El escritor y su gato compartiendo soledades

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Los infiernos del escritor

miércoles, 9 de mayo de 2018

Maestros del Blues. El dúo Fitzpatrick y Robinson y un cuento sobre el Violoncelo.. propone Javier “Paco” Miró





Por Javier "Paco" Miró




Fitzpatrick y Robinson, de 50 y 43 años respectivamente, crecieron en mundos sociales, culturales y geográficos dispares. El primero era un muchacho del campo del centro de Australia que creció escuchando cassettes de música country de su padre, antes de quedar impactado por el  sonido de AC/DC, mientras que ella  creció en Belfast (Irlanda del Norte), estudiante de música clásica, amante del soul music y  con un padre fanático de Jimi Hendrix.
Pero  los contrastes, son estrechamente compatibles ahora. Desde la reunión en un festival de música en el Condado de Mayo en el oeste de Irlanda, en el 2008,  la pareja ha sido inseparable. Fitzpatrick  había iniciado el dúo de blues  Fitz y Itchy, mientras que Robinson era vocalista del coro de gira con Jamiroquai y Corinne Bailey Rae.
"Permitir uno al otro la libertad para ir después por lo que cada uno de nosotros no puede dejar de tocar," dice Robinson...

Hat Fitz & Cara Robinson rescatan uno de los grandes vacíos en la música americana, entre el surco del blues crudo, libidinal y la dedicación espiritual del Gospel. Hay fuerza y ternura en el dúo. Es especialmente notable en “Después de la lluvia”, su registro más completo. "Nunca tratamos de hacer un sonido, solo sucede,", dice Fitzpatrick. "Mi vieja escuela  de blues me brindo el sentimiento." Con cada álbum  han crecido su perfil y su sonido. En enero de ese año realizaron un tour por Australia para promover “Después de la lluvia”. Luego pasaron unos buenos cinco meses recorriendo Canadá y Europa. "Tenemos suerte de estar juntos y recorrer el mundo tocando para la gente. Es nada menos que un sueño hecho realidad para mí". La pareja, que se casaron en una oficina postal sin terminar en el 2010 cuando era poco más que un techo y un piso, inevitablemente llegarán a Belfast, donde tocarán a teatro lleno en la tierra de Robinson...




VIOLONCELLO

Autor: Javier Miró


Lo primero que me perturba es su delicada belleza, la perfección de sus curvas y relación tan íntima que se establece al instante en que uno lo coloca entre sus piernas.


El perfume seco de la madera estacionada y su tremenda sensibilidad para detectar los más mínimos cambios de tensión de mis dedos, traen reminiscencias sensuales de románticos encuentros.

Mi mente instala bruscamente como un flash la imagen de mi novia Alicia pero comprendo que es menester concentrarse en la solemnidad del momento.
Es inevitable al contemplar el violoncelo, la pregunta sobre sus orígenes, ¿cómo llegó a mis manos? , o tal vez imaginar su pasado de amores perdidos en selvas tropicales aun creciendo salvaje, floreciendo, fotosintetizando, tan contrastante con este presente de forma y disciplina.

Al decir de Yupanqui estos instrumentos de madera fueron anteriormente árboles y vibraron a merced del viento, y aprendieron del canto de los pájaros y de las caricias de las gotas de lluvia en las tormentas de verano.
Estrictamente rastreando su historia , nuestro encuentro y su consecuente destino fallido al caer entre mis piernas, se debe mas bien a los Luthiers Italianos de Cremona que idearon un violín mas grande buscando una gama sonora  grave , con sonido deprimido y silente, como un eco.
En ese preciso momento  percibo anonadado la angustiosa presencia de una audiencia impaciente,  que me desvía de esta búsqueda con sus movimientos histéricos, sus comentarios en voz baja y sus carrasperas.
Me decido a acometer con una apertura tanguera como inicio, infringiendo unos golpecitos en el puente del noble cello, aventura audaz de mis dedos firmes imitando palmaditas en las nalgas de mi amante.
Lo cual me recuerda nuevamente a mi novia Alicia, y su incierto, aleatorio destino después de esta noche de excesos y de copas
La percusión me devuelve a la cuestión principal del origen, del porqué estamos aquí, y el latido sobrio de la madera me lleva a esos bosques de la selva oranense, a la imponente presencia de sauces del cerro, ceibos y peteribies que habrán donado su madera para que tan distinguido instrumento llegue a mis manos imprecisas.
Suelta ya de inercia o imperceptibles inhibiciones mi mano izquierda toma coraje y decisión deslizándose hacia abajo impregnado la sala de vibraciones sorpresivas de registro flatulente.


Comprendiendo la urgencia del incidente, comando sin demoras a mi mano derecha, a acompañar la aventura con pequeños golpeteos del arco sobre las cuerdas.
Tres señoras gordas de la primera fila se retiran con torpeza hacia la puerta liberando una corriente de viento que acompaña el quejido de las crines de caballos de Mongolia, antiguo material con que se fabricaban las cuerdas de este instrumento.
Mi dedos de la mano izquierda se desplazan mas rápidamente, tratando de recordar con poco éxito aquella introducción de "Oblivion" de Piazzolla, algún pasaje de Debussy o quizas el riff de "Humo sobre el agua" de Deep Purple .



Un señor de anteojos, gorra y bufanda se refriega el barbijo, tratando de conjugar estos sonidos, plasmados en su memoria vagamente en pasadas  experiencias con músicos de Free Jazz, (fruto de caóticas sesiones allá por los 70's cuando improvisaban  bajo la influencia de altas dosis de acido lisérgico).
A pesar de notar el éxodo de las tres primeras filas, mi confianza se incrementa, quizás por el efecto sinérgico de la adrenalina y restos de alcohol aun en mi cuerpo, produciendo movimientos espasmódicos epilépticos en mi mano derecha, que ya cansada del peso del arco lo abandona y se dedica a pellizcar rápidamente las cuerdas como si se tratara de un contrabajo, fingiendo con torpeza ejecutar improvisaciones microtonales. 
Otro señor mayor, sentado solo en la última butaca de la cuarta fila parecería regocijarse siguiendo el ritmo con sus manos sobre el apoyabrazos  pero la enérgica rapidez de sus golpeteos a destiempo  se hacía más identificable con los síntomas típicos de un parkinson avanzado.
En el éxtasis creativo de la performance descubro iluminado el verdadero origen del evento y recuerdo, que en medio de una sesión desenfrenada de shots de Tequila , recibo el llamado de mi amigo Marccelo, que me citó en este auditorio para charlar sobre un nuevo proyecto, luego de escuchar a un famoso instrumentista.
Me asalta el dilema de si el alcohol ingerido afectó mi pronunciación al preguntar por Marccelo en la entrada y desencadenó mi debut en el escenario con este artefacto entre mis piernas.


Veo a mi amigo acercarse rápidamente por el pasillo hacia mi rescate y me prometo firmemente  empezar mañana mismo mis lecciones de Cello, sin dejar de inquietarme por el destino de mi novia Alicia ante la imposibilidad de recordar, en la fragilidad de las confusas imágenes, el lugar donde la había dejado.




Fuente: https://javiemiro.blogspot.com.ar
Blog: Javier Paco y El Loco