El escritor y su gato compartiendo soledades

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Los infiernos del escritor

viernes, 31 de mayo de 2019

Maestros del Blues.. el británico Larry Miller, y un sublime Abatimiento poético causado por los Dolores del Sueño, de Samuel Taylor Coleridge





Considerado como uno de los mejores guitarristas británicos contemporáneos, Larry Miller ha ganado, a fuerza de talento y creatividad un lugar muy destacado dentro del blues, puesto a la par de músicos de la talla de Rory Gallagher y Gary Moore. Nació en Guilford (Inglaterra) y se crió en un ambiente familiar muy afecto a la música. 







A los siete años ya era dueño de su primer guitarra. Como complemento, durante la adolescencia estudio Violín en The County School of Music durante más de un lustro. Comenzó como músico de sesión y haciendo actuaciones en pequeños bares interpretando covers de Peter Green y Freddie King. En 1991 publicó su primer álbum luego de formar su propia banda. Con este trabajo exhibe su depurada técnica probando los más variados estilos del género colocándolo en la disyuntiva sobre qué camino seguir. En esta época ya es requerido por diferentes músicos y bandas de prestigio para que los acompañe sobre el escenario, algunos de ellos son Eric Clapton, Ian Gillan, Climax Blues Band,,Peter Green, Walter Trout, Gary Moore, Rory Gallagher, etc.









En Agosto del año 2015 Larry sufre un derrame cerebral que lo aleja de la música.. En cierta oportunidad confesó que a poco de recibir su primer guitarra se dio cuenta para qué había venido al planeta. Su amor por la música hizo a su refinamiento a la hora de componer e interpretar, siendo enormemente popular debido a su gran despliegue escénico ... 









Samuel Taylor Coleridge (1772-1834)

Abatimiento 

Un sufrimiento sin crisis, vacío, oscuro y lóbrego;
un dolor ahogado, soñoliento, desapasionado,
que no encuentra desahogo ni alivio en palabras, suspiros o lágrimas...
¡Oh, Señora! Con este humor desanimado y descolorido,
y a otros pensamientos incitado por aquel lejano zorzal,
durante todo este largo crepúsculo, tan sereno y perfumado,
he contemplado el cielo del oeste,
y su matiz peculiar de verde amarillento.
Aun lo contemplo,
¡y con qué mirada inexpresiva!
y aquellas finas nubes, lisas y escamadas,
que a las estrellas comunican su paseo,
esas mismas estrellas que se deslizan entre las nubes,
y detrás de ellas, o bien brillantes o apagadas,
pero siempre visibles;
y esa luna creciente, tan fija como en su propio lago celeste,
sin nubes, sin estrellas;
a todas las veo,
tan majestuosamente hermosas,
¡veo qué hermosas son, más no lo siento!





Los dolores del sueño



Allí en mi lecho descansa mi cuerpo,
sitio que nunca fue para la plegaria
de labios temblorosos o rodillas inclinadas;
silenciosamente, en suaves impulsos,
mi espíritu arrebatado compuso,
con humilde fe en mis ojos cerrados,
con reverencial resignación,
ningún deseo concebido,
ningún pensamiento expresado,
sólo un sentido de súplica;
Un sentido sobre toda mi alma
anticipaba mi debilidad, mi blasfemia;
en mí, sobre mí, a mi alrededor, en todas partes
yace la fuerza eterna de la sabiduría.

Pero anoche recé en voz alta,
lleno de angustia y agonía,
surgiendo de la multitud sombría
de formas y pensamientos que me torturan:
Una luz espantosa, los pasos de una hueste,
sentidos de un mal intolerable,
¡Ellos son a quienes desprecio! ¡Sólo a los Fuertes!
¡La sed de venganza, la ilusión de poder,
se desconcierta, y sin embargo sigue quemando!
El Deseo y el Horror se aman misteriosamente
en los salvajes y odiosos objetos fijos.
¡Pasiones fantásticas! ¡Demenciales batallas!
¡Y la vergüenza y el terror sobre todos!
Los hechos se ocultan donde no hay escondites,
donde toda la confusión veló mis interrogantes,
si he sufrido, o cuáles fueron mis pecados:
Para todos parecía culpabilidad, o remordimiento,
pero yo y los demás seguiremos siendo
el miedo que asfixia la vida,
el alma sofocada de vergüenza.

Dos noches han pasado: la noche de la consternación
anticipó un día triste y aturdido.
El sueño, la gran bendición, me pareció
la peor de las calamidades.
La tercera noche, cuando mi propio grito
me arrebató de un sueño diabólico,
superando un sufrimiento extraño y salvaje
lloré como cuando era un niño;
y habiendo sido sometido por las lágrimas
mi angustia lentamente se suavizó,
tales castigos, pensé, se deben
a las profundas manchas del pecado,
por la intemperancia nueva
dentro del insondable infierno,
¡Habremos de ver el horror de sus mansiones,
conocerlas y aborrecerlas, y aún desearlas!
Tales tristezas de algunos hombres se aferran
¿Pero cuáles, cuáles caerán sobre mí?
Ser amado es todo lo que necesito,
y a quien yo ame, será definitivo.