porta Nolana, debido a ello no consideraba prudente ni inteligente poner ambos afectos dentro de un mismo plano, y menos aún toleraba cualquier tipo de desplante hacia aquellas mujeres que lo acompañaban desde su precoz adolescencia.
Orsino Fusco amaba el paraíso tal cual como lo concebía, dibujado con trazos de melancólica oscuridad, armónico silencio y amable soledad. Ámbito de Dios, sitio reservado para aquel capaz de leerlo, no indagarlo con desconfianza y gozarlo con devota astringencia. Para su gobierno sospechaba que la resuelta y amable soledad del paraíso estaba determinaba por el carácter exclusivo que poseía. Orsino Fusco entendía que debía existir un paraíso para cada persona y que una vez arribado se construía de acuerdo a fundamentos subjetivos, quizás vividos. En tanto el silencio no incluía la sordera del vacío. Se trataba de armonías envolventes aún no pentagramadas que lograban caducar a todos los sonidos conocidos, incluso sonrojando a las más bellas páginas del romanticismo alemán. Como buen italiano, Orsino Fusco, disfrutaba mucho de las tristezas bávaras. La inevitable oscuridad era, acaso, el inciso más complejo para comprender y deconstruir. Bruma aliada, cómplice, enemiga de la vulgaridad y del sentido común; aguzar la mirada era la única cláusula que no se debía insolentar.
Orsino Fusco juzgó a ese momento como el oportuno para verificar los conjuros y sortilegios de su paraíso. Si mediar burocracias, de manera bucólica y serena, sentado en su silla de ruedas, como siempre desde su regreso de la guerra, y orientando sus ojos en dirección al crepúsculo, bebió de un trago el insípido elixir, néctar que en un diálogo casual conoció a través de su vecino el boticario, pócima indolora, que produce somnolencia y muy expedita desde la temporalidad. De inmediato, al despertar del letargo sibilino, comenzó a poner en duda la eficacia del brebaje; la oscuridad no era inevitable, el silencio había que conquistarlo, y la soledad era necesario exigirla. Su paraíso se parecía mucho a su vida. Por suerte, pensó para sí, semidesnuda y delante de él, una de las prostitutas napolitanas más bellas de la vía del mercado Porta Nolana estaba a segundos de atraparlo utilizando como armas sus marcadas, extensas y liberales piernas...


*Del libro de cuentos El sendero de los extremos sucios – Artes Gráficas Líber - 2019