Pintura de Rodolfo Ramos
Cuando
las Estancias estaban pobladas de trabajadores, la logística tenía sus bemoles.
Carne había; se carneaba “para el consumo”, pero no solo de carne vive el
hombre, por lo que había que proveer otros alimentos.
Ahora
están las segundas y terceras marcas, pero ya entonces, había diferencias.
Estaba la mercadería normal, y la mercadería “para peones”. Yerba “para
peones”, fideos “para peones”, arroz “para peones”, azúcar “para peones” y todo
así.
El
Mayordomo era el encargado de hacer la compra en el Almacén de Ramos Generales,
y esa mañana bastante fría, llegó al Almacén “La Entrada” con la lista.
Los
turcos dueños del almacén se dedicaban obsequiosamente a atender al
“personaje”, que con aires de patrón de estancia, acodado en el mostrador iba
haciendo el pedido.
Una
bolsa de yerba “pa’ peones”, y remarcaba el “pa’ peones” como con desprecio.
Dos
bolsas de fideos “pa’ peones” (Los fideos de segunda calidad venían en bolsas
de 10 kilos; rotos, quebrados etc. Todos iban ahí)
Una
bolsa de arroz “pa’ peones”, seguía.
En
la otra punta del mostrador, un paisanito pobrón presenciaba la escena.
Alpargatas bigotudas, con un agujero por donde asomaban los dedos, bombacha
bataraza raída, una camisa que había conocido tiempos mejores, y que con unos
remiendos en los codos completaban el atuendo, que se coronaba con una gorrita
de vasco desteñida por los solazos, no parecía ser un cliente de compra
importante.
Medio
como a la pasada, el dependiente del almacén, entre idas y vueltas al depósito
de donde iba cargando los pedidos del Mayordomo de “La Moderna” se dignó
preguntarle “¿y vos que andas buscando che?”; y el paisanito le dijo; “Poca
cosa, una caja de balas pa’ mayordomos nomás”…