El escritor y su gato compartiendo soledades

El escritor y su gato compartiendo soledades
Los infiernos del escritor

miércoles, 2 de octubre de 2019

Maestros del Blues.. Chris Rea y un Ángel inmigrante en José A. Guisasola









Su nombre real es Christopher Anton Rea, nacido en Middlesbroug, Inglaterra, el 4 de marzo de 1951, de ascendencia ítalo-irlandesa es un multifacético compositor, cantautor y guitarrista el cual agrega a sus talentos musicales las artes plásticas, las artes escénicas y el automovilismo. De voz grave y rota, de barítono registro, Chris se caracteriza por su cadencia a la hora de la guitarra basada en la técnica del slide. La resultante de su música en una fusión en donde el blues se posiciona como la columna vertebral, el soul, el rock, el góspel y el jazz aportan elementos distintivos y enriquecedores. 



Más de tres decenas de trabajos compone su discografía desde su primer trabajo en 1974 titulado So Much Love, por fuera de las colaboraciones de sesión y en vivo realizadas a favor de artistas como Bill Wyman, Charlie Watts,  Davis Knopfler, Elton John, Javier Vargas, John Mayall, Snowy White entre otros notables. Más allá de su especialidad instrumental como guitarrista se muestra muy versátil con otros instrumentos siendo muy eficiente con la armónica, teclados de toda clase, batería, banyo y mandolina, lo que le permite desarrollar en estudios arreglos muy originales…






Texto del cuento El Ángel, del libro Relatos de ausentes y otras ausencias – Artes Gráficas Liber - 2019





Nunca se sintió culpable por no anhelar cruzar el Atlántico y visitar la tierra que lo viera nacer, y más después de la guerra civil con el triunfo del fascismo. Afirmaba ser feliz, pues había encontrado su borrador más antiguo, su primera copia. Este razonamiento lo tomó de un poema de su joven y entrañable amigo Roberto, hijo del jefe de la Estación José A. Guisasola y según Ángel, el más destacado hombre de letras que diera Coronel Dorrego a la patria. Amaba su Poesía Vertical. Ni Hugo, ni Darío, ni Tofolo, ni Simeón, estaban en desacuerdo con tal afirmación, aunque todos coincidían en agregar como señera y fundacional la figura del eximio payador libertario Luis Acosta García. 




Pensaba que la tierra de uno es aquella que brinda momentos que valen la pena disfrutar, es aquel lugar que sabe adueñarse de nuestras mejores obras e instancias y es aquella tierra que siempre tiene algo más para proponernos como convite y regocijo. Sabía perdonarse lo que no podía evitar, sin perjuicio de admitir un enorme sentido de la responsabilidad. En política supo entender al Peronismo aunque el General le llegara tarde a su vida. Por suerte nunca se enteró de la traición de sus herederos políticos. Jamás le perdonó al “Peludo” la matanza de obreros inmigrantes en la Patagonia y en los talleres Vasena. Solía afirmar que Além, el cordobés Illia y su camarada Juan Maciel, asesinado en la plaza de Dorrego en el treinta y siete, fueron los únicos radicales con mayúsculas; el resto eran conservadores mimetizados. Aún recordaba aquellas épicas jornadas de septiembre del 37, sus días de convicto y torturas acompañado por decenas de luchadores populares que osaron oponerse al fraude conservador. Visitar la tumba de su padre Valentín, saber la suerte de su hermano Constantino y conocer a sus sobrinos, hijos de Esperanza, fueron algunos pendientes que se llevó al cementerio una mañana de Marzo de 1976 a los noventa y dos años. Mientras el viejo se moría las erráticas mayorías estaban muy ocupadas vivando una nueva y anhelada dictadura militar que llegaba a poner orden e higiene ante tanto libertario y socialista suelto. Juana, su amante y fiel esposa, como siempre, continuaba estando a su lado.